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  TAMAÑO O CALIDAD DE LA FE

(Mateo 17:14-21)

El presente pasaje bíblico nos confronta con una realidad profunda sobre nuestra fe. El texto bíblico nos relata un encuentro entre Jesús, sus discípulos confundidos y un hombre desesperado por la liberación de su hijo. Esta historia no es solo un relato de un milagro, sino una enseñanza poderosa sobre la naturaleza de la fe verdadera y los obstáculos que la impiden. Además, nos lleva a reflexionar qué es lo que en verdad dijo Jesús sobre la fe.

I. La realidad del sufrimiento humano y la impotencia de los discípulos (v. 14-16)

Imaginemos la escena: Un padre, con el corazón destrozado, trae a su hijo epiléptico a los discípulos. Ha oído hablar de Jesús y su poder, y con esperanza, busca ayuda en aquellos que lo siguen. Pero, ¿cuál es el resultado? Los discípulos, a pesar de haber recibido autoridad para echar fuera demonios en otras ocasiones (Mateo 10:1), ¡no pueden sanar al muchacho! Aquí hay dos aspectos a analizar:

  • La realidad de la necesidad: El padre describe el sufrimiento de su hijo: caídas en el fuego y en el agua, ataques severos. Esto representa las muchas aflicciones que nos asedian hoy en día, tanto físicas como espirituales.
  • La incapacidad humana: Los discípulos, en este momento, se encuentran en una posición de impotencia y confusión. Su falta de éxito no es un reflejo de la voluntad de Dios, sino de una deficiencia en su propia fe. ¿Cuántas veces nos sentimos impotentes ante las circunstancias, incluso cuando creemos tener las herramientas para afrontarlas?

Esto nos lleva a reflexionar que hay momentos en nuestras vidas donde las soluciones humanas no bastan. No importa cuán preparados estemos, enfrentamos situaciones que solo Dios puede resolver.

II. La frustración de Jesús ante la incredulidad (v. 17)

El texto bíblico nos da a conocer que Jesús dice: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros?" Estas palabras reflejan el dolor de Jesús al ver la falta de fe, no solo en los fariseos o en la multitud, sino incluso en sus propios discípulos.

Jesús espera que su pueblo camine por fe, no solo por vista. La incredulidad cierra la puerta a los milagros. ¿Confiamos realmente en el poder de Dios?

III. El poder de Jesús y la impotencia humana (v. 18)

Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora (v. 18). Su palabra es poder. Esto nos recuerda que toda autoridad en el cielo y en la tierra le ha sido dada a Él. Un solo mandato de Jesús bastó. Lo que era imposible para los discípulos, no lo fue para el Señor.

De ahí que, cuando traemos nuestros problemas directamente a Cristo, Él tiene poder para intervenir. No hay cadena que Él no pueda romper.

IV. La enseñanza sobre la fe (v. 19-20)

Jesús tiene una conversación privada con los discípulos, quiénes avergonzados y perplejos, preguntan a Jesús: “¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?” La respuesta de Jesús es la clave de todo el pasaje: " Por vuestra poca fe...si tuvierais fe como un grano de mostaza...nada os será imposible." No es que no tuvieran nada de fe, sino que tenían poca fe, una fe insuficiente para la tarea. La fe no es una cantidad de creencia, sino una calidad de confianza.

En este punto, Jesús quiso hacer una analogía del grano de mostaza, al decir: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasaría; y nada os sería imposible." esta era una declaración audaz. Un grano de mostaza es una de las semillas más pequeñas, pero su potencial de crecimiento es enorme. La fe verdadera, aunque pequeña en su inicio, tiene un poder ilimitado cuando se deposita en el Dios ilimitado. No se trata de tener una gran fe, sino una fe verdadera, viva y puesta completamente en Dios.

En cuanto a "trasladar montañas" No se refiere necesariamente a mover montañas literales, sino a superar obstáculos humanamente imposibles. Son esos desafíos que parecen inamovibles en nuestras vidas: enfermedades crónicas, deudas abrumadoras, relaciones rotas, adicciones persistentes, dudas espirituales. Esas son las montañas.

V. Lo que verdaderamente quiso decir Jesús.

Muchos estudios bíblicos al referirse al ejemplo de la semilla de mostaza, se refieren a cuán pequeña o grande es nuestra fe. En verdad, Jesús no se refería a ello, sino, de que tan fuerte era, sobre su crecimiento y que ésta sea pura.

Veremos algunos aspectos sobre la semilla de mostaza:

1. La semilla de mostaza es ultra resistente, aunque la pisen o la quemen no se destruye- Esto implica que nuestra fe debe ser inquebrantable pase lo que pase.

2. Cuando se planta una semilla de mostaza crece rápido y se convierte en un árbol grande y fuerte. Nuestra fe no puede ser estática o débil Tiene que crecer rápido y ser firme como un árbol que no se deja derribar por cualquier tormenta.

3. La semilla de mostaza es la única semilla en el mundo que no puede ser híbrida, no puede mezclarse con otra semilla, ni siquiera los científicos pueden lograrlo. Esto significa que nuestra fe tiene que ser pura sin mezclas sin contaminarse con dudas o influencias que la debiliten, genuina y auténtica.

Es por eso que consideramos un error de interpretación, señalar que el ejemplo del grano de la semilla de mostaza se refiere a cuán pequeña o grande es nuestra fe. Jesús nunca estaba hablando del tamaño de la fe, lo que realmente estaba destacando era sobre la calidad de la misma. De ahí que, nuestra fe debe tener las mismas características de una semilla de mostaza, resistente, de rápido crecimiento, fuerte y genuina, No se trata cuán pequeña o grande es la fe, sino de que sea fuerte, que crezca y sobre todo, que sea pura.

VI. La clave espiritual: oración y ayuno (v. 21)

Al finalizar este relato, Jesús señala que: “Pero este género no sale sino con oración y ayuno.”

La oración y el ayuno son disciplinas espirituales que profundizan nuestra relación con Dios y fortalecen nuestra fe.

La oración es nuestra comunicación con Dios. Es reconocer nuestra dependencia de Él y buscar su voluntad y su poder. Es un acto de fe.

El ayuno es la negación de uno mismo para enfocarse en Dios. Es un acto de humillación, arrepentimiento y una búsqueda más intensa de la presencia divina. Ayunar nos ayuda a romper con la dependencia de lo terrenal y a fortalecer nuestra dependencia en Dios.

Hay batallas espirituales que requieren una vida profunda de comunión con Dios. La oración y el ayuno no son fórmulas mágicas, sino expresiones de dependencia total de Dios.

Hoy el Señor nos llama a examinar nuestra fe. ¿Es una fe viva, activa, perseverante? ¿Estamos dependiendo de nuestros propios recursos o nos rendimos totalmente a Dios?

Hermanos y hermanas, hay montañas que solo se moverán si nuestra fe está bien puesta. No en nosotros, ni en nuestras fuerzas, sino en Cristo. Que como iglesia vivamos una fe que ora, que espera y que actúa, confiando en el poder del Señor que sigue sanando, liberando y transformando vidas. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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