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TRES COSAS NOS PIDE EL SEÑOR

 

(Miqueas 6:6-8)

 

El profeta Miqueas pregunta: ¿Qué es lo que Dios quiere de su pueblo? ¿Qué se debe ofrecer a Dios? Él piensa que para agradar a Dios es necesario traer cosas como: terneros de un año, miles de carneros, ríos de rescate. Humanamente, él cree que esto es suficiente para agradar a Dios, pero, rápidamente se da cuenta que no es así. En verdad, Dios no quiere ninguna de esas cosas. Lo que Dios quiere es que se actué con justicia, que se ame la misericordia, y que se camine humildemente ante Él. Esto era lo que Dios quería de su pueblo Israel. Ahora bien, para nuestro tiempo, ¿Qué significa esta exigencia de Dios para nosotros como Iglesia? Analizaremos brevemente estas tres exigencias de parte de Dios. 

1. Hacer justicia. – En los tiempos de Israel, había muy poca justicia. Los ricos se hacían más ricos y los pobres se hacían más pobres. Los reyes explotaban al pueblo y la justicia de Dios no era una realidad. De ahí que, muchos profetas, entre ellos, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Nehemías, Amós, clamaban a viva voz, la práctica de la justicia.

En los tiempos de Jesús, la justicia no era una realidad. Muchos de sus discursos, tienen que ver con este asunto (Mateo 5:6, 20; 6:1, 33; 23:23). Las epístolas en el Nuevo Testamento, también tratan el tema de la práctica de la justicia (Romanos 14:17; 2 Corintios 6:14; Efesios 6:14; Filipenses 1:11; Hebreos 1:9; Santiago 1:20; 1 Pedro 3:14; 1 Juan 2:29). Como se verá, la exigencia de Dios era practicar la justicia.

 

Hoy en día, lamentablemente la práctica de la justicia, no es una realidad, existe mucha injusticia en el mundo. Pareciera que la injusticia es algo normal. Hoy también los ricos se hacen más ricos y los pobres se hacen más pobres. La maldad parece triunfar sobre el bien. Es muy difícil encontrar dónde se practica la justicia. Existen muchas situaciones de injusticia. La Iglesia está llamada a predicar y practicar la justicia. Esta es la voluntad de Dios para con todos. Como discípulos de Jesús, estamos llamados a predicar la justicia divina y ponerla en práctica, ahí donde reina la injusticia, la maldad. Esa es una exigencia de Dios, y esa es nuestra tarea como cumplimiento de la misión.

2.  Amar la misericordia. - Dios le dice a Miqueas que debe amar la misericordia. Le estaba diciendo que practicase la benevolencia, la benignidad, la bondad, la compasión. En muchos textos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento se hace mención de la misericordia. Es bueno tener en cuenta que la misericordia es la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Esta es la actitud de Dios con la humanidad. La misericordia de Dios se manifiesta en la bondad y la asistencia al necesitado, especialmente en el perdón y la reconciliación. Es la expresión máxima del amor de Dios. El ser humano merecía un castigo por su desobediencia, rebelión y pecado contra Dios. Sin embargo, Dios por su misericordia, no quiso dar el castigo que se merecía la humanidad. Él extendió su mano a la humanidad, y les dio la oportunidad de recibir su perdón por medio de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Salvador.   

Esta actitud es la que Dios le pide a Miqueas y al pueblo de Israel a ponerla en práctica. Por extensión, a nosotros también. En los tiempos de Israel, se sabía que Dios era misericordioso y que hacía misericordia a millares, a los que le aman y guardan sus mandamientos (Éxodo 20:6; Deuteronomio 5:10, 7:9). Sin embargo, esta misericordia con los sufrientes, los caídos, los pobres, los marginados, los que caían en desgracia, en pecado, no era puesta en práctica. Había mucha crueldad de parte de los reyes y líderes.

