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  VIVIENDO CON SABIDURÍA Y HUMILDAD

(Santiago 1:19-20)

“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.”

Hoy en día, vivimos en un mundo lleno de palabras rápidas, reacciones inmediatas y emociones desbordadas. Las redes sociales, la televisión y hasta nuestras conversaciones cotidianas muestran cuánto nos cuesta escuchar, cuánto nos apuramos en hablar y cuán fácilmente nos enojamos.

El consejo de Santiago es profundamente práctico y espiritual: nos enseña a cultivar un carácter que refleje la justicia de Dios en nuestras relaciones diarias. Este sermón lo desglosaremos en tres puntos claves:

I. “Pronto para oír”

¿Qué significa ser "pronto para oír"? No es simplemente escuchar ruidos o palabras; es prestar atención activa. Es un acto de humildad. Es reconocer que no lo sabemos todo y que los demás, incluso aquellos con los que no estamos de acuerdo, pueden tener algo valioso que decir.

Escuchar es un acto de humildad: reconocemos que no lo sabemos todo. Antes de saltar a conclusiones, antes de preparar nuestra respuesta, debemos escuchar. Escuchar a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestros colegas, a nuestros hermanos de la iglesia. Escuchar sus corazones, sus preocupaciones y sus perspectivas. Jesús mismo escuchaba a las personas antes de responder (piénsese en los diálogos con los enfermos o con Nicodemo).

Debemos ser "prontos para oír" la voz de Dios a través de Su Palabra. La Biblia no es un libro que simplemente leemos; es un mensaje que debemos escuchar con el corazón abierto, listos para ser transformados por su verdad. Escuchar es un ministerio: cuando prestamos atención al otro, le damos dignidad y valor.

Escuchemos más la Palabra de Dios (Romanos 10:17: “La fe viene por el oír”). Escuchemos con amor a los demás, especialmente en el hogar.

II. “Tardo para hablar”

Esta segunda instrucción fluye naturalmente de la primera. Si somos prontos para oír, seremos "tardos para hablar." El mundo de hoy premia la rapidez en la respuesta. Las redes sociales nos animan a reaccionar instantáneamente. Pero la sabiduría de Dios nos llama a la pausa, a la reflexión.

El libro de Proverbios nos advierte una y otra vez sobre el peligro de la lengua descontrolada. Las palabras tienen el poder de edificar o de destruir, de sanar o de herir. Ser "tardos para hablar" nos da el tiempo necesario para: a) Considerar nuestras palabras: ¿Lo que voy a decir es verdadero, necesario y bondadoso? b) Controlar nuestras emociones: Las palabras que se dicen en un momento de pasión o enojo rara vez son constructivas.

Es bueno tener en cuenta la actitud de Job, frente al sufrimiento, primero guardó silencio y adoró a Dios antes de hablar (Job 1:20-22). Jesús guardó silencio ante sus acusadores, mostrando control y sabiduría (Mateo 26:63).

III. “Tardo para airarse”

Finalmente, Santiago nos confronta con la emoción más destructiva de todas: la ira. Él nos dice que seamos "tardos para airarse." La razón es crucial: "porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios."

Esta no es una justificación para la pasividad, ya que sabemos que hay una ira justa—como la de Jesús al purificar el templo—pero la ira de la que Santiago nos habla es la ira egoísta, la que se alimenta del orgullo, del resentimiento y de la autodefensa.

¿Por qué esta ira "no obra la justicia de Dios"? Porque la justicia de Dios se manifiesta en el amor, el perdón, la paciencia y la misericordia. Cuando estamos dominados por la ira, somos incapaces de reflejar estas cualidades. La ira nos ciega, nos hace egoístas y nos aleja del camino de la rectitud.

Tengamos en cuenta estos dos aspectos;

a) La naturaleza de la ira humana

No toda ira es pecado, pero la mayoría de nuestra ira nace del orgullo y del egoísmo. La ira descontrolada rompe relaciones, genera violencia y hiere corazones.

b) La ira de Dios vs. la ira del hombre

La ira de Dios es justa y santa, siempre busca el bien y la justicia. La ira del hombre, dice Santiago, “no obra la justicia de Dios.” Cuando nos dejamos dominar por la ira, dejamos de reflejar a Cristo.

En conclusión, Santiago nos llama a vivir con una actitud contracultural: Escuchar más que hablar. Hablar con sabiduría, no con prisa. Controlar la ira para reflejar la justicia de Dios.

Este pasaje nos invita a crecer en paciencia, humildad y dominio propio, virtudes que solo el Espíritu Santo puede producir en nosotros. Pidamos al Señor nos permita vivir con sabiduría y humildad. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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