
LA SALVACIÓN ALCANZA A TODA LA FAMILIA
(Hechos 16:26-34)
Este relato bíblico está en el contexto de la presencia de Pablo y Silas en Filipos, cumpliendo la misión de predicar el evangelio en ese lugar. En el camino se encontraron con una muchacha que tenía el espíritu de adivinación, esta actividad daba gran ganancia a sus amos. Pablo logró echar, en el nombre de Jesucristo, al espíritu de adivinación que estaba en ella. Esto causó molestia a sus amos y llevaron a Pablo y Silas a las autoridades, donde fueron acusados de alborotar la ciudad y de enseñar costumbres diferentes a las de ellos. Los magistrados azotaron a Pablo y a Silas y luego lo pusieron en la cárcel.
En la cárcel, ambos dieron testimonio de su fe en Jesucristo a todos los presos. De pronto, se produjo un gran terremoto cayendo los cimientos, abriéndose las puertas de la cárcel, y las cadenas de todos los presos se soltaron. El carcelero al ver las puertas abiertas de la cárcel, y pensando que los presos habían huido, sacó su espada y se quiso matar. Al ver esto Pablo, le gritó a gran voz que no lo haga, porque todos los presos están en el lugar, no habían huido. El carcelero al ver que todos los presos estaban en el lugar y no habían huido, se quedó admirado por ello y tomó una actitud: se postró a los pies de Pablo y Silas, y les preguntó qué debía hacer para ser salvo. La respuesta de Pablo y Silas fue que crea en el Señor Jesucristo y será salvo, él y su casa (la familia) también. En ese momento, le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Como respuesta a la prédica de la Palabra, el carcelero los sacó y les lavó sus heridas, se bautizó con todos los suyos y los llevó a su casa, sirviéndoles la mesa, y se regocijó con toda su casa por haber creído en Dios. La salvación no solo alcanzó al carcelero, sino que alcanzó a toda la familia también. Ahora, toda la familia pertenece a Dios, viven con gozo y alegría, por haber alcanzado la salvación.
Cuán importante es que la familia sea alcanzada para el Señor, no solo un miembro de la familia, sino toda la familia. Otro hecho para destacar, es cuando Pablo y Silas estaban junto al río para orar, empezaron a predicar la Palabra a las mujeres reunidas para orar también, de pronto. una mujer llamada Lidia, quien era vendedora de púrpura, que adoraba a Dios, y había oído la prédica de la Palabra, fue movida por el Señor para ser bautizada junto con su familia. Como agradecimiento, la mujer le pidió a Pablo y a Silas que se hospedaran en su casa (Hechos 16;11-15). La salvación de esta mujer, también alcanzó a toda su familia. Al igual que la familia del carcelero, toda la familia de ella pertenece a Dios, viven con gozo y alegría, por haber alcanzado la salvación.
Estos dos ejemplos, nos deben llevar a reflexionar, cuán importante es que toda la familia crea en el Señor Jesucristo y esté al servicio del reino. Las bendiciones del Señor no deben ser solo para uno de los miembros de la familia, sino para toda la familia. Esto incluye, a los hijos e hijas, a los esposos, hermanos y hermanas, tíos y tías, primos y primas, abuelos y abuelas, cuñados y cuñadas, yernos y nueras. Cuando toda la familia está en las manos del Señor, sin duda que, en el seno de la misma, se experimenta bendición, gozo, alegría, prosperidad, unidad, amor verdadero, tiempo de oración y de alabanza. Una familia cristiana es el instrumento que Dios utiliza para llevar el mensaje de salvación a todos aquellos que están apartados del Señor, que viven una vida de pecado, de sufrimiento, de dolor, de infortunio, de desgracia. Esas personas necesitan saber cuán grande y misericordioso es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia (Salmo 103:8). A toda la familia del carcelero y a toda la familia de Lidia, la salvación les alcanzó también.
Otro ejemplo que podemos tomar en cuenta es la familia de Jesús, todos eran salvos por la gracia y misericordia de Dios. Toda la familia apoyaba la misión de Jesús. Pero, no solamente la familia carnal, apoyó a Jesús, sino también la familia espiritual que había logrado, constituir: los discípulos. Jesús caminaba con ellos, les enseñaba, oraba por ellos, sentía el afecto y el respaldo de ellos. Al final de su misión, Jesús se reunió con su familia espiritual, los discípulos, en una cena y cenaron juntos. Les lavó los pies como señal de humildad. Oró en el huerto de Getsemaní junto con ellos. La comunión como familia espiritual es importante destacar en el cumplimiento de la misión. Jesús no estaba solo. En la última cena les compartió lo que le iba a suceder y estableció con ellos un Nuevo Pacto. Al igual que el carcelero y Lidia, la familia sirvió una cena y cenaron juntos para agradecer al Señor por su misericordia y salvación.
Lamentablemente, hoy en día, la familia del creyente, está en otras cosas, no participa en la vida de la iglesia, en los tiempos de oración familiar, en los estudios de la palabra de Dios, en los momentos de alabanza a Dios. Permanece ajena a la vida espiritual del creyente, no lo apoya con oración en sus momentos de angustia o de enfermedad. El creyente se encuentra solo, sin el apoyo familiar, lucha solo en los momentos de tentaciones, no siente el respaldo de la familia. La familia es indiferente a la vida espiritual de uno de sus miembros. Las inquietudes del mundo han alejado a la familia de la vida espiritual. Por eso se dan casos de violencia familiar, adulterios, divorcios, abandono de los hijos, delincuencia juvenil, entre otros. De ahí que, es urgente y necesario que la iglesia llegue a los hogares de los creyentes y alcance a toda la familia, para recibir las bendiciones del Señor.
Oremos para que podamos llegar a todas las familias y presentarles a Jesús como el único Señor y Salvador del mundo y de las familias. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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