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DOS FORMAS DE HACER MISIÓN

 

(Jonás 1:2; Hechos 9:15)

 

En las Sagradas Escrituras, encontramos muchos relatos de misiones realizadas por diversos siervos y siervas de Dios. Sin embargo, quisiera destacar dentro de esos personajes al profeta Jonás y al apóstol Pablo. Ambos cumplieron con la misión que Dios les encargó, de llevar las Buenas Nuevas del Señor a los gentiles. Es de destacar que cada uno lo hizo de una manera muy particular. No fue en principio, una iniciativa de ellos, sino que la iniciativa provino de Dios. Jonás estaba en sus quehaceres cotidianos y de pronto recibió el encargo de Dios de predicar las Buenas Nuevas del Señor a la ciudad de Nínive, una ciudad de gentiles, es decir, pecadores y que no creían en el Dios vivo, Yahweh. Saulo, también estaba en sus quehaceres cotidianos, en este caso, estaba dedicado a la persecución de los discípulos del Señor, originando la prisión y muerte de ellos. En esas circunstancias, el Señor lo llamó para que predicara el Evangelio a los gentiles. Podemos notar, que aquí, se dan dos formas de realizar la misión, las cuales nos servirán para nuestra reflexión, acerca de cómo cumplir la misión que el Señor nos encarga. 

 

Veremos en primer lugar, el caso del profeta Jonás. Ya hemos dicho que él estaba dedicado a sus quehaceres cotidianos. De pronto, el Señor le pide que se levante, que deje de hacer lo que está haciendo, para anunciar la Buenas Nuevas del Señor a los gentiles de Nínive, los cuales estaban viviendo en maldad. Como profeta del Señor, Jonás, debería estar dispuesto a cumplir la misión, de llamar al arrepentimiento a un pueblo que estaba viviendo en pecado; sin embargo, tomó una decisión contraria, huir de la presencia del Señor y no cumplir con el encargo dado. Aquí podemos ver un acto de rebeldía. Para cumplir su cometido, se dirige a Jope, donde se embarca en una nave para dirigirse a Tarsis, que estaba a una distancia de 3500 km. al oeste de Nínive. Pensaba que de esa manera se libraría de la presencia del Señor y no tendría que cumplir la misión encargada.

 

Ya en la nave, Jonás se durmió profundamente en un lugar oculto del barco. Pero Dios hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo una tempestad, amenazando destruir la nave. Los marineros clamaron a sus dioses por ayuda y arrojaron objetos por la borda para aligerar la nave. El capitán de la nave despertó a Jonás, para pedirle que también invocase a su "Dios". Finalmente, los marineros echaron suertes para determinar por culpa de quién se había originado la tormenta. Dios hizo que la suerte cayera sobre Jonás. Cuando se le preguntó, confesó que había sido infiel a su comisión y, como no deseaba que otros perecieran por su culpa, pidió que le arrojasen al mar. Fracasado todos los esfuerzos por volver a tierra, los marineros echaron a Jonás al mar, y éste detuvo su furia.​ Entonces, Yahveh dispuso que un gran pez se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su interior. Jonás oró a Yahveh glorificándole como salvador y prometiéndole pagar lo que había prometido anteriormente. Entonces, Yahveh ordenó al pez que vomitara al profeta en tierra firme.

 

Por segunda vez, Dios le volvió a enviar Nínive, entonces Jonás emprendió el largo viaje hacia esa ciudad. Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: "De aquí a cuarenta días Nínive será destruida" La respuesta de la gente y del rey fue arrepentirse de sus pecados y Dios se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. Pasaron cuarenta días sin que le ocurriera nada a Nínive, y Jonás se enojó porque Dios no había destruido la ciudad. Justificó su huida a Tarsis, porque sabía que Dios es clemente y piadoso. En esa situación, Jonás le pidió a Dios que le quitará la vida.​ Posteriormente el profeta dejó la ciudad y acampó hacia el oriente de la ciudad, donde más tarde se hizo una enramada. Desde ese lugar, al oriente de Nínive, vigiló para ver lo que le ocurría a la ciudad.

