
tener SED DE DIOS
(Salmo 63:1-5)
El Salmo 63 se cree que fue escrito por David “cuando estaba en el desierto de Judá”. Este lugar era seco, caluroso, inhóspito… y, sin embargo, allí David expresa la más profunda búsqueda de Dios. Este pasaje nos recuerda que a veces nuestras mayores experiencias espirituales nacen en medio de la sequedad y la escasez.
El Salmo es una expresión profunda de anhelo y devoción a Dios. A través de estos versículos, el salmista David nos enseña sobre la sed espiritual, la búsqueda constante de la presencia de Dios y la alegría que se encuentra en Su amor inquebrantable. Este pasaje es un sermón en sí mismo, lleno de lecciones para nuestra propia vida de fe, para los tiempos de hoy.
David comienza con una poderosa declaración: "Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas." En el contexto de un desierto, la sed es una necesidad física abrumadora. El agua es vida. David usa esta imagen para describir su sed espiritual. Él no solo quiere a Dios, sino que lo necesita con una intensidad que se compara con la de una persona moribunda en el desierto que busca agua. Esta sed no es una preferencia, es una necesidad vital.
En verdad, David no está sediento de agua física solamente, sino de Dios mismo. “Mi alma tiene sed de ti” – es un deseo intenso, una necesidad vital. La imagen del desierto nos habla de carencia total; nada más puede suplir esa sed. En estos tiempos, muchos buscan saciar su sed en el éxito, en las posesiones o en las relaciones, pero todo eso es como beber agua salada: da más sed. El creyente maduro reconoce que la vida sin comunión con Dios es un desierto.
Esta sed debe movernos a buscarle de madrugada — con prioridad, con urgencia, sin distracciones. Es bueno preguntarnos: ¿Tenemos esa misma sed por Dios? ¿Lo buscamos con la misma urgencia y anhelo que buscar las aguas en un desierto? La búsqueda de Dios no debe ser un pasatiempo de fin de semana, sino una necesidad diaria y vital.
David recuerda: “Así como te he mirado en el santuario”. Antes de estar en el desierto, había visto la gloria de Dios en el templo. Esa memoria le da esperanza ahora, en medio de la sequedad. De ahí que, las experiencias pasadas con Dios son anclas para nuestra fe en tiempos difíciles.
Él recuerda los momentos en el santuario, donde experimentó la presencia de Dios. Él no solo anhela a Dios por lo que puede obtener de Él, sino por quién es Él. La misericordia de Dios, su amor y fidelidad, son mejores que la vida misma. Esto significa que la relación con Dios es más valiosa que cualquier posesión, logro o incluso que la propia existencia terrenal.
Por otro lado, no podemos vivir solo de recuerdos, pero ellos, nos inspiran a buscar nuevas manifestaciones de su poder y gloria. La verdadera visión espiritual no es ver soluciones humanas, sino ver a Dios mismo obrando.
La respuesta natural a esta verdad es la alabanza. David declara que sus labios alabarán a Dios y que levantará sus manos en señal de adoración y entrega. La alabanza no es una obligación, sino el desbordamiento de un corazón que ha encontrado su mayor tesoro.
Finalmente, David concluye con una imagen de completa satisfacción: "Como de médula y de grosura será saciada mi alma, y con labios de júbilo te alabará mi boca." La "médula y la grosura" eran las partes más ricas y nutritivas de un animal sacrificado. Es un lenguaje que evoca una comida deliciosa y saciante. David no solo está un poco satisfecho, sino completamente lleno y nutrido por la presencia de Dios. Su alma encuentra descanso y gozo.
Es por eso que, cuando nuestra alma está llena de Dios, nuestras preocupaciones se disipan y el júbilo brota de manera natural. El mundo puede ofrecer placeres momentáneos, pero solo Dios puede ofrecer una satisfacción que llena hasta lo más profundo de nuestro ser.
Al final, David llega a una conclusión sorprendente: “Mejor es tu misericordia que la vida”. Para él, perder todo sería soportable si no pierde la misericordia de Dios. Esa misericordia produce alabanza, levantamiento de manos, y gozo en el corazón. Hoy podemos decir que, en Cristo, la gracia de Dios nos sostiene en cualquier sequía emocional, física o espiritual. El gozo del Señor no depende de circunstancias favorables, sino de su fidelidad eterna.
En conclusión, bien podemos decir que este Salmo 63:1-5 nos llama a examinar la profundidad de nuestra relación con Dios. Nos invita a pasar de una fe superficial a una sed apasionada. Nos recuerda que la presencia de Dios es más valiosa que cualquier otra cosa y que la verdadera satisfacción se encuentra en Él.
A la luz de este Salmo sería bueno preguntarnos: ¿Qué tal si hoy, en lugar de buscar la satisfacción en las cosas del mundo, hacemos de este Salmo nuestra oración? Busquemos a Dios con la misma intensidad que David, con la certeza de que Su misericordia es mejor que la vida, y que Él nos saciará de una manera que nada más puede hacerlo. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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