
ACERCA DE LA VIDA ETERNA
(Juan 17:3)
En esta oportunidad, reflexionaremos acerca de la vida eterna. Este tema es uno de los aspectos más profundos y trascendentales de nuestra fe. La promesa de la vida eterna es un pilar central del cristianismo, una esperanza que nos sostiene y nos da propósito mientras navegamos por las pruebas y tribulaciones de la vida terrenal.
Jesús mismo nos habló de la vida eterna en numerosas ocasiones. En el Evangelio de Juan 3:16, leemos: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna". Esta promesa de Jesús es el corazón del mensaje cristiano. No estamos destinados a perecer en el pecado, sino a vivir para siempre en la presencia de Dios.
Es muy probable que nos estemos preguntando: ¿Qué es la vida eterna? ¿Cuál es su naturaleza? La vida eterna no es simplemente una prolongación infinita de nuestra existencia terrenal, sino una vida transformada en comunión con Dios. En Juan 17:3, Jesús define la vida eterna como conocer a Dios y a Jesucristo, a quien Él ha enviado. Esta vida es una relación continua y profunda con nuestro Creador, una vida de gozo, paz y amor incondicional.
Debemos estar conscientes que mientras estamos en este mundo, se nos da la oportunidad de prepararnos para la vida eterna. Esto implica vivir según los mandamientos de Dios, amar a nuestro prójimo y buscar la justicia y la santidad. En Mateo 25:31-46, Jesús nos enseña que seremos juzgados por cómo tratamos a los demás. Cada acto de amor y misericordia que realizamos es una preparación para la vida eterna.
La resurrección de Jesucristo es la prueba, la esperanza, y la garantía de nuestra propia resurrección. En 1 Corintios 15:20-22, El apóstol Pablo nos dice: "Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. Porque, así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados". La resurrección de Jesús nos asegura que la muerte no tiene la última palabra. A través de Él, también nosotros seremos resucitados a una vida nueva y gloriosa. ¡Esa es nuestra esperanza!
Finalmente, la promesa de la vida eterna nos llama a vivir con esperanza y valentía. No importa cuán difíciles sean nuestras circunstancias actuales, podemos tener la certeza de que un día veremos a Dios cara a cara y compartiremos en Su gloria eterna. Esta esperanza nos da la fuerza para perseverar y mantener nuestra fe firme hasta el final.
Es por eso que afirmamos que la vida eterna es un don precioso que Dios nos ofrece a través de Su Hijo Jesucristo. Al abrazar esta promesa con fe, amor y obediencia, podemos estar seguros de que nuestra vida tiene un propósito eterno y que estamos destinados a un futuro glorioso en la presencia de nuestro Padre celestial. Que esta esperanza nos guíe y nos fortalezca cada día de nuestras vidas. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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