
HACIA UNA RENOVACIÓN TOTAL DE LA CREACIÓN
(Apocalipsis 21:1-5)
Hoy en día, vivimos en un mundo lleno de injusticias, enfermedades, guerras, catástrofes y dolor. Todos anhelamos algo mejor, un lugar de justicia, paz y amor eterno. La promesa que el Señor hace sobre un cielo nuevo y una tierra nueva no es solo una esperanza lejana; es una certeza firme para quienes creen en Jesucristo.
Dios no dejará este mundo en su estado caído. Él está preparando una renovación total, una nueva creación donde todo será perfecto, eterno y santo. En ese sentido, no debemos perder la fe y la esperanza de que así será.
Sobre este tema, encontramos en la Escritura las siguientes referencias: Isaías 65:17; Isaías 66:22; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1.
"El primer cielo y la primera tierra pasaron…"
El mundo que conocemos no es eterno. La Escritura nos dice que este mundo está sujeto a corrupción (Romanos 8:20-21). Todo lo que ahora vemos será transformado. No habrá más separación, simbolizada por "el mar" que ya no existirá. Este lenguaje indica el fin del caos, del abismo, del misterio que separa a Dios de la humanidad.
No pongamos nuestra esperanza en lo pasajero. Casas, títulos, dinero, todo pasará. La promesa de Dios permanece.
"Vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo…"
Esta no es una ciudad construida por hombres, sino por Dios mismo. Es santa, es decir, separada del pecado. Es hermosa, como una novia preparada para su esposo. Esta imagen es profundamente relacional: Dios quiere una comunión íntima y eterna con su pueblo.
Dios no nos llama solo a un lugar, sino a una relación. La ciudad es santa porque sus ciudadanos han sido redimidos por la sangre del Cordero.
"He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres…"
Desde el principio, Dios ha deseado habitar con su pueblo. Lo hizo en el Edén, luego en el tabernáculo, después en el templo, y finalmente en Jesucristo, “Dios con nosotros”. Pero en el cielo nuevo, esa presencia será total, sin velos, sin barreras.
Hoy experimentamos a Dios por fe. Entonces, lo veremos cara a cara. ¡Qué gloriosa comunión nos espera!
"Enjugará Dios toda lágrima…"
No habrá más muerte. No más funerales. No más hospitales. No más despedidas. Cada lágrima será consolada por el mismo Dios. El dolor y el llanto quedarán en el pasado.
El sufrimiento presente no se compara con la gloria venidera (Romanos 8:18). Cada prueba, cada lágrima, será redimida.
"He aquí, yo hago nuevas todas las cosas…"
Esta es la promesa del Dios que todo lo puede. Él no remienda, Él transforma. No se trata de una simple mejora del mundo, sino de una creación totalmente nueva, pura, eterna y perfecta.
Dios puede comenzar a hacer nuevas todas las cosas en nuestra vida hoy. Lo que Él hará al final de los tiempos, ya lo ha comenzado en los corazones de quienes creen.
Para terminar esta reflexión, podemos decir que el cielo nuevo y la tierra nueva no son un cuento de hadas; son la consumación del plan eterno de Dios. Allí no habrá pecado, ni dolor, ni muerte. Allí estaremos con nuestro Dios por siempre.
¿Estamos preparados para esa nueva creación? Jesús es el que hace nuevas todas las cosas. Él no solo promete una nueva tierra… ¡Nos ofrece una nueva vida desde ahora! Qué así sea. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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