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  LA BENDICIÓN DE AMAR A OTROS

 

(1 Pedro 1:22-25)

Este pasaje bíblico es un pasaje que nos habla de que estamos llamados a amar a los demás como Cristo nos ama, incluso cuando no sean amables con nosotros. Esta actitud es una transformación radical que ocurre en nuestras vidas cuando somos alcanzados por el evangelio. Pedro escribe a creyentes que están dispersos, sufriendo persecución, y en medio de esa adversidad, les recuerda la base inquebrantable de su fe: la Palabra viva y permanente de Dios.

Pedro ha estado hablando de la esperanza viva que tenemos en Cristo, de la salvación que hemos recibido, y de la pureza que debemos procurar en nuestras vidas. En el versículo 22, conecta esta pureza con el amor fraternal, y nos da la razón y la fuente de esta capacidad para amar: el haber nacido de nuevo, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios.

Vamos a desarrollar este pasaje bíblico en tres puntos principales que resaltan la verdad central que Pedro quiere comunicarnos:

I. La Capacitación para el Amor Fraternal (v. 22)

Pedro afirma que nuestras almas han sido purificadas por la obediencia a la verdad. Esta verdad no es otra que el Evangelio de Jesucristo. La verdadera conversión no es solo una experiencia emocional: es obedecer, rendirnos a Cristo. Y esta obediencia tiene una consecuencia natural: el amor fraternal no fingido.

Este amor no es de palabras bonitas ni apariencias, es un amor “entrañable”, profundo, real, es el fruto de un corazón purificado. No es un amor pasivo. Es un mandato activo. La palabra "entrañablemente" (o fervorosamente) sugiere un amor intenso, profundo y constante. De ahí que, el amor es una marca distintiva de los verdaderos creyentes, como Jesús mismo dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros" (Juan 13:35). Es el fruto de un corazón purificado por la Palabra y el Espíritu.

¿Es nuestro amor por los demás sincero y profundo? ¿O mantenemos una fachada religiosa sin amor real?

II. Un nuevo nacimiento mediante la Palabra viva (v. 23)

Pedro nos recuerda que hemos sido renacidos, no de una semilla corruptible (como el nacimiento humano), sino por la palabra viva de Dios.

El nuevo nacimiento es obra del Espíritu Santo, pero también por medio de la Palabra. Esta palabra es incorruptible, eterna, poderosa. Así como la semilla contiene vida y al caer en buena tierra produce fruto, así la Palabra de Dios produce vida nueva.

¿Valoramos la Palabra de Dios como el instrumento que dio origen a nuestra nueva vida? ¿Nos nutrimos de ella cada día?

III. La fragilidad del hombre y la permanencia de la Palabra (vv. 24–25)

En este pasaje, Pedro cita Isaías 40:6–8 para recordarnos una gran verdad: El ser humano es frágil y pasajero. Todo lo que parece glorioso hoy (la fama, la belleza, el poder) se marchita como la flor. Pero la Palabra del Señor permanece para siempre.

Y esta es la Palabra que nos ha sido anunciada. El Evangelio no es una moda; es una verdad eterna que trasciende generaciones.

¿Estamos construyendo nuestra vida sobre lo pasajero o sobre lo eterno? ¿Tenemos puesta nuestra confianza en lo que no cambia?

A manera de conclusión, Pedro nos llama a vivir como personas que han nacido de nuevo, purificadas por la verdad, y a demostrarlo con un amor genuino. La base de todo esto es la Palabra viva de Dios, que nos dio vida y que nunca pasará. En un mundo donde todo cambia, amar como Cristo nos amó y permanecer en Su Palabra nos da estabilidad, propósito y esperanza.

Recordemos que reaccionar ante la falta de amabilidad con amor puede ser difícil, no siempre estamos dispuestos a amar a quien no nos ama, pero, hacerlo nos conduce a la bendición. Este es el gran valor de amar a otros.

Señor, gracias porque nos has hecho nacer de nuevo por tu Palabra viva y eterna. Ayúdanos a amarnos sinceramente, con un corazón puro, como reflejo de tu amor. Que no pongamos nuestra esperanza en lo pasajero, sino en lo que permanece para siempre. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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