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LIBRES DE TODA ATADURA

(Juan 8:31-38)

 

Hoy en día, si se nos pregunta si somos libres, rápidamente contestamos que sí. No nos detenemos a reflexionar qué significa la verdadera libertad. Tan solo consideramos la libertad física, es decir, no tener cadenas, un yugo sobre nuestros hombros, no estar encerrados en una cárcel o en algún centro de reclusión. Sin embargo, no reflexionamos sobre la esclavitud emocional y espiritual. Si nos consideramos verdaderamente libres, lo debemos ser, no sólo en lo físico, sino en lo emocional y espiritual también. De ahí, las palabras oportunas de Jesús a los judíos que se habían convertido y creían en él: "Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" Sobre esta libertad reflexionaremos en esta oportunidad.

 

Si bien podemos jactarnos de ser libres por no estar cautivos ni encadenados en una cárcel, no lo podemos hacer si estamos cautivos o prisioneros de recuerdos negativos, actos cometidos contra alguien, sentimientos de culpa, heridas existenciales, temores, ansiedades, angustias, sequedad espiritual. Tal vez, los que nos conocen, pueden ver en nuestra apariencia externa, que vivimos una cierta libertad, pero en lo profundo de nuestro ser, no es así, vivimos un infierno y nadie se da cuenta. A esta situación, es la que llamamos esclavitud o atadura interna. Pero, gracias a Dios, es posible librarnos de esa esclavitud o atadura, tenemos la promesa de Jesús de que, si conociéramos la verdad, ésta nos hará libres (Juan 8:32). Esta es una gran verdad, el Señor Jesús tiene poder para romper todo tipo de cadenas que nos esclavizan y nos alejan de Él, para hacernos verdaderamente libres de toda esclavitud o atadura.              

 

Ahora bien, en el mundo actual, hay muchas filosofías y doctrinas que nos dicen que nosotros mismos podemos liberarnos de toda atadura existencial y espiritual. Nos dicen que no hay castigo por las cosas negativas que cometemos, que Dios es muy bueno, y que no pasa nada; que basta con practicar buenas obras para obtener la salvación. Todas estas falsas enseñanzas, no nos dicen lo que la Escritura nos enseña, que somos salvos por medio de la fe, no por nuestras obras (Efesios 2:8-9). Nuestra salvación o liberación está en Cristo Jesús. Pero también, hay otras acciones que nos esclavizan, tales como la drogadicción, el engaño, la deshonestidad, el robo, la blasfemia, los chismes, el adulterio y la fornicación, la corrupción, y otros pecados más. A esto debemos sumar la esclavitud emocional, que nos ata y no nos deja vivir en paz, en plena libertad. Citaremos algunas: el temor (preocupaciones acerca de la vejez, la falta de dinero, las enfermedades, la pandemia, accidentes, falta de confianza en las personas, obsesión por la perfección), los celos y la envidia (codicia por tener algo que no es lícito, envidia por lo que otros tienen y no lo tenemos nosotros, odio a quienes no son como nosotros), culpa por las acciones pasadas (se vive con remordimientos negativos que no permiten perdonarse), el rencor (no hay voluntad para perdonar a quien nos ofendió o atentó contra nosotros, se vive con ese rencor por siempre).        

 

Pero, ¿Qué consecuencias conlleva estar esclavizado o atado a todas esas cosas que hemos descrito? Sin duda, que las consecuencias son incalculables. Consecuencias que no nos dejan vivir en plena libertad, en paz, con alegría y con gozo. Vivimos con tristeza, con dolor, nuestra autoestima se deteriora, la mea culpa nos invade, caminamos dando tumbos sin encontrar el rumbo, los problemas se agudizan, los temores crecen cada día, las emociones negativas se manifiestan y nuestro ser se deteriora, causando estragos en nuestros cuerpos. Pero, gracias a Dios, Jesús nos ofrece salir de esa esclavitud, de toda atadura, sea cual sea. Él nos ofrece perdonar nuestros pecados, nuestros errores, nuestras faltas, y todo aquello que es malo, para darnos su salvación y vivir en paz, con gozo y alegría. El apóstol Juan nos dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Dios es amor (1 Juan 4:8b). Si damos ese paso, de aceptar a Jesús como nuestro Señor y Salvador, sin duda que, ya no somos enemigos de Dios, el Espíritu Santo habitará en nosotros, ahora como hijos de Dios seremos de gran estima para Él y útiles para cumplir Su voluntad y servirle con fidelidad. ¡Esa es nuestra verdadera libertad! Somos libres del pecado y de toda atadura.    

 

Demos gracias al Señor por ofrecernos su perdón y liberarnos de toda esclavitud y atadura. Qué podamos anunciar a muchos que viven esclavos del pecado, esta victoria. Amén.  

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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