Cerrando mis maletas para viajar a Berlín, Alemania, para participar en la Conferencia Internacional sobre la Desregulación y los Derechos Laborales, durante el cual se hará la primera presentación del libro de mi autoría: "El Proceso Político Cubano y su relación con el exterior", editado por Muñoz Moya Editores en Brenes, España, en su colección Biblioteca América.

Considerando que el tema puede ser de interés general para los preocupados por el destino de nuestros pueblos, me he tomado la libertad de hacer una exposición del contenido de esta obra.

Esta obra que hoy presentamos no es un libro de historia en que se pretende contar lo que le sucedió a un pueblo. No es tampoco una serie de testimonios sobre un proceso histórico y mucho menos un libro para la confrontación y el debate. Es un documento que muestra cómo un pueblo que pretende realizar su historia, enfrenta las corrientes anti-nacionales a veces creadas, a veces auspiciadas por intereses que responden a otros centros de poder.

José Martí en su forma única expresó: "No se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella". "El buen gobernante en América es el que sabe con qué elementos está hecho el país, y cómo ir guiándolo en conjunto, para llegar a buen destino, por métodos o instituciones nacidas dentro del país mismo. El gobierno no es mas que el equilibro de los elementos naturales del país".

El hombre -se ha afirmado- es un ser histórico y creador de historia por naturaleza. Consecuente con ello, sus realizaciones en sociedad han de estar normadas por sus experiencias y su conformación cultural. Cuando en su realización imita o trasplanta instituciones que corresponden a otras sociedades, crea inestabilidad, alienación y frustración.

Jean Bodin dijo que la primera utilidad de la historia es servir a la política. La historia no es la memoria de los pueblos; es su conciencia, es expresión inteligente y creadora, plasma vital de nuevos organismos, es proceso dialéctico de afirmación, conservación y creación. En consecuencia, comprendiendo este devenir, es evidente que las necesidades sociales y su satisfacción difieren conforme a su espacio-tiempo-histórico, así como las funciones del estado. La organización social y estructuras económicas han de determinarse acorde al mismo.

El espacio-tiempo-histórico es la realidad social misma que se conforma en la integración de los factores telúricos, étnicos, sociales, económicos, culturales y psico-sociales. Estos crean una unidad, interactuando entre sí, conformando las condiciones imprescindibles para permitir el desarrollo de una fuerza creadora de historia, en la que en el escenario y en el momento dado, en que -como dijera Hegel- la historia se eleva a la conciencia no de improviso, sino tras un prolongado proceso, convirtiéndose ésta en razón de acción político social.

Tratamos de expresar en esta obra los fundamentos para la interpretación de los hechos históricos, exponiendo en su parte primera que Cuba es un pueblo que nace después de un profundo mestizaje de indios, negros, andaluces, gallegos, canarios y otros pueblos de la España. Cuba es algo más que un pueblo que lucha en defensa de su identidad contra franceses, holandeses e ingleses en un período del proceso, y en otro contra ingleses y españoles; más tarde norteamericanos y soviéticos.

Cuba, es Cuba para esta obra, cuando surge como provincia española, resistiendo desde sus primeros días la presión de la corona, o de los que actuaban en su nombre; que muy pronto comenzó a ser llamada su población por el sector dominante, no importando lugar de nacimiento: "nativos", "criollos" o "gente de la tierra", levantisca e independiente, la cual busca nuevas formas para realizar su vida en sociedad.

Partiendo de esta perspectiva, se proyecta su orientación histórica cuando en 1568 el General de Flotas, Pedro Menéndez de Avilés, proclama la responsabilidad de Cuba con las provincias de ultramar, definiéndola como "el antemural de las Indias", presentando una proyección internacional al pueblo que surgía. Así como el Padre Félix Varela crea una conciencia ética a lo que ya se llamaba pensamiento revolucionario, y que posteriormente desarrollará y proyectará en clara orientación política, José Martí.

Los cabildos en sus luchas por la autonomía -municipalidades como los llamaríamos hoy- mostraron desde el mismo momento de la conquista que estaban inspirados en las comunas de Castilla. Tres siglos después, en la primera gran guerra de independencia, el Mayor General Vicente García -1875- estaba considerando para la Cuba independiente el proyecto de una Constitución Socialista para el estado cubano, redactado por el abogado matancero Miguel A. Bravo Sentíes. En su preámbulo se normaba que: "Cuba se constituye mediante la voluntad de sus hijos, en una nación libre e independiente, a cuyo amparo pueden vivir, sin distingos de razas ni credo político y religioso, todos los amantes de la libertad que aspiren a una forma de estado socialista igualitario". En este proyecto resultaba evidente que de nueva forma renacía el pensamiento de los comuneros de Castilla.

En la obra, a través de sus capítulos, se transpira agonía, vitalidad y crecimiento de un pueblo destinado a ser frontera de dos grandes civilizaciones.

El Presidente de México, Guadalupe Victoria y la Junta Promotora de la Libertad de Cuba, son el portón que nos permite ver la confrontación de Iberoamérica con los Estados Unidos en el caso de la independencia de Cuba.

La reafirmación iberoamericana de José Martí resulta determinante en lo que se ha llamado el pensamiento social-revolucionario cubano.

La guerra por la independencia de Cuba nos introduce directamente a las motivaciones de la injerencia de los Estados Unidos en Cuba y las Filipinas para construir su imperio.

La ocupación militar norteamericana y la república mediatizada son los capítulos que presentan la oligarquía colonial y la clase política de los que no tenían fe en la República protegida por la gran potencia imperial.

El gobierno del Presidente General Gerardo Machado fue el principio y fin de una época. En ella se produce la alianza de la vieja clase política, la oligarquía y los stalinistas frente a las fuerzas revolucionarias y de afirmación nacional que surgen en el proceso.

El gobierno revolucionario de 124 días y su colapso son un capítulo que debe leerse cuidadosamente, no porque es el momento dramático del proceso histórico del pueblo cubano, sino porque es un cúmulo de enseñanzas para los combatientes de todos los pueblos que pretendan crear una sociedad de justicia social y libertad.

El autenticismo en el poder ofrece también enseñanza para los que consideran que la llamada democracia representativa está en condiciones de crear un estado social de derecho en el mundo contemporáneo. Lo es mucho menos en el presente en que la embestida liberal con su política de globalización le es irresistible a las endebles estructuras de la llamada democracia representativa.

El libro concluye con el desplome del estado de derecho, con el golpe de estado liderado por el General Fulgencio Batista, lo cual trajo como consecuencia la caducidad de la vieja sociedad cubana y el surgimiento del confusionismo castrista hasta la desaparición de la Unión Soviética.

En síntesis podemos decir de este libro que refleja el proceso político sugerente de un pueblo, que en contra de propios y extraños, trata de construir desde el presente, su futuro.

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