Como cristianos metodistas estamos llamados a tener el
mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, ya que hemos sido regenerados por su
gracia y para ser sus discípulos, aquí en la tierra. Ahora bien, debemos tener
claro, que hemos sido regenerados sólo por la misericordia de Dios y no por
sabiduría o doctrina humana. El Espíritu Santo, ha venido obrando desde hace
mucho tiempo atrás para que se haga realidad nuestra salvación. En este proceso,
podemos decir, que es la experiencia personal de nuestra salvación la que puede
dar testimonio de ello. Ahora bien, la experiencia de la fe no es estática, sino
dinámica, por lo que nos mueve a una constante renovación de nuestra vida
personal, y por consiguiente a una renovación social, que hace distintivo el
espíritu renovador o revolucionario del cristiano metodista. Es un constante ¡No al conformismo!
Este hecho salvífico de Dios, nos lleva a amarle y serle
fiel de por vida, lo que implica, vivir una vida en santidad. Esta vida en
santidad conlleva a practicar el verdadero amor de Dios, el cual no queda en
nosotros mismos, sino que este amor es compartido con aquellos que no lo conocen
o lo necesitan; es decir, llamados a consagrar nuestras vidas a favor de
nuestros prójimos, dar lugar a la santidad social. El amor a nuestro prójimo es
un asunto de poner en práctica la fe, y ésta se da de muchas maneras: el servicio
social, el respeto a la persona humana, la libertad de pensamiento y a las ideas.
Juan Wesley decía: “Los metodistas son los únicos que no insisten en que
sustentéis esta o aquella opinión, sino que piensan y dejan pensar” (Wesley en
1788, Glasgow, Inglaterra).
Por
otro lado, el amor de Dios nos une y nos llama a trabajar unidos, juntos con
otros, por la redención del mundo, que viene a ser nada menos, nuestro espíritu
ecuménico en la aldea global. Justamente, ahora más que nunca, que los grupos sociales y religiosos
tienden a dividirse, a separarse, a aislarse para no contaminarse de otras ideas
o ideologías. El mundo, que es nuestra aldea global, necesita estar más unido y luchar
juntos por el establecimiento de la justicia social en los pueblos y porque la
palabra de Dios sea la norma que rija la vida de todos los seres humanos.
Finalmente, un cristiano metodista, debe tener el mismo sentir que hubo en Cristo
y su meta debe ser llegar a la estatura de la plenitud de él. Que el mundo sepa
que somos cristianos y
que estamos listos para anunciar las Buenas Nuevas
del Señor, para
hacer real el evangelio en la vida de cada persona. Amén.