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NO A LA VIOLENCIA, SI A LA PAZ

 

(Mateo 12:25)

 

En el ministerio de Jesús, hay un momento en que hace un alto para decirle a los fariseos, que lo hostigaban, que, si los habitantes de una ciudad se pelean unos contra otros, la ciudad quedará en ruinas. En pocas palabras les estaba diciendo que procuren la paz. Estas palabras de Jesús están en el contexto de la disputa, de tener el dominio sobre los demás. Hay una división, cosa que, no es extraño, ya que desde la creación hasta nuestros días, todo reino, nación, ciudad, casa o familia dividida contra si misma es asolado, es destruido, arruinado. Ejemplos hay: en un principio el pueblo de Israel estaba gobernado por Dios por muchos siglos, hasta que el pueblo pidió rey y éstos hicieron que el pueblo se apartara de Dios. En el cuarto reinado de Roboam, el pueblo se dividió en dos reinos, uno al norte, compuesto por diez tribus del pueblo de Israel, y el otro, en el sur, compuesto por dos tribus. Como bien sabemos el reino del norte existió unos 200 años, hubo luchas internas, fue invadido, saqueado, y llevado a cautiverio. Al final, desapareció el reino. El reino del sur existió un poco de más de 300 años, también tuvieron luchas internas, luego fue llevado al cautiverio, pero luego volvió y fue restaurado. Es bueno tener en cuenta que, la división de esta nación santa causó muchos males y la desaparición de quienes ocasionaron esta división.

 

Por otro lado, Jesús estableció la Iglesia para ser un solo pueblo. La Iglesia como cuerpo de Cristo, es un cuerpo unido que va creciendo en unidad, se va fortaleciendo espiritualmente, con la guía del Espíritu Santo. Todos los integrantes de la Iglesia son importantes, hay diversidad de dones, diversidad de ministerios, diversidad de operaciones, pero en todo esto, el Espíritu es el mismo, Dios es el mismo, Jesucristo es el mismo. Todos somos el Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12). No debe haber división, ni contiendas internas. Dios es uno, el Espíritu es uno, Cristo es uno, la Misión es una. El Señor quiere que vivamos en unidad (Juan 17), en amor, en paz, practicando la misericordia y el perdón, siendo solidarios con el que sufre. Recordemos una vez más, que un reino, una casa o una iglesia dividida son desoladas, son arruinadas. Dios no quiere que vivamos en división, en violencia entre sus hijos. Dios quiere que seamos luz y sal del mundo (Mateo 5:13-16). Vivamos en unidad, en paz, no a la violencia. Tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautizo, un solo Dios y Padre (Efesios 4:5-6).    

 

Esta misma reflexión debemos aplicarla a nuestro país. Somos parte de una nación, que ha pasado diversos procesos históricos, de paz, de violencia, de división, pero que, a pesar de todo, hemos logrado vivir en paz. No siempre la violencia y la división han generado paz. Aquí también, se aplica que todo reino, nación, ciudad, casa o familia dividida contra si misma es asolado, es destruido, arruinado. Muchos gobiernos han reinado en nuestra nación, todos han prometido paz con justicia social, pero al final de sus gobiernos, solo han dejado más miseria, corrupción, y el descontento del pueblo por las promesas no cumplidas. Hoy más que nunca los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Nada ha cambiado. Ante ello, muchos partidos políticos, ideólogos y opinólogos, han generado una serie de propuestas para salir de esta crisis social y económica de nuestro país. Hoy en día, se quiere cambiar todo eso por medio de la violencia, el odio entre compatriotas, y el despojo, y destrucción de las propiedades del estado o de particulares.

 

Hay que recordar que Moisés salió de la esclavitud en Egipto, sin contar con un ejército, ni con armas para enfrentar al ejército del Faraón. Solo por la fe en Dios pudieron derrotar al enemigo. Jesús, en su ministerio terrenal, no utilizó la violencia para cumplir su misión. Cuando Pedro le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote, Jesús le llamó la atención y restauró la oreja al soldado (Juan 18:10-11); Muchos cristianos y cristianas murieron en los coliseos, en manos de los romanos, sin utilizar ninguna arma; Los dos primeros siglos de era cristiana, muchos discípulos y discípulas de Jesús fueron perseguidos y asesinados por predicar las Buenas Nuevas del Señor, tampoco usaron la violencia para defenderse; John Wesley predicó el Evangelio por toda Inglaterra, consiguiendo que muchas personas se convirtieran, y de esa manera, cambiaran sus vidas, logrando un gran cambio social y espiritual, en toda Inglaterra, sin utilizar ninguna arma; Mahatma Ghandi fue un pacifista y pensador indio que abogó por la no violencia. Fue encarcelado varias veces, y siempre defendió a las castas más bajas y a las zonas rurales de su país, que eran las más desfavorecidas; Martín Luther King, pastor bautista, promovió la sublevación contra la segregación, sobretodo en autobuses, colegios y universidades. Organizó y llevó cabo diversas manifestaciones pacíficas para lograr el voto de la población afrodescendiente, la no discriminación y otros derechos civiles desde la ciudad de Selma, Alabama; Nelson Mandela, líder metodista, trabajó activamente para abolir las políticas del apartheid del Partido Nacional en el poder. Su lucha contra la impunidad fue permanente. Él utilizó tácticas pacifistas para lograr su objetivo. Ellos son algunos ejemplos del movimiento pacifista, en contra de todo tipo de violencia.

 

Estos testimonios nos deben llevar a una serie reflexión. Se debe empezar por nuestros hogares, que muchas veces, sin darnos cuenta, se comete todo tipo de violencia; en nuestro vecindario, en las escuelas, en las universidades, en nuestros centros laborales y organismos sociales, sin dejar de lado, la iglesia. Todos debemos promover la no violencia como medida, para resolver asuntos personales o grupales; como cristianos debemos descartar todo tipo de violencia, venga de donde venga. Recordemos las palabras del profeta Isaías: "Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre" (Isaías 32:17). Y, por último, las propias palabras de Jesús: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Juan 14:27).

 

Oremos para que la paz reine en nuestras vidas, en nuestras familias, y en todo estamento de la sociedad. Seamos instrumentos y promotores de la paz. ¡No a la violencia, si a la paz! Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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