
LA ALEGRÍA POR UN PECADOR QUE SE ARREPIENTE
(Lucas 15:1-10)
Seguramente que estos versículos bíblicos los hemos leído muchas veces y reflexionado en la Escuela Dominical o en un sermón en la iglesia. Son dos parábolas que tienen que ver con la alegría que hay en el cielo cuando un pecador se arrepiente. Sin duda que cuando se vive en una situación pecaminosa, la tristeza, el dolor, el remordimiento, la angustia, la desesperación, el remordimiento, nos inunda y no podemos vivir una vida feliz. Es muy probable que nadie quiera andar con nosotros, nuestros amigos ya no quieren pasar un rato con nosotros, se nos mira como pecadores, como ovejas descarriadas que no merecen nada. Vivir en pecado es una experiencia dolorosa, tanto espiritual como existencial. Hay tristeza y dolor en nuestro corazón. No sabemos qué hacer ni a donde ir en busca de compasión. Nos sentimos solos y abandonados. Nadie da nada por nosotros, los pecadores. Esta es la realidad de los que viven en pecado. Sin embargo, Jesús en estas dos parábolas nos da a conocer que el amor de Dios alcanza a los pecadores, a los que se han perdido, a los que se han extraviado. Dios va en busca del extraviado, del pecador, del descarriado, para brindarle Su amor, Su perdón y Su gozo. Cuando el pecador, el extraviado, el descarriado, es hallado por el Señor, y se arrepiente y lo acepta como su Señor y Salvador, en el cielo se produce una gran alegría, la cual es inigualable. Y no solo en el cielo, sino en su vida también se produce una gran alegría y un gran gozo inefable. ¡Es la alegría y el gozo por la salvación! Veremos estas dos parábolas de Jesús sobre este asunto.
En esta primera parábola, Jesús da cuenta que un pastor de ovejas tenía cien ovejas y se le pierde una de ellas. Este pastor deja a las noventa y nueve y va en busca de la oveja extraviada. Esta oveja, está acostumbrada a la voz de su pastor, no sabe defenderse de los peligros, ahora está sola y desamparada. Pero el pastor conmovido por la pérdida de una de sus ovejas, sale a buscarla y la encuentra. La actitud del pastor al encontrarla es de alegría y de gozo. Inmediatamente la pone sobre sus hombros y la trae a casa, sana y salva. Tal es el gozo del pastor de haber hallado a su oveja extraviada que reúne a sus amigos y vecinos, para decirles que se gocen y se alegren junto con él, al haber encontrado a su oveja perdida. Este gozo de encontrar a la oveja perdida, es similar al gozo que en el cielo hay por un pecador que se arrepiente, que es rescatado del pecado, que por noventa y nueve justos o santos. ¡En todo el cielo, Dios y los ángeles están de fiesta! Hay un gran gozo por este gran acontecimiento salvífico.
La otra parábola, tiene la misma connotación que la anterior, sólo que aquí, no se trata de un animal que se aparta del rebaño y se pierde, en este caso, es una moneda, un objeto inerte, sin vida, pero de un gran valor para la persona que la posee. Una dracma es equivalente a 3.6 gramos de plata, o a un denario, que equivaldría a un salario diario de un jornalero. De igual manera, Jesús quiere enseñarnos que la dueña de la valiosa moneda, no se queda sin hacer nada, ella prende una lámpara, barre la casa hasta que la encuentra. Así también, Dios no se cansa de buscar a quien se pierde hasta encontrarlo, aunque para otros no tenga un valor, pero, para Dios sí. El gozo de esta mujer es similar al relato anterior, ella reúne a sus amigas y vecinas para pedirles que se gocen junto con ella por haber encontrado la moneda perdida. Así también, Dios se goza con sus ángeles cuando un pecador, que se había perdido, se arrepiente. ¡Hay una gran fiesta celestial por este acontecimiento salvífico!
Jesús, con estas parábolas quiere enseñarles a los fariseos y escribas, y también a nosotros mismos, que para Dios no hay nada imposible, lo que estaba perdido, extraviado, descarriado, ahora es rescatado. Ahora el pecador es hallado, es perdonado, al arrepentirse. Así actúa Dios. Hay gozo y fiesta cuando un pecador se arrepiente, aunque no todos tienen este mismo gozo. Seguramente ese es el mismo gozo que experimentamos cuando el Señor nos halla, viviendo una vida de pecado, nos invita a ser sus amigos, nos arrepentimos, y le aceptamos como nuestro Señor y Salvador. Toda nuestra vida cambia. Saber que todos nuestros pecados, errores y maldades, ya han sido perdonados y borrados de la lista, causa una inmensa alegría empezar a caminar por los caminos del Señor. Ya no hay tristeza, ni dolor, ni remordimiento por todo lo pasado. Ahora, podemos vivir en paz, sin remordimientos, sin meas culpas, sin que nadie nos haga recuerdo de nuestro pasado pecaminoso. Hemos sido hallados por el Señor y restaurados para vivir una vida en plenitud con Él. ¡Somos sus amigos! (Juan 15:15). Recordamos las palabras del rey David: "Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas nuestras maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no me quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente" (Salmo 51: 8-12).
Ahora bien, como Iglesia debemos estar con ellos en todo momento, demostrarles nuestro gozo y solidaridad. Que puedan ver que hay una comunidad que los ama y los acompaña, esa es la tarea de la Iglesia del Señor. No olvidemos que el mundo está lleno de tentaciones, Satanás quiere quitarnos el gozo y la alegría de ser salvos por el amor de Dios. En todo momento debemos estar atentos a las necesidades de los nuevos creyentes. Visitarlos en sus hogares, alentarles a seguir el camino del Señor. Que no dejen de congregarse, que lean diariamente la palabra de Dios. Que sepan que Dios escucha sus oraciones y está presto a responderles con bendición.
Reflexionar estas enseñanzas de Jesús, nos ayuden a valorar a aquellas personas que deciden arrepentirse de sus pecados y se convierten al Señor, gracias al gran amor de Dios. Que nuestro gozo sea de tal manera, que genere una fiesta en toda la comunidad de fe, la Iglesia. Celebremos junto con Dios y sus ángeles por los que son hallados y son salvados, por la sangre de Cristo Jesús. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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