Proverbios 11:24-25 dice: "Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado." Estos versículos destacan un principio importante: la generosidad y el desprendimiento. En el versículo 24, se hace referencia a dos tipos de personas: los generosos y los avaros. La primera parte del versículo habla de aquellos que dan con generosidad, y aunque reparten, reciben aún más. Es un recordatorio de que cuando damos, Dios nos bendice en abundancia. Dar no solo se refiere a bienes materiales, sino también a tiempo, amor, apoyo y palabras de aliento. La segunda parte del versículo habla de aquellos que retienen más de lo necesario, que acumulan egoístamente, y eso los conduce a la pobreza. No solo se refiere a la pobreza material, sino también a la pobreza espiritual. El mensaje es claro: cuando uno se aferra a lo que tiene con un corazón egoísta, en lugar de prosperar, se empobrece en espíritu.
La generosidad es la actitud de compartir con alegría lo que tenemos, independientemente de nuestra abundancia. La Biblia revela que la generosidad a manos llenas es un atributo de Dios (Dt 28.12). Y como parte de su plan transformador para los creyentes, el Padre desea que cultivemos un espíritu generoso.
Un enfoque generoso de nuestro tiempo y bienes materiales comienza al entregarnos a Dios. Cuando aceptamos que Él es dueño de todo, podremos despegarnos con mayor facilidad de nuestras posesiones. Pero la decisión de cultivar la generosidad se basa en la confianza. En lugar de sumar para ver qué pequeña cantidad podemos dar de manera segura a las obras de caridad, los cristianos deben dar sacrificialmente por fe. Hebreos 13.16 (NVI) nos dice: “No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios”. El Señor responde supliendo lo necesario para cubrir lo que daremos a otros y nuestras propias necesidades (Lc 6.38). Solo al dar aprendemos que jamás podremos superar a Dios en generosidad.
El versículo 25 refuerza la idea de que la generosidad tiene su recompensa. Aquellos que tienen un alma generosa, que dan con amor y disposición, serán prosperados. Aquí se introduce el concepto de reciprocidad: "el que saciare, él también será saciado". Esto nos enseña que cuando somos generosos con los demás, Dios nos recompensa de alguna manera, llenando nuestras vidas de bendiciones. Sin embargo, algunos creyentes eligen desobedecer y ser egoístas, pero Dios ha decretado para ellos algún tipo de pobreza, ya sea económica, emocional o espiritual. Por tanto, elijamos cultivar un espíritu generoso para el Señor siempre.
Este sermón nos llama a revisar nuestras actitudes hacia el dar y el recibir. En un mundo donde la acumulación de bienes a menudo se valora más que el compartir, estos versículos nos recuerdan que la verdadera prosperidad y satisfacción vienen de la generosidad. Seamos desprendidos, no solo en lo material, sino también en lo espiritual y emocional. Al final, la generosidad no solo beneficia a los demás, sino que también nos enriquece a nosotros mismos.
Que el Señor nos ayude a tener un espíritu de generosidad en todo momento y en cualquier situación. Amén.


