Estos textos del Evangelio de Marcos nos invitan a reflexionar sobre la religión autentica ante las tradiciones humanas. En los versículos 1-8 del capítulo siete, el pasaje comienza con los fariseos y algunos escribas cuestionando a Jesús sobre por qué sus discípulos no seguían las tradiciones de los ancianos, como lavarse las manos antes de comer. Para los fariseos, estas tradiciones eran fundamentales para la pureza ritual. Sin embargo, Jesús responde citando al profeta Isaías: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos de hombres." (Isaías 29:13). Aquí, Jesús señala un problema esencial con las tradiciones humanas que pueden volverse vacías y sin sentido si no están alineadas con la voluntad de Dios. Es fácil caer en la rutina de cumplir normas externas sin examinar el estado de nuestro corazón. Jesús nos llama a una fe genuina, no a un cumplimiento superficial de reglas.
En los versículos 14 y 15, Jesús reúne a la multitud y les dice: "Escuchadme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre." Con esta declaración, Jesús subraya que la verdadera pureza no se trata de lo que entra en el cuerpo, como la comida o la falta de lavarse las manos, sino de lo que sale del corazón. Eso es lo que contamina al hombre. Aquí, Jesús desafía las normas tradicionales de pureza ritual y nos invita a mirar más allá de lo externo para enfocarnos en lo interno, en la pureza del corazón.
Jesús explica en los versículos 21 al 23: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre." Este pasaje nos confronta con la realidad de que el pecado no es simplemente una cuestión externa, sino algo que brota del interior, del corazón. Por lo tanto, la limpieza verdadera no es algo que se logra por rituales externos, sino por la transformación del corazón. La solución no está en lavarse las manos, sino en purificar el corazón, algo que solo Dios puede hacer. Lamentablemente, muchos consideran que cumpliendo ciertos rituales logran estar bien con Dios, sin llegar a purificar verdaderamente su corazón.
Este pasaje nos desafía a reflexionar sobre nuestras propias vidas. ¿Cuánto estamos enfocados en cumplir tradiciones y normas externas sin prestar atención al estado de nuestro corazón? ¿Estamos más preocupados por lo que otros ven externamente que por lo que Dios ve internamente? Jesús nos invita a ir más allá de las apariencias y a buscar una relación auténtica con Dios, una relación que transforme nuestro corazón y nuestras vidas. La verdadera pureza es la que nace de un corazón limpio, un corazón alineado con la voluntad de Dios. Es un llamado a examinar nuestras intenciones, a arrepentirnos de nuestros pecados y a permitir que Dios renueve nuestro corazón. Esa es la autentica religión.
Finalmente, en estos textos bíblicos del Evangelio de Marcos, Jesús nos muestra que la pureza verdadera no se trata de seguir rituales externos, sino de tener un corazón puro. Nos advierte contra el peligro de aferrarnos a tradiciones humanas sin cuestionar su valor espiritual. Roguemos al Señor que podamos buscar siempre la pureza de corazón que agrada a Dios, dejando que su gracia transforme nuestro ser interior para reflejar su amor y justicia en el mundo. Amén.


