I. La
realidad del sufrimiento humano y la impotencia
de los discípulos (v. 14-16)
Imaginemos la escena: Un
padre, con el corazón destrozado, trae a su hijo
epiléptico a los discípulos. Ha oído hablar de
Jesús y su poder, y con esperanza, busca ayuda
en aquellos que lo siguen. Pero, ¿cuál es el
resultado? Los discípulos, a pesar de haber
recibido autoridad para echar fuera demonios en
otras ocasiones (Mateo 10:1), ¡no pueden sanar
al muchacho! Aquí hay dos aspectos a analizar:
- La realidad
de la necesidad: El padre describe
el sufrimiento de su hijo: caídas en el
fuego y en el agua, ataques severos. Esto
representa las muchas aflicciones que nos
asedian hoy en día, tanto físicas como
espirituales.
- La
incapacidad humana: Los discípulos,
en este momento, se encuentran en una
posición de impotencia y confusión. Su falta
de éxito no es un reflejo de la voluntad de
Dios, sino de una deficiencia en su propia
fe. ¿Cuántas veces nos sentimos impotentes
ante las circunstancias, incluso cuando
creemos tener las herramientas para
afrontarlas?
Esto nos lleva a reflexionar
que hay momentos en nuestras vidas donde las
soluciones humanas no bastan. No importa cuán
preparados estemos, enfrentamos situaciones que
solo Dios puede resolver.
II. La
frustración de Jesús ante la incredulidad (v.
17)
El texto bíblico nos da a
conocer que Jesús dice: "¡Oh generación
incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar
con vosotros?" Estas palabras reflejan el dolor
de Jesús al ver la falta de fe, no solo en los
fariseos o en la multitud, sino incluso en sus
propios discípulos.
Jesús espera que su pueblo
camine por fe, no solo por vista. La
incredulidad cierra la puerta a los milagros.
¿Confiamos realmente en el poder de Dios?
III.
El poder de Jesús y la impotencia humana (v. 18)
Jesús reprendió
al demonio, el cual salió del muchacho, y éste
quedó sano desde aquella hora (v. 18).
Su palabra es poder. Esto nos recuerda que toda
autoridad en el cielo y en la tierra le ha sido
dada a Él. Un solo mandato de Jesús bastó. Lo
que era imposible para los discípulos, no lo fue
para el Señor.
De ahí que, cuando traemos
nuestros problemas directamente a Cristo, Él
tiene poder para intervenir. No hay cadena que
Él no pueda romper.
IV. La
enseñanza sobre la fe (v. 19-20)
Jesús tiene una conversación
privada con los discípulos, quiénes avergonzados
y perplejos, preguntan a Jesús: “¿Por qué
nosotros no pudimos echarlo fuera?” La respuesta
de Jesús es la clave de todo el pasaje: " Por
vuestra poca fe...si tuvierais fe como un grano
de mostaza...nada os será imposible." No es que
no tuvieran nada de fe, sino que tenían
poca fe, una fe insuficiente para la
tarea. La fe no es una cantidad de creencia,
sino una calidad de confianza.
En este punto, Jesús quiso
hacer una analogía del grano de mostaza, al
decir:
"Si tuvierais fe como un grano de mostaza,
diríais a este monte: Pásate de aquí allá, y se
pasaría; y nada os sería imposible." esta era
una declaración audaz. Un grano de
mostaza es una de las semillas más pequeñas,
pero su potencial de crecimiento es enorme. La
fe verdadera, aunque pequeña en su inicio, tiene
un poder ilimitado cuando se deposita en el Dios
ilimitado. No se trata de tener una gran fe,
sino una fe verdadera, viva y puesta
completamente en Dios.
En cuanto a "trasladar
montañas" No se refiere necesariamente a mover
montañas literales, sino a superar obstáculos
humanamente imposibles. Son esos desafíos que
parecen inamovibles en nuestras vidas:
enfermedades crónicas, deudas abrumadoras,
relaciones rotas, adicciones persistentes, dudas
espirituales. Esas son las montañas.
V. Lo que verdaderamente
quiso decir Jesús.
Muchos estudios
bíblicos al referirse al ejemplo de la semilla
de mostaza, se refieren a cuán pequeña o grande
es nuestra fe. En verdad, Jesús no se refería a
ello, sino, de que tan fuerte era, sobre su
crecimiento y que ésta sea pura.
Veremos algunos
aspectos sobre la semilla de mostaza:
1. La semilla
de mostaza es ultra resistente, aunque la pisen
o la quemen no se destruye- Esto implica que
nuestra fe debe ser inquebrantable pase lo que
pase.
2. Cuando se
planta una semilla de mostaza crece rápido y se
convierte en un árbol grande y fuerte. Nuestra
fe no puede ser estática o débil Tiene que
crecer rápido y ser firme como un árbol que no
se deja derribar por cualquier tormenta.
3. La semilla
de mostaza es la única semilla en el mundo que
no puede ser híbrida, no puede mezclarse con
otra semilla, ni siquiera los científicos pueden
lograrlo. Esto significa que nuestra fe tiene
que ser pura sin mezclas sin contaminarse con
dudas o influencias que la debiliten, genuina y
auténtica.
Es por eso que
consideramos un error de interpretación, señalar
que el ejemplo del grano de la semilla de
mostaza se refiere a cuán pequeña o grande es
nuestra fe. Jesús nunca estaba hablando del
tamaño de la fe, lo que realmente estaba
destacando era sobre la calidad de la misma. De
ahí que, nuestra fe debe tener las mismas
características de una semilla de mostaza,
resistente, de rápido crecimiento, fuerte y
genuina, No se trata cuán pequeña o grande es la
fe, sino de que sea fuerte, que crezca y sobre
todo, que sea pura.
VI. La
clave espiritual: oración y ayuno (v. 21)
Al finalizar
este relato, Jesús señala que: “Pero
este género no sale sino con oración y ayuno.”
La oración y el ayuno son
disciplinas espirituales que profundizan nuestra
relación con Dios y fortalecen nuestra fe.
La oración es nuestra
comunicación con Dios. Es reconocer nuestra
dependencia de Él y buscar su voluntad y su
poder. Es un acto de fe.
El ayuno es la
negación de uno mismo para enfocarse en Dios. Es
un acto de humillación, arrepentimiento y una
búsqueda más intensa de la presencia divina.
Ayunar nos ayuda a romper con la dependencia de
lo terrenal y a fortalecer nuestra dependencia
en Dios.
Hay batallas espirituales que
requieren una vida profunda de comunión con
Dios. La oración y el ayuno no son fórmulas
mágicas, sino expresiones de dependencia total
de Dios.
Hoy el Señor nos llama a
examinar nuestra fe. ¿Es una fe viva, activa,
perseverante? ¿Estamos dependiendo de nuestros
propios recursos o nos rendimos totalmente a
Dios?
Hermanos y hermanas, hay
montañas que solo se moverán si nuestra fe está
bien puesta. No en nosotros, ni en nuestras
fuerzas, sino en Cristo. Que como iglesia
vivamos una fe que ora, que espera y que actúa,
confiando en el poder del Señor que sigue
sanando, liberando y transformando vidas. Amén.