Juan comienza con una declaración poderosa: “Esta es la confianza que tenemos en él”. Es la confianza en la oración (v.14). Esta confianza está basada en quien es Dios, que es fiel, amoroso, y todo poderoso. No es un ser abstracto, ni distante, ni indiferente, es un ser real que camina con nosotros y escucha nuestras súplicas todos los días. Él es nuestro Padre celestial.
La clave que nos da Juan en este versículo es que todas nuestras peticiones deben alinearse con los planes y propósitos de Dios. Esto no limita nuestras oraciones; más bien, nos enseña a orar con sabiduría y discernimiento, buscando siempre la gloria de Dios por encima de nuestros deseos personales. De ahí que debemos orar conforme a la voluntad de Dios.
Un ejemplo práctico es el de Jesús, quien en el huerto de Getsemaní oró: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Su ejemplo nos enseña a confiar en que la voluntad de Dios es siempre perfecta.
Por otro lado, debemos tener la certeza de que Dios nos escucha (v.14-15) Juan asegura que Dios escucha nuestras oraciones cuando pedimos conforme a su voluntad. Dios no solo oye nuestras palabras, sino que atiende nuestras necesidades y responde en su tiempo perfecto. La escucha de Dios es activa. Para ello debemos tener fe. La fe debe ser nuestro fundamento: Hebreos 11:6 nos recuerda que “sin fe es imposible agradar a Dios”. Al orar, debemos confiar plenamente en que Dios nos escucha y tiene cuidado de nosotros.
A veces, podemos sentir que nuestras oraciones no son respondidas, pero debemos recordar que Dios siempre responde de una de tres maneras: “sí”, “no” o “espera”. Cada respuesta está motivada por su amor y sabiduría infinita.
Otro tema que Juan nos plantea, es la seguridad de recibir lo que pedimos (v.15). La promesa de Dios es segura. Juan dice que “sabemos que tenemos las peticiones”. Esto no significa que obtendremos todo lo que deseamos, sino todo lo que es bueno para nosotros según la perspectiva eterna de Dios. Esta promesa está ligada a nuestra comunión con Él. Cuanto más conocemos a Dios, más nuestras oraciones reflejan su voluntad, y más experimentamos su provisión. La relación con Dios es la clave. Un ejemplo práctico es cuando pedimos por la salvación de un ser querido, sabemos que estamos pidiendo algo conforme a la voluntad de Dios, porque Él “no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
De este texto bíblico podemos obtener tres lecciones prácticas:
- Orar con confianza: Recordemos que Dios es nuestro Padre amoroso. Podemos acercarnos a Él con fe y confianza, sabiendo que siempre escucha a sus hijos.
- Alinear nuestras oraciones con la voluntad de Dios: Esto requiere conocer su Palabra, porque ahí encontramos su corazón y sus propósitos.
- Confiar en las respuestas de Dios: Incluso cuando no entendemos su respuesta inmediata, confiemos en que Él obra para nuestro bien.
1 Juan 5:14-15 nos invita a vivir una vida de oración confiada, basada en nuestra relación con Dios y en su fidelidad. Que nuestras oraciones no solo sean una lista de peticiones, sino una expresión de nuestra comunión con Aquel que nos ama y tiene el control absoluto.
Señor, te damos gracias porque podemos venir a ti con confianza. Ayúdanos a orar conforme a tu voluntad y a confiar en tus respuestas, sabiendo que siempre buscas lo mejor para nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.


