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  JESÚS NOS LIBERA DE LA ATADURA DEL SÁBADO

 

(Lucas 13:10-17)

El pasaje que hoy reflexionaremos nos presenta a Jesús en la sinagoga, un día de reposo, sábado. Allí se encuentra con una mujer encorvada, atada por 18 años. Jesús la ve, la llama, la toca, y la libera. Lo que debía ser un día de bendición se convierte en controversia, porque el jefe de la sinagoga se escandaliza al ver un milagro realizado en sábado. Su condición no es simplemente física; la Escritura nos dice que un espíritu la ha mantenido encorvada, incapaz de enderezarse por completo.

Este relato no es solamente una anécdota antigua. Es una palabra viva que nos habla de nuestra condición, de la compasión de Cristo y de la libertad que Él trae. Haremos la reflexión de la siguiente manera:

1. Una mujer encorvada (v. 10-11)

La situación de esta mujer es un reflejo de muchas de nuestras propias cargas. Al igual que ella, a menudo estamos encorvados por el peso de la enfermedad, el dolor, la ansiedad, o las circunstancias de la vida. A lo largo de los años, estas cargas pueden llegar a ser tan familiares que casi las aceptamos como parte de quienes somos, sin esperanza de que las cosas puedan cambiar. La mujer llevaba 18 años con esta condición, un tiempo largo, pero la llegada de Jesús lo cambió todo.

Es interesante ver que la mujer no pidió ser sanada. Simplemente estaba allí, cargando su dolor de 18 años. Estaba encorvada, mirando al suelo, incapaz de enderezarse. Esto nos recuerda cómo el pecado, las heridas o las cargas de la vida nos doblan, nos quitan la esperanza y nos hacen mirar solo hacia abajo. El texto dice que estaba “atada por Satanás”, recordándonos que muchas veces lo que vivimos no es solo enfermedad física, sino opresión espiritual.

Quizás algunos aquí nos sintamos encorvados por preocupaciones, resentimientos, adicciones o dolores pasados. Tal vez seguimos caminando, pero con la mirada fija en el polvo, sin levantar los ojos al cielo. Hoy en día, hay muchas personas que también caminan encorvadas, abrumadas por el peso de sus pecados, enfermedades, adicciones o problemas familiares. No hay esperanza. Todo está perdido. Este pasaje nos da una gran enseñanza de cómo Jesús nos puede liberar de todo aquello que nos oprima.

2. Un Jesús que ve y llama (v. 12-13)

Lo primero que Jesús hace es verla. Él no espera a que ella se acerque o le pida ayuda. La ve en su condición, la llama, no basta con verla, Él toma la iniciativa, y le dice: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Este simple acto de llamar a alguien por su nombre muestra su profundo respeto y compasión. Jesús no solo sana su cuerpo, sino que también libera su espíritu. Le impone las manos, un gesto que transmite cercanía, sanación y bendición. Inmediatamente, la mujer se endereza y glorifica a Dios.

La mujer es un ejemplo de cómo la fe y la acción de Dios trabajan juntas. Ella es restaurada por completo. Este milagro es una poderosa demostración de que Jesús vino a liberar a los cautivos, a enderezar lo que está torcido y a traer esperanza a los que la han perdido.

En estos tiempos, Jesús sigue mirando, llamando y tocando. No importa cuántos años hayamos llevado nuestras cargas, Él tiene poder para liberarnos en un instante. La liberación es inmediata, más allá de cualquier diagnóstico médico o ritual religioso.

3. Un conflicto religioso (v. 14-16)

Pero la historia no termina ahí. La reacción del jefe de la sinagoga es reveladora. Él no se alegra por la curación de la mujer, sino que se enoja con Jesús por haber realizado la curación en sábado. Su crítica no se centra en la acción de sanar a una persona, sino en el momento en que se hizo. Su enfoque está en la ley y las reglas, no en la compasión y el amor. Para él, la tradición humana era más importante que la necesidad humana.

Jesús confronta esta hipocresía directamente. Les hace una pregunta simple pero poderosa: “¿No desata cada uno de ustedes su buey o su burro del pesebre en sábado para llevarlo a beber? ¿Y a esta mujer, que es hija de Abraham y que Satanás tenía atada durante dieciocho largos años, no se le debe liberar de esa atadura en sábado?”. Jesús deja claro que la ley debe servir al propósito de amar y liberar, no para oprimir y esclavizar.

Aquí Cristo muestra que el sábado no es para oprimir, sino para liberar. El verdadero descanso se encuentra en la gracia. A veces nosotros también ponemos cargas sobre otros. Pensamos más en las formas que en las personas. Pero Jesús nos recuerda que la prioridad de Dios es la misericordia. La religión sin amor encorva más a las personas; Cristo endereza y restaura.

4. La gloria de Dios y la alegría del pueblo (v. 17)

Los adversarios de Jesús quedaron en vergüenza, pero el pueblo se alegraba. El milagro de la mujer encorvada se convierte en testimonio de la gloria de Dios. Cuando alguien es liberado, toda la comunidad es bendecida y se goza. Cuando Cristo nos libera, no solo nosotros somos transformados, sino que la iglesia entera se llena de alegría y de gozo. Nuestro testimonio trae esperanza a otros.

Este pasaje nos invita a examinar dónde están nuestras prioridades. ¿Valoramos más las reglas o las personas? ¿Estamos dispuestos a ir más allá de la tradición para mostrar el amor de Dios? El mensaje es claro: Jesús rompe las cadenas y nos endereza para la vida plena en Dios.

Que hoy podamos acercarnos a Dios con la misma fe que tuvo esta mujer, sabiendo que Él está dispuesto a enderezar lo que está torcido en nuestras vidas y a liberarnos de toda atadura. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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