
NO SOLO OIDORES, SINO PRACTICANTES DE LA PALABRA
(Santiago 1:22-25)
La epístola de Santiago fue escrita a creyentes dispersos, donde se enfatiza la fe práctica y la verdadera religión. No se trata solo de conocimiento intelectual, sino de cómo la fe se manifiesta en la vida diaria. El pasaje de hoy es una de las declaraciones más poderosas de Santiago sobre la relación entre la fe y las obras.
Hoy en día vivimos en tiempos en que la Palabra de Dios está más accesible que nunca: en impresos, en aplicaciones, en videos, en redes sociales. La mayoría de los cristianos escuchan sermones cada semana, algunos todos los días. Pero Santiago nos plantea un desafío profundo: ¿de qué sirve oír la Palabra si no la vivimos? Él nos llama con claridad a no conformarnos con ser oidores, sino a convertirnos en practicantes de la Palabra. Es un llamado a la coherencia, a la obediencia práctica y a una fe que transforma.
Aquí Santiago denuncia que oír sin obedecer no solo es inútil, sino que nos lleva al autoengaño. Pensamos que estamos bien porque escuchamos, porque sabemos, porque podemos citar versículos... pero no vivimos lo que decimos creer. Es como estudiar medicina, pero nunca ejercerla. Es como conocer una dieta saludable, pero seguir comiendo mal.
Debemos tener en cuenta que la Palabra no transforma solo por ser escuchada; transforma cuando es obedecida.
Santiago usa una ilustración poderosa: el espejo. El espejo revela cómo estamos, qué manchas hay, qué debemos corregir. Nos muestra lo que somos, nuestras imperfecciones, lo que necesita ser arreglado. Pero si al vernos no hacemos nada... ¿de qué sirvió mirarnos?
Así también la Palabra es un espejo espiritual, que revela nuestro carácter, nuestras fallas, nuestros pecados y necesidades. Pero si tras oírla seguimos iguales, nos hemos olvidado del reflejo espiritual que vimos.
Aquí Santiago se refiere al Evangelio, a la Palabra completa de Dios. No es una ley que esclaviza, sino que libera: del pecado, de la ignorancia, del egoísmo. Mirar atentamente implica estudiar, meditar, profundizar. Perseverar en ella significa persistir, aunque cueste, aunque duela, aunque otros no lo hagan.
Y la promesa es poderosa: "... éste será bienaventurado en lo que hace."
La obediencia trae bendición. No siempre material, pero sí espiritual, moral, emocional. Cuando vivimos la Palabra, hay frutos: paz, sabiduría, integridad, testimonio.
Luego de revisar este texto bíblico, sería bueno tener en cuenta lo siguiente:
Evaluar nuestra vida a la luz de la Palabra. No solo escuchemos sermones: preguntémonos cada vez: “¿Qué nos está diciendo Dios?”
Hagamos un cambio concreto. Cada semana, comprometámonos con una acción: reconciliemos, perdonemos, ayudemos, oremos más, seamos generosos, pidamos perdón, etc.
Leer la Biblia con propósito. No como rutina, sino como espejo y guía para nuestro día.
Seamos testimonio vivo. No hay mejor predicación que una vida transformada.
Finalmente, Santiago 2:26 nos dice: "Porque, así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta." Santiago no nos deja cómodos, nos confronta. Nos recuerda que Dios no busca oídos atentos solamente, sino manos que actúan, corazones obedientes, vidas comprometidas.
Que no se diga de nosotros que fuimos “oidores olvidadizos”, sino “hacedores de la obra”, para gloria de Dios y bendición del mundo.
Señor, perdónanos por las veces que hemos escuchado Tu Palabra, pero no la hemos obedecido. Danos un corazón sensible y dispuesto, transforma nuestro ser desde adentro y ayúdanos a vivir como verdaderos discípulos tuyos. Que seamos hacedores fieles, perseverantes y valientes, en el nombre de Jesús. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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