En los tiempos de Jesús, esta situación no había cambiado. Los leprosos eran abandonados a su suerte, no se tenía compasión por ellos, eran despreciados por la sociedad, aún entre sus mismos familiares, pero, ellos al ver a Jesús pasar le salieron al encuentro pidiendo misericordia, Jesús, no se apartó de ellos, les extendió su mano, los tocó y los sanó. Tuvo misericordia por ellos. El resultado de esa acción fue la sanidad (Lucas 17:11-14). Otro caso, es el encuentro de Jesús con una mujer en el pozo de Jacob, a ella su comunidad la consideraba como una prostituta, ya que había tenido cinco maridos, y con el que estaba actualmente, no era su marido. En esa situación la mujer iba siempre al pozo a sacar agua, a escondidas de la gente, de pronto se encontró con Jesús y estableció un diálogo. Él la escuchó y le dijo cuál era su situación moral, sin embargo, tuvo compasión, no la rechazó como los demás, por el contrario, la hizo reflexionar sobre su condición y logró que ella fuera a su ciudad y les contara que se había encontrado con un hombre que le había dicho todo lo que había hecho, que la había tratado con amabilidad, y ahora se preguntaba si este hombre no sería el Cristo. El resultado fue la salvación de esta mujer y que toda la ciudad viniera a ver Jesús, por el testimonio de esta mujer (Juan 4:1-42). La misericordia de Jesús, transformó la vida de esta mujer y de su ciudad.

Hoy en día debemos practicar la misericordia con aquellos que están enfermos, marginados, violentados, despreciados y maltratados por su condición. Recordar que Jesús tuvo misericordia por nosotros, por su amor hemos sido salvados y restaurados, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia (Tito 3:4-5).    

3.  Caminar humildemente ante Dios. - En la Biblia encontramos que la humildad es la virtud de conocer las limitaciones y actuar en función de ello. Es saber quién es Dios y quiénes somos nosotros. Esto nos lleva a reconocer la obra de Dios en nuestras vidas y que Él tiene un propósito para nosotros. La humildad se expresa en vivir en obediencia a Dios y a someterse a su voluntad.

En los tiempos de Israel, la gente era arrogante y orgullosa. Estaban influenciados por la cultura y el arte greco-romano. Para querer ser considerado en las altas esferas de la sociedad, la gente se vestía con ropas caras, se tenía un buen número de esclavos, las mujeres usaban muchas joyas costosas. En el campo militar, los oficiales romanos montaban caballos finos, con brillantes armaduras y plumas en sus cascos, finas espadas y hermosos escudos. Todo reflejaba el nivel de poder que se tenía en el mundo antiguo.

 

En la Biblia encontramos que muchos textos hablan de la humildad de Dios y de las personas. Por ejemplo, en el Salmo 147:6 se hace mención de que Dios exalta a los humildes. En el Salmo 8, el rey David expresa muy bien lo que fluye de un corazón humilde: admiración, gratitud hacia Dios. Es bueno tener en cuenta que David, era imperfecto, cometió grandes errores y pecó ante Dios, pero tuvo la actitud de reconocerlos delante de Él. Un ejemplo es el Salmo 51. Sin embargo, e mejor ejemplo de humildad lo tenemos en Jesús. La epístola de Filipenses 2:5-9, nos dice acerca de Jesús: "La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre..." (Filipenses 2:5-9). Jesús al entrar a Jerusalén lo hizo sentado en un pollino (Mateo 21:1-11). No lo hizo sobre un caballo fino, siendo el Rey de reyes. No pretendió tener grandes posesiones, sin joyas lujosas, sin riqueza material. Han pasado más de dos mil años de la venida de Jesús a nosotros, debemos imitar a Jesús y no dejarnos impresionar con las marcas, el tipo de ropa, el auto del año, la moda, la casa a todo lujo.

 

Como decíamos al comienzo de este sermón, el profeta Miqueas nos dice que lo que Dios quiere de nosotros es que se actué con justicia, que se ame la misericordia, y que se camine humildemente ante Él. Esto era lo que Dios quería de su pueblo Israel. Ahora bien, para nuestro tiempo, ¿Qué significa esta exigencia de Dios para nosotros como Iglesia? A veces pensamos como iglesia, que, teniendo un lindo culto, hermosas canciones, un buen grupo musical, una buena organización como iglesia, un programa de ayuno y oración, una economía próspera, un buen programa de discipulado, un hermoso templo, estamos agradando al Señor. Será necesario a la luz de esta exigencia, examinar cómo estamos respondiendo al Señor de su exigencia, en estos tiempos.

 

Demos gracias al Señor que nos habla a través de su Palabra y nos dice qué es lo que Él quiere de nosotros, sus hijos. Que, como Iglesia del Señor, practiquemos la justicia, amemos la misericordia, y vivamos humildemente ante Él. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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