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LA METAMORFOSIS ESPIRITUAL

 

(Hechos 16:31-34)

 

Hay un coro muy tradicional que se suele cantar en las campañas evangelísticas. Lo recuerdo porque yo solía cantarlo cuando hice mi conversión a Cristo. La letra de este coro es: "Solo el poder de Dios, puede cambiar tu ser; la prueba yo te doy, él me ha cambiado a mí; no ves que soy feliz, sirviendo al Señor; nueva criatura soy, nueva soy" En un principio, este coro fue muy significativo para mi nueva vida espiritual. Ahora, después de muchos años, al recordar este sencillo coro, viene a mí la siguiente reflexión: "Este coro menciona la experiencia de la metamorfosis espiritual" En verdad, lo que produce la conversión a Cristo, es una verdadera metamorfosis o transformación espiritual en lo profundo de nuestro ser. Bien se menciona, que esta metamorfosis o transformación, solo el poder de Dios lo puede realizar, y esto no es por nuestro propio esfuerzo personal, sino, por la acción de Dios en nuestra vida. Cuando la palabra de Dios penetra a nuestro ser, todo se transforma, nuestro ADN, nuestra mente, nuestros sentimientos, nuestra manera de pensar, nuestra manera de vivir, nuestra relación con los demás. De ahí, la afirmación de que somos nuevas criaturas, con nuevas expectativas y nuevas esperanzas. El nuevo horizonte, ahora, está a nuestro alcance. La felicidad en medio de las dificultades, es una realidad. Ahora, se está al servicio del Señor y eso genera alegría y gozo. Finalmente, nuestro testimonio de esa metamorfosis es la mejor prueba de nuestra transformación. ¡Somos nuevas criaturas, nuevas personas! Pasamos de una vida corruptible a una vida espiritual incorruptible.

Las Sagradas Escrituras nos hace referencia de esta experiencia espiritual. Hay muchos ejemplos. Veremos algunos ejemplos significativos. En el Antiguo Testamento, encontramos a Abraham que era una persona que vivía en un pueblo pagano, el Señor lo llamó para una misión, y toda su vida cambió (Génesis 12:1-8); Jacob tuvo esa experiencia de transformación en su vida (Génesis 28:10-22); Moisés fue llamado por el Señor para liberar a Su pueblo de la esclavitud de los egipcios, a partir de ese llamado, la vida de Moisés cambió completamente y sirvió al Señor (Éxodo 3); Rahab, la mujer prostituta de Jericó, que ayudó y salvó a los espías de Josué, obtuvo la salvación de parte de Dios, y toda su vida cambió, hasta el punto de ser parte de la genealogía de Jesús (Josué 2); David, que cayó en adulterio y asesinato, se arrepintió y pidió perdón al Señor. El Señor lo perdonó y lo salvo, cambiando su vida y poniéndola al servicio de Dios (Salmo 51).

El Nuevo Testamento, también nos brinda ejemplos de personajes que se convirtieron al Señor y cambiaron sus vidas para siempre. Un grupo de pescadores al escuchar el mensaje de Jesús y recibir la invitación para seguirle, se convirtieron y le siguieron. Sus vidas cambiaron por completo (Mateo 4:12-25); Caminando Jesús, le salió al encuentro un hombre con un espíritu inmundo. Jesús lo liberó y lo sanó. Como respuesta, él salió y comenzó a dar testimonio en Decápolis del gran milagro (Mateo 5:1-20); Un leproso se acercó a Jesús para que lo sane. Jesús lo sanó y él dio testimonio de ese milagro. Su vida fue transformada (Mateo 8:1-4); En el camino una mujer enferma de flujo de sangre, tocó el manto de Jesús y se sanó, porque creyó en él. Jesús le aseguró que su fe la había salvado (Mateo 9:20-22); Otro ejemplo a tener en cuenta, es la mujer samaritana, que encontró en Jesús la salvación, su vida fue transformada y dio testimonio de su cambió. Muchos le creyeron (Juan 4). En el desarrollo de la misión y expansión de la Iglesia, una persona logró creer en Jesús y fue salvo. Es el caso de un carcelero que al ver que Pablo y Silas habían quedado libres, se quiso suicidar. Pero Pablo y Silas le pidieron que no lo hiciera y le dijeron que creyera en el Señor Jesucristo, y será salvo, él y su familia. Inmediatamente él creyó, se bautizó junto con todos los suyos. Fue una gran transformación espiritual (Hechos 16:31-34).  

En la vida cristiana, también tenemos muchos ejemplos. Durante los primeros siglos, de la era cristiana, muchos discípulos del Señor salieron a predicar la palabra de Dios, en medio de las terribles persecuciones, logrando que muchos se convirtieran al Señor y cambiaran sus vidas por completo. Entre esas personas, había esclavos, soldados, comerciantes, funcionarios del imperio, vagabundos, y mucha gente común. Entre esas personas, vale la pena destacar la persona del emperador romano Constantino, quien se convirtió al Señor y liberó a la Iglesia de las terribles persecuciones (Siglo III). A partir de esa metamorfosis en su ser, su vida cambió y se convirtió en un instrumento del Señor. A lo largo de la historia, tenemos muchos personajes, hombres y mujeres, que se convirtieron al Señor y transformaron sus vidas, dando testimonio de ello. En esta oportunidad, tomaremos dos ejemplos. Uno es el del monje Martín Lutero, quien, en un momento de angustia, clamó al Señor para que lo salve. El Señor escuchó su clamor y Lutero cambió su vida, su manera de vivir la fe cristiana, y sobre la manera de estudiar las Sagradas Escrituras. El resultado de ese cambio fue la gesta de la Reforma Protestante (1517), que cambió la historia de la Iglesia. El otro ejemplo, es la persona de John Wesley, un sacerdote anglicano, que vivía en Inglaterra, de pronto tuvo su verdadera conversión al Señor un 24 de Mayo de 1738, en Londres. Con esa experiencia, Wesley tuvo un gran cambio en su vida y dio testimonio de ese cambio a miles de personas, predicando la palabra de Dios. Él logró transformar su país con solo la palabra de Dios y dando testimonio del gran amor de Dios por la humanidad.  

Hoy, nosotros, los cristianos y cristianas, de alguna manera hemos vivido esa experiencia de una metamorfosis en nuestro ser. Vivíamos una vida apartada de Dios, cometíamos una serie de actos contrarios a la voluntad de Dios, íbamos de tumbo en tumbo por la vida, sin saber a dónde ir. Creíamos que todo lo sabíamos y que todo lo podíamos lograr, gracias a nuestra inteligencia y esfuerzo personal. Nuestro horizonte estaba lleno de dudas, temores, angustias y desolación. Esperábamos que algo sucediera para cambiar nuestra situación. De pronto, un día, alguien nos predicó la palabra de Dios, no habló del gran amor de Dios, nos presentó a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. A partir de ese encuentro con el Señor, decidimos arrepentirnos de todo aquello que habíamos hecho mal, tomamos la decisión de aceptar a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, fuimos perdonados, y todo cambió a partir de esa metamorfosis en nuestro ser. Una vez más, la letra de ese coro tradicional, se hace más real, ante tanta indiferencia e incredulidad de muchas personas.

Que el Señor Jesucristo nos permita seguir dando testimonio de la gran transformación que se operó en nuestras vidas al escuchar la palabra de Dios y el ponerla en práctica. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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