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   Dictaduras perfeccionadas: Chávez o no Chávez

América Latina debe huir de la dictadura perfecta, como dijo el premio Nobel colombiano de literatura, Mario Vargas Llosa
-Vicente Fox.

Vayan a ver la pobreza en México, cómo ha crecido. ¿Y por qué será que están haciendo el muro? ¿Cuál será la razón del muro? No es otra que impedir la avalancha de la gran bestia.
-Hugo Chávez.

Aquí no conocemos los tales valentones, pero si es necesario nos sobran corazones.
-Felipe Calderón.

En la exuberante demagogia latinoamericana, los políticos venezolanos disputan el primer frente con los cantinflescos políticos mexicanos (en especial con quienes se dicen amigos de todos y esconden en la tierra su cabeza, pero enseñan todo el cuerpo de complicidades). ¿Quién no recuerda la verborrea de Carlos Andrés Pérez y al dialéctico de Luis Echeverría?

Felipe Calderón, el presidente del empleo y de los trabajadores, acompañado de los ultraliberales, defiende el globalismo capitalista cuasi salvaje (en un México estancado y sin desarrollo), y Chávez, acompañado de Fidel, defiende el anacrónico capitalismo de Estado cuasi salvaje (en una Venezuela estancada y sin desarrollo).

Ambos modelos están agotados en el siglo XXI porque mal utilizan los recursos no renovables. A su manera toleran a los viejos y nuevos buscadores de rentas (rent seeking) de la Hacienda Pública. Viven en países privilegiados a quienes el niño dios les escrituró un establo, y los veneros del petróleo el diablo, bendición y maldición de los recursos naturales que anticipó, alucinado, el poeta López Velarde.

Maldición petrolera que finalmente es compatible con el equilibrio macroeconómico a largo plazo, una marrullería ampliamente utilizada por la élite gobernante al implantar la ortodoxia económica convenenciera que ha transfigurado los abundantes recursos naturales en perversión-económica no competitiva.

El esperpéntico Chávez, sin saber de lo que se trata, habla de un Estado comunitario (sic). En este horizonte, llama la atención que los países nórdicos con una democracia consolidada y una sociedad civil bien organizada, esto aún es inalcanzable. Lo que sí tiene trascendencia para los venezolanos es la re-nacionalización de los servicios públicos de interés nacional que nunca debieron de estar en manos de extranjeros. Con estas medidas, el coronel avanza en su Proyecto Nacional Simón Bolívar 2007-2021: el petro-socialismo autoritario.

Es difícil que Chávez logre éxito con sus propuestas, convertidas ahora en decretos estatistas. Las instituciones sociales y del Estado venezolano operan con grandes fallas y la gobernabilidad es muy deficiente. El perfil autoritario (escucha, camarita), su soberbia (Venezuela tiene cinco veces más petróleo que México) y verborrea (un discurso populista y evangélico repetitivo), acabarán metiéndolo en un laberinto de problemas. El desmantelamiento de la democracia liberal sustituida por una democracia delegativa (élites militares autoritarias que recientemente festejaron su intento de golpe de Estado en 1992) es un costo catastrófico que los venezolanos están pagando.

Este brozo continental se está beneficiando del aumento internacional de los precios del petróleo y se desplaza con su cascabel golpista por la América andina y América Central travestido de Rey Midas, pero no hace nada para enfrentar la patología económica más grave de Venezuela: la riqueza petrolera que le escrituró el diablo, convertida por las élites gobernantes en maldición y perversión-económica-productivista. La petrolización genera grandes ganancias desfiscalizadas a los gorrones sociales de Venezuela y México (Free Riders).

A Chávez le favorece pelear contra el imperialismo, sobre todo contra el imperialismo esquizofrénico (fuera de lugar y tiempo) de Bush y con la derecha venezolana que ha intentado derrotarlo, pero no le alcanzará para impulsar el desarrollo y restaurar la democracia venezolana. El anacrónico estatismo, como modelo de desarrollo, es la re-edición trágica de la guerra fría, entre el desencanto de la democracia y el ultraliberalismo (panfletariamente llamado neoliberalismo).

