Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
Blog Tools
Edit your Blog
Build a Blog
RSS Feed
View Profile
« November 2008 »
S M T W T F S
1
2 3 4 5 6 7 8
9 10 11 12 13 14 15
16 17 18 19 20 21 22
23 24 25 26 27 28 29
30
Entries by Topic
All topics  «
You are not logged in. Log in
El alacran del odio
Friday, 26 August 2005

Aqui les presento mi segundo cuento. No olviden emviarme sus comentarios a aldebaran_v@yahoo.com.mx Hasta la proxima historia.

El alacrán del odio.
Por Victor H. Valencia Vivas.

Siempre me pregunté como seria esto, los últimos instantes de mi vida; la veo pasar delante de mis ojos, puedo escuchar el latido de mi corazón, siento como ese golpeteo se va haciendo cada vez más lento y débil; trato de mover mi cuerpo, pero noto que no me responde, el aire comienza a sentirse tan denso como agua cuando trato de inhalar un poco y mientas... ellos estaban allí... fijamente puestos sobre mí... esos ojos del color de la noche observan como mi vida se apaga, esperan ansiosamente que tome mi ultimo aliento y deje de resistirme, que simplemente me deje morir por este veneno de ira que fluye por todo mi cuerpo. ¿Quién diría que existencia acabaría así?

Comenzó hace una semana; después de mucho trabajar tuve vacaciones en la primaria donde era profesor y en la universidad donde estudiaba. Sin perder ni un minuto el día en que me despedí de los pequeños de sexto y me dieron mis calificaciones en la escuela volví a casa para recoger mis cosas e irme a visitar a mis padres y a mi hermano. Les llamé y, sin nada más que hacer, me fui a la central y tomé el primer camión que encontré para Querétaro.

Adoraba ir a visitarlos, casi no los veía así que no perdíamos oportunidad en estar reunidos y poder ir aquí y allá. Además de eso podía salir e ir a tomar fotos de animales silvestres ya que la fotografía era mi gran pasión. Después de seis días con mi familia recibí la llamada de una de mis alumnas de 1°, Laura. Llamó para invitarme a su fiesta de cumpleaños que seria al día siguiente, entonces acordé con mi familia que al otro día saldría de vuelta para la capital y que ellos vendrían un par de días después y visitaríamos a los abuelos. Mi padre salió al jardín en la ultima noche que yo pasaría con ellos para regar sus plantas, cuando de repente me llamó. “Ven, corre y trae tu cámara,” grito, “pero no pierdas tiempo, que tu modelo se ira”. Cuando salí pude ver en el piso un pequeño alacrán que se quedó inmóvil debido a la presencia de mi papá. “Vaya, nunca había visto uno de estos tan de cerca,” murmuré mientras le quitaba el tapón al lente de la cámara, “¿y no son venenosos?,” pregunté al mismo tiempo que me caminaba cautelosamente hacia el animalito. “Pues si, pero no te preocupes, simplemente no te acerques mucho,” respondió mi padre sin quitarle la mirada de encima, “y es el macho, la hembra es de otro color,” agregó.

Logré tomar un par de buenas fotos de aquel diminuto ser, pero después de unos instantes comenzó a moverse rápidamente, primero fue hacia mi padre, pero el le apuntó con la manguera y lo lanzó hacia mí con un chorro de agua. Yo, entre el miedo y la emoción, no pude hacer nada más que aplastarlo con la suela de mi zapato.

Volvimos a la casa y mi padre nos dijo a mi hermano y a mí “saben, deberíamos salir a buscar a la hembra, esas cosas siempre andan en pareja, y el otro debe estar por aquí.” Sacó una linterna y nos fuimos los tres al jardín, sin embargo, en cuanto salimos logré ver que el pequeño alacrán estaba corriendo y literalmente “se lanzó” hacia una corriente de un pequeño río que pasa al otro lado de la calle. Había comenzado a llover, así que decidimos olvidarnos del asunto y volver adentro.

