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EL DEBER DEL ATALAYA HOY

 

(Ezequiel 3:16-21)

 

El profeta Ezequiel en el capítulo dos, del libro que lleva su nombre, da cuenta que el Señor lo ha llamado para dar a conocer al pueblo rebelde, Su palabra. Además, da cuenta de que el Espíritu entró en su ser y oyó la voz del Señor. Ezequiel tenía treinta años cuando fue llamado por el Señor. El mensaje recibido de parte de Dios fue: «Tú, Ezequiel, vives entre gente tan rebelde, que hasta cierra los ojos y se tapa los oídos para no verte ni oírte. Por eso quiero que salgas de tu casa a plena luz del día, cuando todos puedan verte, y finjas caminar como si te llevaran preso a otro país." Resulta que al cabo de siete días vino palabra de Dios diciéndole que ha sido puesto como atalaya en la casa de Israel para que oiga la palabra de Dios y amoneste al pueblo de parte del Señor. Esa es la tarea que tiene que realizar Ezequiel como atalaya del Señor.

 

A través de la historia, bien sabemos, que los pueblos han tenido que protegerse de ataques de tribus o naciones vecinas; como parte de esa protección, edificaban torres en los muros de las ciudades y colocaban en ellas vigilantes, que se llamaban atalayas, para avisar si se acercaba el enemigo. El problema con los atalayas, era que a veces veían al enemigo venir y no decían nada, y en otros casos advertían al pueblo de la llegada del enemigo. De esta doble realidad de los atalayas, Dios le advierte a Ezequiel diciéndole que, si el impío ha de morir y él no le advirtiera, para que se arrepienta y viva, entonces morirá por causa de su pecado, y su sangre será le será demandada. Pero si él amonesta al impío, y no se convierte de su impiedad y de su camino de maldad, él morirá por su maldad, pero él quedará libre de culpa. Esta es una primera advertencia. Otra advertencia es que, si el justo se apartare de su justicia e hiciera maldad, poniendo en peligro su vida, él morirá, porque no lo amonestó, entonces él será culpable de su muerte. Pero si al justo amonestara para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y él quedará libre de culpa. Es decir, hay una responsabilidad del atalaya.

 

Hoy en día, bien podríamos tomar en cuenta la función del atalaya en nuestro mundo. Están sucediendo muchas cosas que no son agradables al Señor. Se permite cambiar la verdad por la mentira. Se justifica la violencia contra los más débiles. En nombre de la libertad, se comete todo tipo de arbitrariedad y abusos. Lo que era antes prohibido, ahora es permitido. Las Sagradas Escrituras son traducidas de acuerdo a la ideología del traductor. Se cambian textos bíblicos por concepto filosóficos. La Iglesia en algunos casos, ha callado ante violaciones de los derechos humanos y ha permitido asesinatos de inocentes. En el tiempo del nazismo, la Iglesia oficial calló y permitió todos los abusos que hoy se conocen. No levantó su voz profética. Es decir, actualmente se están permitiendo una serie de violaciones en todos los aspectos, y nadie levanta su voz de protesta, nadie denuncia los diversos atropellos, la inmoralidad ha corroído nuestra sociedad, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres, los valores han sido trastocados por otros, la maldad, el pecado, la inmoralidad, la violencia y el terror, se han generalizado en todo el planeta; la injusticia predomina en todos los niveles de la sociedad, el tráfico de personas va en aumento, las violaciones a niños y mujeres son más crecientes. En verdad, son muy pocos los que han asumido la función de atalaya en nuestra sociedad. Muchos de ellos han pagado con sus vidas, al levantar sus voces de protesta.        

 

Hoy más que nunca, el Señor nos está llamando a ser sus atalayas en medio de este mundo corrupto y de pecado. Tal como Dios le dijo a Ezequiel que sería culpable de los la muerte de los impíos por no proclamarles la palabra de Dios a tiempo, para que se arrepintieran y salvaran sus vidas, así también, hoy el Señor nos está llamando a ser sus atalayas para anunciar las buenas nuevas del Señor, para que mucha gente se arrepienta de sus pecados y se salven. Cada quien puede ser un atalaya ahí donde se encuentre. Recordar que el Señor Jesús nos ha dado una Comisión: "Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:19-20). Si no anunciamos la palabra de Dios a todos en el mundo, a tiempo y en todo lugar, para que cambien de actitud, se arrepientan de sus pecados, y no mueran en condenación, seremos culpables de sus muertes. Este es el deber de todo atalaya hoy en día. 

 

Que el Señor nos dé el valor de sus atalayas ahí donde nos encontremos. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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