Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

   

   

  DIOS NOS LIBRA DE LA MUERTE

(Salmo 116:8-9; Juan 11:25-26)

En esta oportunidad meditaremos acerca de la certeza de que Dios nos libra de la muerte. Esto no significa que nunca experimentaremos la muerte física, sino que, en Cristo, tenemos la promesa de la vida eterna. La muerte no es el final para los hijos de Dios, sino el paso a una gloria mayor.

Quisiera compartir una experiencia que motiva la siguiente reflexión. Hace muchos años, como pastor de una iglesia, me tocó vivir una experiencia acerca de la muerte. Unos hermanos vinieron a buscarme para dar la despedida a un hermano que estaba en su casa, en un estado de agonía. Prestamente fuimos a la casa del hermano para orar por él.  Mi mayor sorpresa fue encontrar al hermano en agonía en la sala, la funeraria ya había puesto el ataúd y los candelabros en la misma sala, toda la familia estaba vestida de luto. Ante esa situación reprendí a la familia y les dije que dijeran a la funeraria que retiraran la capilla ardiente y que ellos no deberían estar vestidos de luto, ya que el hermano aún no había fallecido.

La funeraria se resistía retirar la capilla ardiente. La familia alegaba que el médico ya había otorgado el certificado de defunción y que solo faltaba poner la hora del fallecimiento. Realmente, sentí mucha tristeza al ver al hermano agonizando y a la familia en actitud de duelo. Me preguntaba dónde estaba la fe de la familia. Al final, la funeraria retiró la capilla y la familia dejó la vestimenta de luto. Inmediatamente nos pusimos a orar, a cantar coros al lado del hermano en agonía. Al cabo de unas horas, el semblante de su rostro cambió, pidió ir al baño solo, cosa que no hacía hace varios días. Al retornar le pregunté si quería que siguiéramos cantando y dijo que si y nos acompañaba con los coros. Él se sentó en su lecho y comenzó a cantar con gozo y alegría.

Al día siguiente, regresamos a la casa para visitarlo, al tocar la puerta nos dijo que ingresáramos, y para nuestra sorpresa, el hermano estaba sentado leyendo su biblia y con un mejor semblante. Había dejado el proceso de agonía y ahora estaba recuperado. ¡El Señor había escuchado nuestras oraciones y libró de la muerte al hermano moribundo! Un verdadero milagro. ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! 

Sobre este asunto, haremos la reflexión de la siguiente manera:

1. Dios nos libra del miedo a la muerte

El Salmo 116:8 dice:
"Porque tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar."

La muerte es una realidad que a muchos aterra, pero para los creyentes es una transición, no un destino final. Dios nos ha librado del miedo a la muerte al darnos la seguridad de la resurrección en Cristo.

Jesús mismo dijo en Juan 11:25-26: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente."

Cuando confiamos en Dios, sabemos que nuestra vida está en sus manos, y que la muerte es solo un umbral hacia Su presencia.

2. Dios nos acompaña en la hora de la muerte

En los momentos finales de nuestra vida o de la vida de nuestros seres queridos, no estamos solos. Dios está presente, dándonos paz y consuelo. El Salmo 23:4 nos recuerda:
"Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo."

Este es el gran consuelo del creyente: cuando llega la hora de partir, Dios nos sostiene, nos da su paz y nos lleva a su presencia gloriosa.

3. La muerte ha sido vencida en Cristo

La muerte fue derrotada en la cruz. 1 Corintios 15:55 proclama: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?"

Cristo resucitó, y su victoria es nuestra victoria. Por eso, la muerte no tiene la última palabra. Cuando un creyente parte de este mundo, no es un adiós definitivo, sino un "hasta luego".

Como conclusión. podemos afirmar que Dios nos libra de la muerte de tres maneras:

  1. Nos libra del miedo a la muerte.
  2. Nos acompaña en nuestra hora final.
  3. Nos da la victoria sobre la muerte en Cristo.

Vivamos pues con la confianza de que nuestra vida está en manos del Señor. Y cuando llegue nuestra hora, recordemos que no caminamos solos, sino que Dios nos conduce a la eternidad con Él. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


Copyright © 2025 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. Todos los derechos reservados.