Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

 

LO QUE DIFICULTA ENTRAR AL REINO DE DIOS

 

(Lucas 12:32-40)

 

Este relato bíblico está circunscrito dentro de una preocupación de algunas personas sobre el tema de las riquezas. Hay una pregunta latente y que no se hace manifiesta directamente: ¿Es bueno tener riquezas o no? Este es el tema central de los versículos anteriores. También este asunto volverá a aparecer más adelante, cuando Jesús se encuentra con el joven rico (Lc. 18:18-30). En todo momento Jesús se verá confrontado con este tema y no podrá eludirla.

 

Para Jesús el tener riquezas no es malo de por sí, porque representan bendiciones que Dios otorga. La cuestión es cómo se obtienen dichas riquezas y para qué son necesarias. Algunas personas suelen obtener riquezas a través de medios vedados por Dios: explotación, engaño, usura, injusticia, sobornos, fraudes, ambición, actos de corrupción, avaricia, etc. Cada vez más un sector se hace más rico y el otro se hace más pobre en una proporción geométrica.  Se busca acaparar para sólo satisfacer el ego y tener poder sobre otros. Ese aspecto es tocado por Jesús en los versículos anteriores (Lc. 12:13-21). Jesús en pocas palabras nos dice que aquel que acapara riquezas y no las comparte con los pobres es un necio, porque ¿De qué le valdrá si le toca partir a la patria celestial? ¿Quién disfrutará de toda su riqueza? ¿Cuál es su riqueza espiritual?

 

Jesús nos enseña en este relato que hay una riqueza superior a la riqueza material, ésta es la herencia del reino de Dios. ¿Hay acaso en el cielo bóvedas para guardar riquezas materiales? ¿Hay acaso en el cielo estantes para guardar cosas materiales? La repuesta es un rotundo no. Ahora bien, si uno ha sido bendecido por Dios y tiene abundancia de bienes materiales, estos han sido dados para el uso de la persona, pero también han sido otorgados para ayudar a los pobres, a los más necesitados de nuestra sociedad. Al transferir nuestras riquezas a los pobres, nos convertimos en agentes solidarios del Señor. Allá en el cielo no hay lugar para los bienes materiales. Aquí en la tierra hay que disfrutarla y gastarla entre los más necesitados. Mientras tanto hay que procurar obtener riquezas espirituales para ganar la herencia que el Señor nos ha prometido: el reino. En la medida que nuestra vida espiritual se enriquezca con los medios de gracia, nuestras obras de piedad y de misericordia vayan en crecimiento, estaremos acumulando una riqueza mucho mayor y valiosa, que nos permitirá presentarnos delante del Señor sin temor y sin vergüenza. Podremos sentarnos a la mesa en ese gran banquete que será preparado cuando Él venga.

 

Muchos hoy en día, incluyendo aún a los creyentes, están muy preocupados en obtener riquezas materiales y se la pasan sin dormir en ese afán. Otros han logrado acumular cierta cantidad de riqueza  y no saben cómo tenerlas a buen recaudo para evitar que los ladrones se la quiten. Sin embargo, poco tiempo dedican a la oración, a la lectura de la palabra de Dios, al ayuno, a participar en la vida de la iglesia, a ayudar a los más necesitados, a proclamar las buenas nuevas del Señor. ¡Son pobres espiritualmente! Estas cosas son las que impiden entrar al reino de Dios, ya.  Ésta es la advertencia que nos hace el Señor para nuestros tiempos también. Lamentablemente muchos al conocer esta gran verdad que Jesús nos enseña, toman la actitud del joven rico (Lc. 18:18-30), se pierden la gran oportunidad de ganar la herencia prometida. De ahí que para los cristianos y cristianas, nuestra tranquilidad y confianza está en que sabemos que Dios es el que provee lo necesario y suficiente para nuestras necesidades. No tenemos por qué afanarnos por las cosas materiales (Lc. 12: 22-31). Si éstas llegan a nuestras manos, son bendiciones del Señor y son dadas para compartirlas con los más necesitados.

 

Sobre esta reflexión sería bueno tener en cuenta lo que Juan Wesley nos exhorta acerca de las riquezas, su acumulación y el derroche. Cuatro sermones escribió acerca de este asunto: “El peligro de las riquezas”, “Sobre las riquezas”, “El peligro de la acumulación de riquezas” y “El uso del dinero” Su consejo es dejar de acumular riquezas materiales y para lograrlo da tres consejos sabios:

 

a)    “Gana todo lo que puedas”, hay que ganar el dinero con trabajo honesto, sin perjudicar a nuestras mentes y cuerpos por el trabajo excesivo y sin explotar a nuestro prójimo.

 

b)    “Ahorra todo cuanto puedas”, debemos practicar la mayordomía y vivir con sencillez, sin practicar el derroche de los dones de Dios.

 

c)    “Da todo cuanto puedas”, se debe proveer lo esencial para uno mismo y la familia: alimento, vestido, vivienda, salud y cualquier otra cosa básica. Cuando este aspecto se ha logrado, cualquier cosa que sobre debe darse a los pobres, tanto en la iglesia como en el resto del mundo. Nada debe acumularse. El compartir con los necesitados es una muestra que estamos dando todo a Dios.

 

Por último, hay una exhortación que Jesús nos hace a todos nosotros: “Busquemos el reino de Dios y su justicia y lo demás será añadido. No nos afanemos por el día de mañana, basta cada día su propio afán” (Mt. 6:33-34). Confiemos en la providencia de nuestro Dios y procuremos acumular riquezas espirituales aquí en la tierra, practicando los medios de gracia que Dios nos ha dado para lograr una vida de excelencia, o en otras palabras, una vida en santidad. No desperdiciemos esta gran oportunidad que Dios nos da, ahora, no mañana. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


Copyright © 2000-2010 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. All rights reserved. Todos los derechos reservados.