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  MORANDO EN LA PATRIA CELESTIAL

(Hebreos 11:13-16)

Imaginemos por un momento dejar atrás todo lo que aquí nos agobia: las preocupaciones, el dolor, las decepciones, las enfermedades. Hagamos el esfuerzo de pensar en un lugar donde solo existe la alegría pura, una paz que lo inunda todo, y una luz que nunca se apaga. Ese lugar existe, es la patria celestial, es la promesa de nuestro Señor (Juan 14:2-3).

No es solo un sitio lejano en las nubes, Es un estado del ser, una transformación profunda que comienza aquí, en nuestro corazón, cuando abrimos la puerta a la fe y al amor. Cada acto de bondad, cada vez que perdonamos, cada esfuerzo por vivir una vida con propósito, es como si estuviéramos construyendo un pequeño rincón de esa patria celestial dentro de nosotros.

Y cuando llegue el momento de dejar este mundo, no será un adiós triste, sino un despertar glorioso en ese hogar eterno que nos espera. Un lugar donde nos reencontraremos con aquellos que amamos y que partieron antes, un lugar donde veremos el rostro de nuestro Creador y entenderemos el propósito de todo.

Así que, mientras caminamos por esta tierra, mantengamos la mirada en esa patria celestial. Que esa esperanza nos dé fuerzas en los momentos difíciles, nos inspire a amar más intensamente y nos recuerde que nuestro verdadero hogar nos aguarda con los brazos abiertos. ¡Qué privilegio tan inmenso tenemos!

Bien sabemos, como cristianos, que nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20). Somos peregrinos y extranjeros aquí, caminando por fe hacia nuestra patria celestial.

En este mensaje, exploraremos cómo podemos vivir con la certeza de que estamos destinados a un hogar eterno con Dios.

I. Reconociendo nuestra condición de peregrinos (Hebreos 11:13-14)

Los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11 vivieron sin recibir la plenitud de las promesas, pero las vieron de lejos y las abrazaron. Confesaron que eran extranjeros en la tierra. Así también nosotros debemos vivir con la convicción de que nuestro paso por este mundo es temporal.

II. Anhelando la patria celestial (Hebreos 11:15-16)

Dios ha preparado un lugar para nosotros, y aquellos que lo buscan con fe recibirán su recompensa. Nuestro deseo debe estar centrado en la presencia de Dios y no en los placeres temporales del mundo.

Jesús nos prometió un lugar en el cielo (Juan 14:2-3). La esperanza de la vida eterna nos fortalece en medio de las pruebas. Dios no se avergüenza de llamarse nuestro Dios porque hemos puesto nuestra confianza en Él.

III. Viviendo como ciudadanos del cielo (Filipenses 3:20-21)

Si nuestra ciudadanía está en los cielos, nuestro comportamiento aquí en la tierra debe reflejar esa realidad.

Vivamos con una perspectiva eterna. Seamos luz en el mundo, mostrando el amor de Cristo. Preparemos nuestro corazón cada día, confiando en que un día estaremos en la presencia de Dios.

Ahora bien, tengamos en cuenta que Dios nos ha llamado a morar en la patria celestial, y aunque todavía caminamos en este mundo, nuestra mirada debe estar puesta en la eternidad. Como hijos de Dios, vivamos con fe, esperanza y anhelo por aquel día glorioso cuando estemos con nuestro Señor para siempre.

Caminemos con fe, confiando en las promesas de Dios, y vivamos con la certeza de que un día moraremos en la patria celestial. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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