El amor es el corazón del evangelio y es el distintivo de los hijos de Dios. Este pasaje nos confronta con una verdad fundamental: no podemos decir que amamos a Dios si no mostramos amor genuino hacia nuestro prójimo. Este sermón explorará tres puntos claves: la incoherencia de un amor dividido, la prueba visible del amor a Dios, y la obediencia al mandamiento del amor.
1. La incoherencia de un amor dividido (v. 20)
"Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso."
- Declaraciones vacías: Es fácil proclamar amor por Dios, mucha gente lo hace, pero nuestras acciones hacia los demás son la verdadera prueba.
- El problema del odio: Aborrecer a nuestro hermano (tener rencor, desprecio o falta de perdón) es incompatible con el amor que Dios nos ha mostrado.
- La mentira espiritual: No podemos separar el amor a Dios del amor al prójimo. Nuestra relación vertical con Dios está reflejada en nuestras relaciones horizontales con los demás.


