El Adviento es un tiempo marcado por la espera, la preparación y la esperanza. Es un período en el que nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador, pero también para recordar su promesa de volver en gloria. En este camino de espera, la esperanza es nuestra guía, nuestra fortaleza y nuestro refugio.
En Isaías 9:2 leemos: "El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombra de muerte, una luz resplandeció" El Adviento nos recuerda que, aunque podamos atravesar momentos de oscuridad, Dios siempre trae su luz a nuestras vidas. Esa luz es Jesús, quien vino al mundo para vencer la oscuridad del pecado y la muerte. La esperanza en Él no es un simple deseo, sino una certeza fundamentada en sus promesas, de ahí que la esperanza es como luz en la oscuridad.
La esperanza cristiana no es una actitud pasiva, sino un llamado a la acción. En Romanos 15:13, Pablo dice: "Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en su fe, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo" Esto nos recuerda que la esperanza nos impulsa a vivir con alegría y paz, confiando en que Dios está obrando en nuestras vidas incluso en medio de las dificultades. Nos invita a ser portadores de esa esperanza para los demás, especialmente para aquellos que están sufriendo o necesitan consuelo. La esperanza es activa y no pasiva.
Es muy importante tomar nota, que el Adviento es un tiempo de preparación que nos llama a preparar nuestros corazones, tal como Juan el Bautista preparó el camino para Jesús diciendo: "Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas" (Marcos 1:3). Prepararnos significa reconocer nuestras debilidades, arrepentirnos de nuestros pecados y abrir nuestras vidas para que Cristo reine en ellas. La esperanza en tiempos de Adviento nos motiva a buscar la reconciliación con Dios y con los demás.
Es bueno tener en cuenta que vivimos en un mundo lleno de desafíos: guerras, injusticias, enfermedades y divisiones. Pero como cristianos, sabemos que nuestra esperanza trasciende estas realidades terrenales. Debemos preguntarnos: ¿Cómo generar esperanza en un mundo herido? En Apocalipsis 21:4 se nos promete: "Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor" Esta promesa nos da fuerzas para perseverar y trabajar por un mundo mejor, sabiendo que la paz y la justicia de Dios prevalecerán.
En este tiempo de Adviento, seamos como la vela de la esperanza que encendemos en nuestras coronas: una luz que brilla en la oscuridad y que nos recuerda que Jesús es nuestra verdadera esperanza. Vivamos con gozo y confianza, sabiendo que Dios cumple sus promesas y que, en Cristo, tenemos la victoria final. Que este Adviento sea para todos un tiempo de renovación espiritual y una oportunidad para llevar esperanza al mundo.
¡Cristo viene, y con Él viene la esperanza para toda la humanidad! Amén.


