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  LA INTELIGENCIA DIVINA Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

(Proverbios 1:7)

“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” (Proverbios 1:7)

Hoy en día, vivimos en un tiempo donde la tecnología avanza más rápido de lo que podemos asimilar. La inteligencia artificial (IA) ya no es ciencia ficción: está en nuestros teléfonos, en las máquinas que usamos para trabajar, en las aplicaciones que nos guían, en los diagnósticos médicos, incluso en los algoritmos que deciden qué noticias leemos.

Ante este panorama surge la pregunta: ¿cómo se compara esta inteligencia creada por los seres humanos con la inteligencia divina que viene de Dios? Trataremos de responder a esta pregunta, de la siguiente manera:

1. La inteligencia artificial: un logro humano limitado

La Biblia reconoce que Dios dio al ser humano la capacidad de crear y desarrollar conocimiento. “Llenó de sabiduría de corazón para que hagan toda obra de artífice...” (Éxodo 35:35). La IA es una muestra de esa creatividad dada por Dios.

Sin embargo, la inteligencia artificial: Aprende de datos humanos, y por eso hereda errores, prejuicios y limitaciones. No tiene conciencia moral. Puede procesar información, pero no puede amar, perdonar ni discernir lo eterno. Depende de energía y programación. Si falla la electricidad o se corrompe un código, la IA se apaga.

La inteligencia artificial es una creación, una herramienta diseñada para un propósito específico: la eficiencia, la automatización, la resolución de problemas.

2. La inteligencia divina: fuente de vida y verdad

En contraste, la inteligencia de Dios no está limitada por datos ni algoritmos. No tiene origen. Es eterna. Dios es la fuente de toda sabiduría y entendimiento. Su inteligencia no es una herramienta; es su misma esencia. El propósito de la inteligencia divina es la gloria de Dios y la redención del hombre. No busca eficiencia, sino santidad.

De ahí que, Dios es omnisciente: “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito.” (Salmo 147:5).

La inteligencia divina no solo acumula información, sino que otorga sabiduría para vivir rectamente. Su sabiduría es eterna y perfecta, guiada por el amor, la justicia y la misericordia.

La diferencia esencial es que la IA responde a preguntas, pero la inteligencia divina responde a la vida misma.

3. El peligro de confiar en la inteligencia artificial como ídolo

La historia bíblica nos advierte que cuando el ser humano confía demasiado en sus obras, cae en idolatría. En Babel se levantó una torre “para llegar al cielo” (Génesis 11:4), pero Dios confundió las lenguas. Hoy corremos el riesgo de hacer de la IA una nueva torre de Babel: Pretender que nos dará seguridad absoluta. Creer que puede sustituir a Dios o a la sabiduría del Espíritu Santo.

La IA puede ser útil, pero nunca puede salvar, perdonar, ni dar vida eterna. La sabiduría divina no es solo conocimiento, sino la capacidad de aplicar ese conocimiento de manera piadosa y justa. La sabiduría de Dios se revela en la cruz de Cristo, que al mundo le parece locura (1 Corintios 1:18), pero es el plan perfecto de Dios para salvar a la humanidad.

4. El llamado a vivir con la inteligencia divina

La verdadera pregunta no es cuán inteligente sea la tecnología, sino: ¿cuánto permitimos que la inteligencia divina gobierne nuestra vida? Santiago 1:5: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.”

La inteligencia divina nos enseña a discernir entre el bien y el mal. Nos guía en decisiones que ninguna máquina puede tomar por nosotros: cómo amar, cómo perdonar, cómo servir, cómo confiar en Cristo. La inteligencia divina manifestada en Jesucristo, busca una relación personal con nosotros. No solo nos conoce intelectualmente, sino que nos ama. Él Se humilló a sí mismo, se hizo hombre para morir por nuestros pecados. Esta es una verdad que trasciende cualquier algoritmo. La IA no puede sustituir la comunión con el Espíritu Santo. No puede darnos la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Como conclusión, bien podemos decir que la inteligencia artificial es una herramienta poderosa, pero limitada. Puede ayudarnos en tareas prácticas, pero no puede responder a las preguntas eternas del corazón humano. La inteligencia divina, en cambio, es perfecta, eterna y salvadora.

Oremos: Padre Celestial, te damos gracias por Tu infinita sabiduría y por el regalo de la inteligencia que nos has dado. Ayúdanos a discernir en este tiempo de cambios tecnológicos. Que nunca permitamos que una máquina, por más inteligente que sea, ocupe el lugar que solo a Ti te pertenece. Guíanos con tu Espíritu para usar la tecnología para Tu gloria y para amar a nuestro prójimo. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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