
SÓLO POR LA FE EL JUSTO SE SALVA
(Marcos 10:46-52)
Este relato está precedido por un hecho que sin duda alguna marcará la diferencia con este otro relato bíblico, se trata nada menos que el pedido de Santiago y de Juan que le hacen a Jesús (vv. 35 al 45). Ambos le piden a Jesús el favor de colocarse a sus lados, cuando esté en el Reino. De hecho que Jesús no accede a este pedido por considerarlo fuera de lugar y fuera de su alcance. Eso mismo sucede hoy en día con muchos creyentes que sólo buscan su bienestar personal, sin importarles el bien común. Piden al Señor cosas imposibles de hacer y sólo están en las filas de la iglesia por algún interés personal nada más. Buscan qué pueden obtener a través de un cierto favoritismo religioso y no por la fe.
Al salir de esa situación embarazosa y de la ciudad de Jericó, Jesús es llamado por un ciego cuyo nombre es Bartimeo, el cual se encontraba mendigando junto al camino y de pronto escuchó que venía Jesús nazareno. Este hombre lo llama en forma insistente, pero al hacerlo reconoce que él era el Mesías y pide su misericordia, es decir, su compasión ante su situación, a pesar de que la multitud lo reprendía. Pero él insistía, no le importa lo que la gente pueda decir, le interesa más su salvación y restauración personal.
A este llamado, a diferencia con Santiago y Juan, Jesús si se detiene y tiene mucho interés en escucharlo y ver qué puede hacer por él. Jesús manda llamarlo y Bartimeo, sin pensarlo dos veces, acude a su llamado dejando todo lo que tiene. Obedece al llamado de Jesús y no se resiste. Cuánta gente humilde viene al Señor sólo por la fe y buscando su salvación nada más, no buscan mayores beneficios. Escuchan el llamado del Señor y acuden prestos a seguirle. Cada uno de nosotros podría decir que eso mismo nos pasó cuando el Señor nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, para ser su pueblo escogido y anunciar sus Buenas Nuevas (1 P. 2: 9). Ante esa situación, Jesús toma la iniciativa y le pregunta qué quiera que haga por él. Como siempre, Dios ha tomado la iniciativa para alcanzarnos la salvación. Antes de que nosotros nos propusiéramos, él ya sabía cuál era nuestra necesidad y situación. Es la gracia preveniente operando en el nuevo creyente. La respuesta de este hombre mendigo, ciego y marginado socialmente es inmediata: “Maestro que recobre la vista” ¿Cuánto de nosotros respondemos a su llamado y le presentamos nuestras necesidades, con la confianza de este humilde hombre, de que el Señor, el Maestro, nos restaurará de todas nuestras heridas, dolores, sufrimientos y llantos?
Una vez más, la respuesta de Jesús no se hizo esperar: “Vete, tu fe te ha salvado” Ahora el efecto de esa fe en el Señor es doble: salvación y sanidad. Jesús ha mirado el corazón humilde de Bartimeo y a él si le concede el favor. Otra vez, ¡qué diferencia con Santiago y Juan! Ellos fueron soberbios ante el Señor. La Escritura es contundente, nos dice que Dios atiende al humilde y al altivo lo mira de lejos (Sal. 136:6).
La lección de este relato es que la fe humilde, sincera, sin buscar algo a cambio y que reconoce el poder de Dios, siempre tendrá su favor. Por eso el profeta Habacuc y el apóstol Pablo afirmaron: “El justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4; Ro. 1:17). Los orgullosos y los altivos no alcanzarán este favor de Dios. Este aspecto de la vida cristiana también fue resaltado y rescatado por el monje Martín Lutero y por todo el movimiento de la Reforma del siglo XVI. La fe es fundamental para la salvación, no hay otro camino. Sólo el que confiesa que Jesucristo es el Señor, será salvo y también su casa (Hech. 16:31). De alguna forma, la Reforma hizo que la Iglesia volviera a las fuentes del Evangelio.
Tú, que aún no conoces al Señor y quieres ser salvo, te puedo decir que sólo hay un camino para lograrlo: arrepiéntete de corazón de todos tus pecados y acepta al Señor Jesucristo como tu único y suficiente salvador y serás salvo tú toda tu casa. Que el Espíritu Santo te guíe y te prepare para escuchar el llamado del Señor y puedas hacer tu decisión personal. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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