Este sermón se basa en una enseñanza de Jesús, que se encuentra en el Evangelio de Mateo 4:4 y Lucas 4:4. Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús durante su tentación en el desierto, cuando el diablo le sugirió que convirtiera las piedras en pan para saciar su hambre. Jesús respondió citando Deuteronomio 8:3, diciendo: "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".

En estas palabras hay un significado espiritual. El pan simboliza las necesidades físicas y materiales del ser humano. Aunque son esenciales, no constituyen lo único necesario para la vida plena. Jesús señala que la verdadera vida, la que da sentido y propósito, proviene de escuchar y seguir la palabra de Dios. Lamentablemente, hoy en día, hay mucha gente que da prioridad a lo material, dejando de lado lo espiritual.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades. En una sociedad que a menudo pone énfasis en lo material y en lo inmediato, el sermón nos recuerda la importancia de buscar el alimento espiritual que da Dios a través de su palabra. Este alimento está al alcance todos. Todos los días se predica la palabra de Dios, en la radio, en la televisión, en todo lugar, y en las redes sociales. No hay excusa alguna para para no acceder a este alimento espiritual que es muy importante para la vida.

La respuesta de Jesús también es un acto de confianza plena en Dios. En lugar de ceder a la tentación de resolver sus necesidades inmediatas a su manera, confió en que Dios proveería todo lo necesario en su tiempo perfecto. Esa también debe ser nuestra confianza en Dios, en medio de las tentaciones de resolver nuestras necesidades por nuestra cuenta.

Ahora bien, en la vida cotidiana, este mensaje nos anima a no depender exclusivamente de lo material, sino a buscar un equilibrio donde también cultivemos nuestra relación con Dios. Nos impulsa a alimentar nuestro espíritu con oración, lectura de la Biblia, y acciones que reflejen los valores del Reino de Dios.

Este sermón nos debe desafiar a vivir con una perspectiva que va más allá de lo visible y tangible, recordándonos que nuestra existencia encuentra su verdadera plenitud cuando está arraigada en la fe y en la obediencia a la palabra de Dios. Amén.