
NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA 2
(Hechos 16:16-40)
Esta expresión es un refrán muy popular que desde niño escuchaba decir a mis padres. En su momento, no entendía, ni le daba la importancia debida. Este refrán se solía decir cuando algo malo pasaba, o no estaba de acuerdo a lo que se quería; pero de pronto, eso que sucedía de forma no agradable, con el pasar de las horas, o de los días, se convertía en algo favorable. Un poco absurdo, pero así se daba lugar a este refrán. Hoy, en la vida cristiana, este dicho popular ha adquirido relevancia. Hay situaciones que suceden en nuestras vidas, que no son agradables o favorables a lo que estamos esperando, al momento nos enojamos por ello y renegamos, hasta al punto que le preguntamos a Dios, el por qué sucede aquello. En ese momento, no logramos entender lo que está sucediendo. Sin embargo, de pronto, aquello que no era agradable o favorable para nosotros, se convierte en algo favorable, que nos lleva a lograr lo que estamos esperando. En la Biblia, encontramos, algunos sucesos de lo que estamos refiriendo. Veremos un caso.
En este capítulo del Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos encontramos que Pablo está en Filipos junto con Timoteo, Silas y Lucas, camino al tiempo de la oración, y en el camino se encuentran con una muchacha que tenía el espíritu de adivinación, esto les daba gran ganancia a sus amos. Ella empezó a seguir a los cuatro siervos de Dios y comenzó a gritar que ellos eran siervos del Dios Altísimo, quienes anuncian el camino de salvación. Esta situación se repetía por varios días, molestando a Pablo, que tuvo que decir al espíritu que salga de ella, en el nombre de Jesucristo. De pronto, el espíritu salió de ella. Sus amos al ver esto, consideraron que perderían sus ganancias, prendieron a Pablo y a Silas, y los llevaron ante las autoridades, acusándolos de alborotar la ciudad y enseñar costumbres diferentes a la cultura romana. Estos ciudadanos romanos acusaban a Pablo y Silas por ser de nacionalidad judía. Lo que ellos ignoraban que, tanto Pablo y Silas, también tenía nacionalidad romana. Sin embargo, ellos mantuvieron en secreto sus nacionalidades romanas. El pueblo alborotado contra ellos; y los magistrados quitándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas por mucho tiempo, para luego echarlos en la cárcel, con un pedido de seguridad extrema al carcelero. El carcelero obedeció la orden y los metió en el calabozo al fondo, asegurándoles los pies en el cepo.
Ya en la medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. En esa situación, de pronto sobrevino un gran terremoto, de tal manera que los cimentos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Al despertar el carcelero y ver que las puertas de la cárcel estaban abiertas, se quiso suicidar, pensando que los presos habían huido. Pero Pablo, clamando a gran voz, le dijo que no se hiciera ningún mal, ya que todos estaban en la cárcel. Entonces, él temblando, se precipitó a los pies de Pablo y Silas; sacándolos les preguntó qué debería hacer para ser salvo. Ellos le dijeron que crea en el Señor Jesucristo, y será salvo, él y su casa. Le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Estar en la cárcel no fue en vano. Lograron convertir al carcelero y a todos que estaban en su casa. La respuesta del carcelero fue lavarles las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Un gran milagro había ocurrido en la noche.
Al amanecer, los magistrados enviaron alguaciles para que soltaran a Pablo y a Silas. El carcelero le dio esta buena noticia a Pablo. Ellos deberían salir de la cárcel y marcharse en paz. Pero Pablo les dijo a los alguaciles que ellos fueron azotados públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, echándolos en la cárcel, y ahora los echan en forma encubierta. Ante este pedido, Pablo dice que no lo harán, y que más bien vengan los magistrados a sacarlos. Los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al saber que Pablo y Silas eran romanos. Viniendo los magistrados, les rogaron; y sacándolos de la cárcel, les pidieron que salieran de la ciudad. Por fin, Pablo y Silas fueron liberados y se fueron, luego de consolar a Lidia y a los hermanos. Ahora bien, ¿Cómo se aplica el refrán que hemos venido considerando? Los magistrados cometieron un delito muy grave al maltratar y encarcelar a Pablo y Silas, siendo ciudadanos romanos. Ellos pudieron apelar a sus nacionalidades y no hubiera pasado nada. Sin embargo, este hecho, que fue un atropello a los derechos humanos, sirvió para evangelizar a los presos, al carcelero y a su familia. Dios tenía un propósito con ellos. Los magistrados pensaron que la decisión tomada serviría para castigar a estos siervos del Señor, no pensaron que el mal que estaban haciendo a ellos, se convertiría en una gran bendición. De aquí que, podemos decir que no hay mal que por bien no venga. Este dicho popular, bien podemos aplicarlo en muchas circunstancias de nuestra vida. Como ya hemos dicho, a veces le reclamamos a Dios por algo que no salió como lo queríamos, sin considerar que, en el plan de Dios, ese hecho, tiene un propósito para Dios, del cual no lo sabemos en su momento, sino, después.
Qué el Señor nos permita reflexionar sobre Su voluntad cuando nos suceda situaciones adversas, ya que muchas veces no entendemos el por qué suceden, ignorando el plan de Dios que tiene para nosotros. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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