Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

   

   

  EL PELIGRO DE LA RIQUEZA

(Mateo 19:23-26)

En los versículos anteriores (16-22), Jesús había tenido un encuentro con un joven rico que se acercó preguntándole qué debía hacer para obtener la vida eterna. A pesar de que el joven afirmaba haber guardado los mandamientos desde su juventud, cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que tenía y lo diera a los pobres para seguirlo, el joven se fue triste porque tenía muchas posesiones.

Es en este contexto que Jesús pronuncia estas palabras tan impactantes. La imagen del camello pasando por el ojo de una aguja es una hipérbole, una exageración intencional para enfatizar la extrema dificultad. No se refiere a una puerta literal en Jerusalén, como algunos estudiosos han sugerido, sino a la imposibilidad humana de lograr esto por sus propias fuerzas.

¿Por qué es tan difícil para un rico entrar en el reino de los cielos? ¿Cuál es el peligro de la riqueza? La riqueza, en sí misma, no es pecado. Abraham y Job fueron hombres ricos que sirvieron a Dios. Sin embargo, la riqueza puede convertirse en un ídolo, un obstáculo que nos impide depender completamente de Dios. Puede generar una falsa seguridad, un sentido de autosuficiencia que nos aleja de la necesidad de un Salvador. Cuando nuestras esperanzas y nuestra identidad están ligadas a nuestras posesiones, es muy difícil soltar ese control y someterse a la voluntad de Dios. La riqueza tiende a fomentar el orgullo y la confianza en uno mismo, en lugar de la humildad y la fe en Dios.

La reacción de los discípulos es crucial: "Al oír esto sus discípulos, se asombraron en gran manera, diciendo: '¿Quién, pues, podrá ser salvo?'" Esta pregunta revela su propia comprensión de la salvación. En la cultura judía de la época, la riqueza a menudo se veía como una señal de la bendición de Dios, una muestra de Su favor. Si los ricos, que aparentemente eran tan bendecidos, tenían tanta dificultad para entrar en el reino, ¿qué esperanza había para el resto, en especial, para los pobres?

Las palabras de Jesús no solo se refieren a los ricos, sino a la humanidad en general. Si la salvación dependiera de nuestras propias obras, de cuánto podemos acumular o cuán "buenos" somos, entonces la respuesta es clara: nadie podría ser salvo. La salvación se vuelve una tarea imposible para el ser humano.

Ante la pregunta de los discípulos, aquí es donde brilla la luz de la gracia de Dios. Jesús, con una mirada de compasión y autoridad, les responde: "Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible."

Esta es la verdad central que necesitamos aferrar: la salvación no es obra del hombre, sino de Dios. No se logra por nuestras posesiones, nuestra inteligencia, nuestra moralidad, ni por ningún esfuerzo humano. Es un regalo de la gracia divina, concedido a través de la fe en Jesucristo.

La salvación es posible para el rico y para el pobre, para el sabio y para el sencillo, para el fuerte y para el débil, no por lo que somos o tenemos, sino por lo que Dios ha hecho en Cristo. Él es quien derriba las barreras, quien abre el camino imposible.

Para el rico que confía en sus riquezas, la puerta es estrecha y la entrada es imposible por sus propias fuerzas. Pero cuando ese rico se humilla, reconoce su necesidad de Dios y pone su fe en Jesús, entonces "todo es posible". La riqueza deja de ser un ídolo y se convierte en una herramienta para el reino de Dios.

Esto nos lleva a reflexionar que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Ninguna cantidad de dinero, bienes o buenas obras puede comprarnos un lugar en el reino de Dios. Si confiamos en algo que no sea Dios, estamos perdidos.

Por otro lado, lo que es imposible para el hombre es posible para Dios. La salvación es un acto de pura gracia. Dios, en Su infinito amor, proveyó el camino a través de Su Hijo, Jesucristo. Él pagó el precio por nuestros pecados en la cruz, y nos ofrece la vida eterna como un regalo.

Finalmente, no importa cuál sea nuestra situación económica, examinemos nuestros corazones. ¿En qué estamos poniendo nuestra confianza? ¿Hay algo que nos impida entregarle todo a Jesús? Si es así, soltemos esa carga y confiemos en el Dios que hace posible lo imposible.

Permitamos que el Espíritu Santo nos revele cualquier ídolo en nuestros corazones, ya sea la riqueza, el poder, la fama o cualquier otra cosa que nos separe de una dependencia total en Él. Porque solo a través de Su gracia, y por medio de la fe en Jesús, podemos entrar en el reino de los cielos. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


Copyright © 2025 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. Todos los derechos reservados.