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  ARREPENTIMIENTO CON UN CORAZÓN CONTRITO

(Daniel 9:3-5)

"Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios, e hice confesión, diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas."

El capítulo 9 de Daniel nos sitúa en un momento clave de la vida espiritual del profeta. Él ha estado leyendo las profecías de Jeremías y se da cuenta de que los 70 años del exilio están por cumplirse. Sin embargo, en lugar de esperar pasivamente el cumplimiento de la promesa, Daniel se vuelve al Señor en una actitud de profunda humildad y arrepentimiento.

En estos pocos versículos, Daniel nos ofrece una ventana a su corazón, un corazón contrito, humillado y totalmente rendido a la voluntad de Dios. No solo nos enseña cómo orar, sino también la actitud que debemos tener al acercarnos al trono de la gracia.

Hoy reflexionaremos en cómo su oración nos ofrece un modelo para acercarnos a Dios en tiempos de crisis y esperanza.

1. Volver el rostro a Dios (v. 3)

“Y volví mi rostro a Dios el Señor...”

Daniel toma una decisión consciente de buscar a Dios. No lo hace como un acto superficial, sino con todo su ser: con oración, ruego, ayuno, cilicio y ceniza. Esto representa una entrega total, una búsqueda intensa de la presencia de Dios.

El ayuno, el cilicio y la ceniza eran símbolos externos de humillación y arrepentimiento profundo. No eran meras formalidades, sino expresiones visibles de una condición interna. En un mundo donde la superficialidad a menudo prevalece, Daniel nos recuerda la importancia de la autenticidad en nuestra vida de oración. ¿Con qué disposición nos acercamos a Dios? ¿Es nuestra oración un mero rito o una búsqueda genuina de su presencia?

En tiempos de incertidumbre, ¿a quién volvemos nuestro rostro? ¿A las noticias, a nuestras propias fuerzas, o a Dios? Daniel nos enseña que la búsqueda genuina de Dios requiere intencionalidad y humildad.

2. Reconocer quién es Dios (v. 4)

“Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia...”

Antes de confesar los pecados, Daniel declara la grandeza y fidelidad de Dios. No es un Dios lejano, sino un Dios que guarda el pacto y muestra misericordia. Esto es fundamental. Antes de pedir, antes de confesar, Daniel exalta a Dios por quién es Él. Esto muestra que la base de la oración no es el mérito humano, sino el carácter fiel de Dios, quien es nuestro Padre amoroso.

A veces venimos a Dios con miedo o culpa, olvidando que Él es misericordioso. La oración de Daniel nos recuerda que podemos acercarnos con confianza, porque Dios es fiel aun cuando nosotros fallamos.

3. Confesar el pecado sin excusas (v. 5)

“Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, hemos sido rebeldes...”

Finalmente, llegamos al corazón de la confesión de Daniel: "hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos actuado impíamente, hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus preceptos y de tus ordenanzas." Es notable que Daniel no dice "ellos han pecado", sino "hemos pecado". A pesar de su propia piedad y rectitud, Daniel se incluye a sí mismo en la culpabilidad de su pueblo. Esto nos enseña sobre la identificación con el pecado colectivo y la humildad genuina. No busca culpar a otros, sino que asume su parte en la responsabilidad.

Observemos la progresión de los términos que Daniel usa:

Esta confesión detallada no es para informar a Dios de algo que Él no sepa, sino para que Daniel y, por extensión, nosotros, reconozcamos plenamente la magnitud de nuestro pecado y la ofensa que representa ante un Dios santo. Es una confesión que no minimiza el mal, sino que lo expone en toda su crudeza.

¿Reconocemos nuestros pecados con honestidad o los disfrazamos? La confesión sincera abre las puertas de la restauración. Dios no desprecia un corazón contrito y humillado.

Finalmente, Daniel nos da un ejemplo de cómo orar cuando anhelamos el perdón y la restauración. En su oración encontramos:

En Cristo, tenemos el cumplimiento pleno de esta esperanza. Él llevó nuestro pecado y nos reconcilió con el Padre. Hoy, también nosotros podemos volver nuestro rostro a Dios, confesar, y recibir Su misericordia.

A manera de reflexión: ¿Estamos dispuestos a volver nuestro rostro a Dios? ¿A confesar, a interceder por nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra nación?

Que el ejemplo de Daniel nos impulse a examinar nuestros propios corazones y a buscar a Dios con la misma pasión, humildad y sinceridad. Que su oración sea también la nuestra. Sigamos el ejemplo de Daniel y acerquémonos al trono de la gracia, sabiendo que Dios es fiel para perdonar. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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