Preparó Dios una calabacera que le hiciese sombra, esto alegró la profeta, sin embargo, al otro día Dios preparo un gusano quien se encargaría de acabar con la calabacera, por lo cual el profeta se enojó y como consecuencia tuvo insolación, tan fuerte que deseaba su muerte, otra vez. Después de algunas experiencias vividas en la enramada, Dios le enseña a Jonás que él tendrá piedad de Nínive, donde habitaban más de ciento veinte mil personas. La ciudad fue librada del juicio de Dios, porque se convirtió de sus malos caminos, mas, la ciudad Asiria finalmente fue destruida casi dos siglos después en el año 612 a C por los babilonios.

Esta historia de Jonás, nos enseña que la gracia de Dios y el mensaje de salvación es para todos los seres humanos, sin ninguna distinción. Nadie puede impedir que el propósito de Dios se cumpla. Cuando el Señor nos encarga realizar una tarea o misión, debemos realizarla sin ningún miramiento, ni pretextos. Dios nos buscará y hará que cumplamos la misión que nos ha dado. Si Él nos ha escogido, es porque ha visto en nosotros ciertos talentos óptimos para realizar la tarea. Finalmente, no debemos huir del Señor para no realizar la misión. Humildemente debemos decirle: "Heme aquí, envíame a mí"  

En segundo lugar, un personaje que no deja de llamar la atención es Saulo o Pablo. Él también estaba en sus quehaceres cotidianos. Estaba dedicado a la persecución de los discípulos del Señor, originando la prisión y muerte de ellos. Pablo era un fariseo bien instruido y entendido en las Sagradas Escrituras, celoso y defensor del judaísmo. Él consideraba como un peligro para el judaísmo, la propagación del cristianismo que proclamaba que Jesús era el Mesías prometido, el Kyrios. En el camino se le apareció el Señor en medio de una luz resplandeciente y cayó al suelo. Ahí oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Aturdido Saulo, preguntó quién era, y la voz le dijo que era Jesús, a quien perseguía. Temblando y temeroso, preguntó: ¿qué quieres que yo haga? El Señor le dijo que se levantara y entrara a la ciudad, y ahí se le dirá lo que deberá hacer. Así, de esa manera, el Señor llamó a Saulo para cumplir una tarea entre los gentiles, que consistía en predicarles el Evangelio de Jesús.

 

Bien sabemos que Saulo en Damasco, fue atendido por Ananías, para que recobre la vista. Ananías reaccionó alegando que Saulo era un perseguidor de cristianos y que tenía mucho poder. Ananías no estaba de acuerdo con lo que Dios le estaba diciendo, aduciendo que Saulo era judío y perseguía a los cristianos. Sin embargo, Dios le dice a Ananías que vaya donde Saulo, ya que él era un instrumento para llevar el nombre de Dios a los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel. Además, le dice le va a mostrar cuánto le es necesario padecer por su nombre. 

 

Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, le dijo: hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.

 

A partir de ese momento, Saulo se convierte en un misionero entre los gentiles. Saulo, nunca había imaginado que llegaría a ser un defensor y promulgador del Evangelio de Jesús. Una vez más, podemos decir, que para el Señor no hay nada imposible. Saulo se convirtió de enemigo a amigo de Jesús. Algo así, también nosotros nos ha sucedido, hemos sido llamados por el Señor para una misión, que de pronto no estaba en nuestros planes. Tal vez, nuestros familiares, amigos, o conocidos, objetaron al comienzo dicho llamamiento, por nuestra forma de vida que llevábamos, alejados del Señor. Pero el Señor por su misericordia y amor, así nos eligió para ser sus colaboradores y predicar las Buenas Nuevas.

 

Que estas dos formas de hacer misión, nos lleve a la reflexión de cómo realizar la Gran Comisión, sin huidas, ni pretextos. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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