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   El cambio

¡Caramba! ¿Por qué millones de mexicanos se obstinan en no ver los extraordinarios beneficios que ha traído el cambio con el nuevo gobierno? En verdad que no lo entiendo. ¿Acaso no es un prodigio, esa maravillosa metamorfosis en el que una pareja común y corriente, de pronto se convierta en un dúo de monarcas? Eso es un cambio, ¿verdad?

Con lo que el pueblo de México suspiraba: una monarquía. ¡Por fin una monarquía! Lo primero que hizo la pareja real fue sacar a los plebeyos de la residencia oficial de Los Pinos, la cual estaba infestada de "tepocatas y víboras negras"; luego la mandaron fumigar, para no correr el riesgo de contagiarse por algún virus que pudieran haber dejado esos plebeyos. Posteriormente, mandaron llamar a un jerarca del clero católico para que exorcizara la residencia, con el fin de que todos los rincones quedaran benditos. Luego cambiaron las sábanas y toallas por otras dignas de sus majestades y delfines.

Una vez autoproclamados, a la brevedad posible organizaron un evento, pero no uno cualquiera. Éste se tenía que realizar en un lugar donde ya se mostrara la grandeza de su majestad Martha. Qué mejor que el Castillo de Chapultepec, con su personal habilitado de ayudas de cámara, pajes y lacayos. Se giraron invitaciones a marqueses, condes... Perdón, quise decir empresarios filantrópicos (siempre tan decididos y humanos). Difundieron la noticia por todo el reino... ¡Otra vez, perdón! A toda la República, que por fortuna, pronto dejaría de serlo, para darle paso al tan ansiado sistema monárquico.

¿Que se gastaron millones de pesos? ¡Qué más da! Bien valió la pena por ver esas caras de felicidad en el pueblo, ese mismo que se arremolinaba frente a las pantallas de televisión (es que no cabían en el Castillo) con lágrimas en los ojos y llenos de emoción (aunque con el estómago vacío). Bueno, no sólo de pan vive el hombre... Al momento de ver cómo hacía su entrada su majestad Martha, acompañada de su corte, se dejaron escuchar fanfarrias y vivas. ¡Qué momento tan inolvidable!

Por su parte, Vicente Primero se apresuró a dar la nueva al mundo. Comenzó una gira de interminables viajes para invitar a altos dignatarios a que visitasen el nuevo reino, y atestiguaran la restauración de la monarquía, arrebatada a esos despistados y trasnochados republicanos. También verían cómo sus majestades arropaban y consolaban con saliva real (perdón, con palabras) a un pueblo de ignorantes y zarrapastrosos. Se conmoverían, además, al ver cómo su majestad Martha daba con dulzura una cucharada de atole a un bebé en uno de los miles de albergues, mientras su esposo, Vicente, hacía lo mismo con jóvenes y adultos. Cucharadas de atole. ¡Sublime!

No pasó mucho tiempo para que Vicente Primero, con su real poder, dirigiera un mensaje a sus vasallos: "Quien vote por el pasado, votará por un retroceso peligroso". ¡Qué sabias recomendaciones! Lo que hacía falta era orientar a la ignorante plebe para que siguiera votando por el sistema monárquico que tantas bondades nos ha traído, entre ellas, el cambio. ¿Qué nadie ve los avances? Si se han creado miles de empleos, el campo está como nunca, somos la novena economía a nivel global, la moneda está casi a la par con la mejor del mundo, en materia de impunidad somos la envidia del planeta, no hay impunidad... Por todo esto, los invito a gritar con alegría. ¡Vamos, México!

Mientras tanto, su majestad Martha sigue dando muestras de su bondad, rechazando cualquier elogio y loas a su real persona. Para muestra basta el acto donde dio el banderazo a los nuevos libros guías que orientan a los padres de familia sobre la mejor manera en que deben educar a sus hijos. ¡Qué bendición! No podemos menos que congratularnos por tan estupenda idea. Por fin se les iba a quitar los burros a los millones de padres de familia. Además, de entrada, estos libros ya están benditos, pues su elaboración fue asesorada por el clero católico. ¡Qué avance!

Ojalá que el pueblo entienda que la educación debe dejarse al clero como era antes, y que unos ateos liberales habían suprimido en un acto de sacrilegio. ¡Qué bueno que se les regrese la potestad de ser los únicos encargados de la educación de un pueblo de analfabetas! ¡Hay que aplaudir tanta nobleza! Máxime si se recuerda a Vicente Primero de rodillas y besando el anillo al jerarca católico. ¡Bendito mensaje! Un adelanto del cambio.

Donde parece que no captaron bien las órdenes de Palacio fue en la corte, ya que no lograron callar a esos insolentes del Canal 40, los que se atrevieron a denostar y ofender a los "legionarios de Cristo". Por otro lado, señalaron los extravíos en la conducta de su majestad Vicente Primero y de eso hicieron escarnio. No había derecho de ofender la real investidura; aún más, mostrar a los sicarios que a punta de pistola y encapuchados asaltaron las instalaciones del canal, culpando -háganme el favor- a la honesta y ejemplar empresa TV Azteca. ¡Eso es una herejía! Si todo fue montado por los insolentes del Canal 40.

¿Y todavía hay quien no ve el cambio?

Réplica y comentarios al autor: alberto@tiemposdereflexion.com




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