Esa noche tuve una pesadilla, fue la noche más horrible que jamás había tenido. En mi sueño estaba en medio de un bosque, temblando de frío bajo la lluvia, entonces un alacrán apareció de entre unos arbustos, estaba no muy lejos de mí, con su mirada fija, ver sus ojos era como sentir carbones ardientes a punto de tocar mis párpados, movía sus tenazas de un lado hacia el otro, lento, muy despacio y apenas tocando el piso, era casi tan largo como una de mis piernas; de repente y sin dar aviso se lanzó hacia mí, me tomó de un brazo, tiraba de mí tan fuerte que no podía darle batalla, entonces comenzó a jalarme hacia un río, con la otra tenaza sujeto una de mis piernas, sabia que tenia tantas oportunidades de liberarme como las que tiene una gacela cuando es aprisionada por un cocodrilo. Caímos juntos en la corriente y nos perdíamos en lo turbio de aquellas aguas. Desperdiciaba el poco aire que había en mis pulmones en dar gritos de horror que nadie escucharía. Golpeaba su cabeza con la otra mano, pero todo esfuerzo por liberarme era en vano. ¿Por qué no me acababa con su gran punta letal en un solo instante?

Mi cabeza estaba confundida entre las vueltas que dábamos debido a la corriente. Por un instante no supe de mí, hasta que me di cuenta que aquel animal estaba tratando de hacer mas grande la distancia entre sus tenazas. Comenzó a estirar en direcciones opuestas mis miembros que tenia aprisionados. El dolor era intolerable e interminable también. Un pequeño estruendo y después la corriente que nos arrastraba se había teñido de rojo. Mi pierna había sido separada del resto de mi cuerpo por aquel monstruo. El dolor fue tan intenso que me hizo despertar y caer del colchón sobre el que yacía. Me llevé las manos a la pierna que había perdido en esa pesadilla, estaba fría, adolorida, y el resto de mi ser trataba de convencerse de que había sido solo un horrible sueño y nada más.

Eran ya las 8 de la mañana, me levanté y me miré al espejo. Llevaba el color del miedo en mi rostro, color que teñía de negro el contorno de mis ojos y en mis mejillas la palidez del que ha visto a la muerte de cerca y se ha codeado con ella. Horrible sensación, aunque finalmente, ese ser maltrecho por un sueño muy real era yo. Pero no había tiempo para detenerme a pensar, no, esta vez no tenia tiempo para pensar ni en mí mismo. Tenia un compromiso al cual llegar y eso era todo.

Me metí en los pantalones, la playera perdería las arrugas en el viaje, tomé mi gorra y recogí mis cosas, tome mi maleta, escribí una nota para mis padres y ahora si, todo estaba listo. “Son las 8:15 a.m. y acabo de salir hacia la terminal, les llamo en cuanto llegue, los quiero” decía la nota. Al dejarla me detuve un instante, con la mirada perdida y mi mente aun atormentada por el recuerdo de aquel sueño. ¿Había sido provocado por la culpa de haber matado a un insecto? ¿Y como podría yo saberlo? Es más, ni siquiera estaba seguro de si aquello que maté era un insecto o que diablos era. Tomé mis llaves y me dispuse a partir.

Al abrir la puerta que da al patio delantero, la vi, estaba de pie, a unos cuatro metros de mí y al otro lado de la reja que rodeaba la casa. Me quedé impactado al observarla. Una mujer con una piel que parecía cubierta por la más fina arena del mar, con el brillo de dos esmeraldas en sus ojos y cientos de hilos de plata por cabello. Simplemente, estaba allí, desnuda y de pie. No pude evitar darle una mirada de curiosidad a su cuerpo, a sus pechos firmes y delicados, casi infantiles y que terminaban donde comenzaba aquel abdomen perfectamente formado y lleno de fuerza. Cuando finalmente logre romper su embrujo sólo pude preguntarle “¿estas bien? ¿Necesitas ayuda?” En ese momento pude notar una mueca en su cara... una sonrisilla, sí, eso fue. Y cuando mi mirada se unió a la suya ... un escalofrió me recorrió la espina dorsal... solté mi maleta y mis músculos me traicionaron en ese momento, no podía moverme, no sabia que hacer, estaba perdido en el fuego de su mirar... un sentimiento de déjà vu golpeó la poca sensatez que me quedaba. Esa mirada, esos ojos como carbones ardientes, llenos de ira, de furia, de coraje... habían sido sacados de mi sueño... el horror que invadió mi corazón y que paralizo mis piernas me lo dijo.