La cultura política estatista de Chávez, consagrada por Fidel, está cerca del chino Raúl Castro (y del modelo despótico chino), pero está muy lejos del socialismo libertario o socioliberal y republicanista (Roselli-Bobbio-Pettit). Asumió su mandato anunciando expandir el socialismo bolivariano del siglo XXI, pero en la república bolivariana que se inventó por decreto no se atreverá a socializar los medios de producción. La creciente putrefacción de la partidocracia de Venezuela emerge como un funesto destino.

Entre nosotros, el desarrollismo mexicano, valiéndose de PEMEX, la empresa petrolera de todos los mexicanos (uno de los mitos geniales y constitutivos del príato), ha pagado el deficiente y simulado estado de bienestar social que hoy tenemos. Se nos acabó el petróleo, pero las ganancias de los rent seeking de la cosa pública (lo que nos pertenece a todos) siguen desfiscalizadas y la reforma hacendaría y energética que debimos realizar en la década de los noventa, todavía la estamos pensando.

El ingeniero Heberto Castillo (q.e.d) alertaba hace algunos años que comerciar petróleo crudo era como vender madera preciosa para hacer leña. Brasil (un país no petrolero) aprendió y, aplicando la investigación científica y la tecnología, es una potencia en energéticos. ¿Cuándo aprenderá México?

La globalización comercial fue en sus inicios una extraordinaria oportunidad para quienes tenían comparativamente mano de obra barata y para los países con problemas financieros que aspiraban a salir del desarrollo cuasi estancado (un crecimiento mediocre que no alcanza para la ciudadanía social, pobre y desigual). Así le entraron los países asiáticos y Finlandia. En el globalismo (la ideología globalizadora) contemporáneo, ¿cómo lo entenderán ahora México y Venezuela? ¿Se atreverá Calderón, después de Davós, a derogar el artículo 28 constitucional? ¿Qué es lo que quiere la polarizada América Latina?

El yunque nació criticando la doctrina social cristiana (inicialmente filo marxista) de la Iglesia Católica de los pobres y renegando de la socialdemocracia a la que consideran históricamente agotada. Espino, presidente del PAN (un partido que se ha desempeñado en el gobierno como administrador rentista) y de la marasmática ODCA (Organización Demócrata Cristiana de América), recientemente desenvainó la espada y lanzó criticas al populachero Chávez, deslizando ideas sibilinas de lo que puede ser el nuevo pensamiento socialcristiano de la ultraderecha en América Latina.

La nueva derecha-centro, encabezada (en grado superlativo) por Calderón en el contexto europeo de Davós, se lanzó contra las nacionalizaciones (hay que reinventar la nación) y contra la refundación del Estado (socioliberal y neorrepublicano, creador de nuevos espacios públicos y no-estatista ni privatizador), como respuesta a la crisis ultraliberal provocada por las políticas públicas del primero y el segundo Consenso de Washington.

La ultraderecha de Espino, la derecha centro de Calderón y la izquierda conservadora del Peje y sus aliados no son alternativas para el desarrollo integral y justiciero de una ciudadanía social, pobre y desigual, ¿Cuál será el proyecto alternativo de la izquierda democrática, socioliberal y republicanista? ¿Se podrá re-encontrar el Estado-Nación, desdibujado en la globalización, y retomar el impulso del desarrollo económico equitativo?

¿Tendrá por fin cerebro colectivo el proletariado, es decir, la hoy empobrecida clase media?

(*) Centro de Estudios del Espacio Público no Estatal. Profesor de la FCPyS-UNAM

Réplica y comentarios al autor: EspacioPublico_noEstatal@hotmail.com




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