
DIOS SIEMPRE PROVEE
(1 Reyes 17:14)
“Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.”
El pasaje de 1 Reyes 17:14 nos presenta una poderosa lección de fe y la provisión milagrosa de Dios. Elías, el profeta, ha declarado una sequía en Israel, y Dios lo envía a Sarepta a vivir con una viuda. Ella, al igual que todos, está sufriendo los efectos de la sequía y está a punto de preparar su última comida para ella y su hijo antes de morir de hambre.
Cuando Elías le pide que le haga un pan, ella responde con sinceridad y desesperación: "No tengo pan cocido; solo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ahora estoy recogiendo dos leños para ir a prepararlo para mí y para mi hijo, y luego moriremos" (1 Reyes 17:12). Su situación es la de la completa desesperanza humana.
Pero la respuesta de Elías es la de la fe. Le dice: "No
temas; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello un panecillo, y
tráemelo; y después haz para ti y para
tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no
escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga
llover sobre la faz de la tierra" (
En tiempos de crisis, escasez o incertidumbre, muchos se preguntan: ¿Dónde está Dios? ¿Cómo suplirá mis necesidades? Este pasaje nos recuerda una verdad poderosa: Dios no abandona a los que confían en Él. Dios siempre provee.
Reflexionaremos este versículo bíblico, de la siguiente manera:
La viuda solo tenía un poco de harina y aceite. Sin embargo, lo poco, en manos de Dios se convierte en suficiente. A veces creemos que no tenemos lo necesario: recursos, fuerzas, fe… pero Dios no depende de nuestras capacidades, Él multiplica lo poco cuando hay obediencia.
En verdad, esta mujer tenía todas las razones para negarse. Desde una perspectiva humana, la petición de Elías era irracional. Sin embargo, ella confió en la promesa de Dios entregada por el profeta. Su acto de obediencia, al poner la necesidad de Dios primero, fue la clave para la manifestación del milagro.
La promesa es clara: "La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá." Dios no le dio a la viuda un gran suministro para el futuro. Su provisión era diaria, constante y suficiente. Cada día, ella tenía que regresar a la tinaja y a la vasija para encontrar la harina y el aceite necesarios. Esto la mantenía en una dependencia constante de Dios.
Como vemos, la mujer obedeció a Elías, aun cuando parecía un acto irracional: dar lo último que tenía. Esa fe activa desató el milagro. No fue el aceite ni la harina lo que la sostuvo, fue su confianza en la palabra de Dios.
El milagro no fue un evento aislado. Duró "hasta el día en que Jehová hiciera llover." Durante un período prolongado, Dios demostró su fidelidad. La viuda y su hijo no solo sobrevivieron, sino que fueron testigos constantes del poder de Dios, día tras día.
Dios no prometió llenar tinajas rebosantes, sino que cada día habría lo suficiente. Así obra Dios: no siempre nos da en abundancia, pero nunca nos deja en escasez. Es el “pan nuestro de cada día”.
En la historia de la viuda de Sarepta, vemos que la fe no es la ausencia de miedo, sino la obediencia a la voz de Dios. Su acto de fe abrió la puerta a un milagro sostenido que no solo la salvó a ella y a su hijo, sino que también glorificó a Dios. Es un recordatorio de que, en nuestras mayores limitaciones, el poder ilimitado de Dios se manifiesta de la manera más asombrosa. Él cuida de nosotros en medio de la sequía, la crisis, la dificultad, la enfermedad.
Aunque hoy en día, el mundo esté en crisis, aunque haya “sequía espiritual o económica”, Dios no se olvida de sus hijos. La viuda, su hijo y Elías comieron todos los días. La promesa se cumplió, porque Dios es fiel.
Tal vez, en este momento, estamos enfrentando una sequía en nuestra vida —emocional, económica, salud, espiritual—. Pero esta palabra es para nosotros: “La harina no escaseará, ni el aceite disminuirá”. Confiemos en Dios, obedezcamos Su voz, y Él será nuestra provisión diaria. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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