Un instante después, ella sujetó la reja con sus delicadas manos y comenzó a sacudirla estrepitosamente, como tratando de derribarla. Yo retrocedí, pero choqué con un sillón y caí al piso. Ella continuaba sacudiendo la reja, sus frágiles brazos fueron lo suficientemente fuertes como para comenzar a doblar los barrotes de hierro que la mantenían a ralla. Al darse cuenta de que no podía retirarlos, se detuvo y comenzó a escalar por la reja de 3 metros y medio hasta alcanzar la parte mas alta que estaba rodeada de alambre de púas, pero eso no fue impedimento para ella, lo arrancó todo de golpe con el mismo esfuerzo con el que un niño arrancaría los pétalos de una rosa, y cual felino, se lanzó hacia el suelo. Logré incorporarme, traté de empujar la puerta para evitar que entrara... cerca estuve de lograrlo... sin embargo, cruzó los cuatro metros que nos separaban antes de que yo pudiera cerrar la por completo, fue como si un berserker fuera quien quería entrar y no ese ángel endemoniado.

El impacto de la puerta me hizo volar por el aire y antes de que pudiera abrí los ojos sentí su manos en mi garganta; me levantó del suelo con la misma intensidad con la que trató de derribar la reja. Me impacto contra una pared... ¿qué era esto a lo que me enfrentaba? ¿De donde provenía toda esa maldad que acompañaba cada uno de sus movimientos?

En el momento en que todo mi ser era ya presa del pánico y el desconcierto, ella comenzó a estremecerse. El aire no podía pasar más por mi contraída traquea... unos ruidos provenían de detrás de ella... primero, quebrar de huesos... tejidos y piel rompiéndose al unísono... había sufrimiento en su rostro, pero parecía estarlo disfrutando... y la muerte apareció detrás de ella... se hizo presente esa media luna y su punta majestuosa, afilada en la misma roca en la cual Átropos afilaba sus tijeras. Una cola de alacrán que comenzaba en su cintura y así, inclinando su cabeza un poco de lado, no había nada que se interpusiera entre mi pecho y su “lanza” envenenada. Clavo la punta, por encima de su hombro, justo entre mi corazón, mis pulmones, mi traquea y mi alma.

¡Que sensación! No hubo dolor, sólo sentí un fuego que se iba esparciendo lentamente por mis venas. “Pronto terminara todo,” me susurró al oído, “el odio que siento por ti me convirtió en lo que vez... y pronto marcaré el fin de tu vida, así como marcaste el de aquel ser cuya descendencia llevo ahora dentro de mí.”

Solo un suspiro ha durado el huracán, ahora me siento como en el centro de éste, donde por fin hay paz, pese a lo turbio de los vientos de alrededor. No hay más dolor, ni miedo, ni nada que se le parezca... simplemente sigo aquí, tendido en el ultimo lugar donde estuve cuando vivía. En fin, es hora de partir, de cualquier forma si haré un viaje, pero como me gusta hacerlos... ligero, sin equipajes ni maletas, es más, esta vez mi siquiera mi cuerpo podré llevar.

Es extraño verme allí, tirado en medio de los sillones, con mi pecho destrozado y un pequeño alacrán encima, con la vida abandonando su insignificante y pálido cuerpo. Pobrecilla, lo dio todo en un instante, convirtiendo toda la vida en ella en ese veneno mortal. ¿Y que dirán mis padres y mi hermano cuando vuelvan a casa? ¿Quién les explicara lo que paso aquí? ¿Quién le dirá a esa pequeña niña porque no pude acudir a su fiesta de cumpleaños? Bueno, eso es algo de lo que ya no me puedo preocupar. Mi destino ha sido marcado por el veneno del odio y debo continuar mi camino hasta ese lugar donde todas las almas se reúnen en el mas allá... debo empezar a recorrer la ultima senda de todo viajero, sin volver la vista atrás.

Fin.

(1) Berserkers: Gigantes de la mitología escandinava que, poseidos por una incontenible furia durante la batalla, realizaban las proesas más extraordinarias.

(2) Una de las tres parcas, diosas del destino de cada individuo. Cloto hilaba el hilo de la vida, Laquesis lo devanaba y Átropos lo cortaba.


Posted by poetry/tales at 9:26 PM EDT
Updated: Saturday, 15 October 2005 10:43 AM EDT
Post Comment | Permalink | Share This Post

Newer | Latest | Older