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¿NECESITA LA IGLESIA TENER UN TEMPLO?

 

(Mateo 16:13-20)

 

En estos días, ingresé a un templo católico, de majestuosa construcción y elegancia. No era la primera vez que ingresaba a un templo católico, desde mi juventud lo hacía en forma esporádica, así que, no me era extraño la arquitectura y majestuosidad de los templos católicos. Me llamaba la atención la cantidad de santos en las paredes, cada uno, adornado con finos trajes y objetos de oro y plata. El altar estaba lleno de objetos de oro y plata. Era impresionante el estilo arquitectónico del templo. En verdad parecía un palacio medieval. Siempre me había preguntado si Dios moraba dentro del templo y si la iglesia necesitaba un templo tan lujoso. Al poco tiempo me hice miembro de una iglesia protestante, la Iglesia Metodista, y en esa iglesia aprendí que Dios moraba, en los primeros tiempos,  en un tabernáculo, hasta que el rey Salomón construyó un templo para Dios. Este templo no tenía nada que envidiar a los templos paganos. Este templo fue destruido por los babilonios y luego reconstruido durante el dominio de los persas. Durante el ministerio de Jesús, el templo, no era un lugar preferido para su tiempo de oración y ministerio. El monte, era el lugar preferido para estar a solas con su Padre y tener un tiempo de oración. Luego, en los primeros tiempos de la iglesia, ésta se reunía en las casas, conviviendo en forma comunitaria. El templo era administrado por los sacerdotes judíos. De ahí que, cuando se produjo la experiencia de Pentecostés, los primeros creyentes en Jesús, que eran como 120, estaban reunidos en un aposento alto, no en el templo. De esto se deduce que la primera comunidad cristiana, no construyó un templo para reunirse y adorar a Dios. Además, estaban siendo perseguidos y no era posible tener un lugar estable, para ello, recurrían a las casas o catacumbas, para reunirse.           

 

No es hasta el siglo IV, bajo el gobierno de Constantino, emperador romano, que la iglesia tuvo libertad de acción y ciertos privilegios, como la construcción de templos, y el pago de una remuneración a los obispos y sacerdotes de la iglesia. Aquí empezó el problema para la iglesia. Constantino construyó para la comunidad cristiana, grandes templos, catedrales, basílicas, al estilo de los templos paganos. A partir de ese momento, la iglesia se reuniría en estos edificios. Es bueno recodar que cuando Jesús estableció la iglesia, la hizo en la región de Cesarea de Filipo, un lugar rocoso a 350 m.s.m., donde hizo un alto, y es ahí, cuando hace una encuesta a sus discípulos, acerca de lo que dice la gente sobre su identidad, la respuesta que recibe es variada, unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros Jeremías o uno de los profetas. Entonces, ante esa variedad de respuestas, Jesús les pregunta a ellos, qué es lo que piensan. Solo Simón Pedro atinó a decir que era Cristo, el Hijo del Dios viviente. Es esta afirmación, la que da lugar para de Jesús le diga a Simón Pedro, que esa expresión suya, es el fundamento, la roca, de la Iglesia, por la cual es edificada. Pedro recibe la autoridad de Jesús, para liderar Su iglesia. Desde ese momento, la comunidad de creyentes en Jesús, la iglesia, se reúne en espacios específicos, en las casas, en el barrio, en las catacumbas, en el campo, al aire libre. El templo no es el lugar para reunirse y adorar a Dios.         

 

La construcción de un templo para adorar a Dios, o con la idea de que ahí es donde vive Dios, es una idea que viene del paganismo. Lamentablemente, esta idea todavía perdura entre la comunidad cristiana. He tenido la oportunidad de recorrer diversos lugares del planeta, y en casi todos, he podido ver la majestuosidad y belleza de los templos cristianos (católicos, ortodoxos y protestantes). Retomando la pregunta, si la iglesia necesita tener un templo, sin duda que la respuesta sería un rotundo no. Además, cuando la mujer samaritana le dice a Jesús que sus antepasados adoraron a Dios en este monte, pero ahora, los judíos dicen que el lugar donde se debe adorar es en el templo de Jerusalén, él le dice a ella que ha llegado el momento que ni en este monte ni el templo de Jerusalén se adorará al Padre. Ahora los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad (Juan 4:20-24). Esta afirmación de Jesús, da lugar a que no es necesario tener un templo para dorar a Dios. Es en el espíritu, la verdadera adoración a Dios. Lamentablemente, esta afirmación de Jesús, el fundador de la Iglesia, no ha sido tomado en cuenta. Muchos de los templos han sido construidos a costa de muchas vidas de esclavos y de gente pobre. El valor de cada templo es incalculable. Este es un asunto que la Iglesia, como institución, debería de considerarlo. Si se vendieran, no habría más pobres en la tierra. Algo parecido a la primera comunidad cristiana, que no tenían propiedades y no había ningún pobre entre ellos. Un detalle a destacar, Francisco de Asís, en el siglo XII le pidió al Papa Inocencio III que vendiera todas las propiedades de la iglesia y se las diera a los pobres, el Papa le respondió que lamentablemente no podía hacerlo. Francisco de Asís realizó su misión entre los pobres, sin tener ningún templo o edificio para realizar la misión.         

 

Por otro lado, un problema moderno en cuanto al templo, es que éste como edificio religioso, se ha convertido en la sede de la institución, donde funcionan diversas oficinas o departamentos, además, de ser un lugar para la adoración a Dios, cuando la iglesia se reúne. Entonces, la mayoría de los creyentes, se convierten en templarios y no en discípulos de Jesús. Se olvidan de esta estrategia de Jesús, de ir de dos en dos, para la tarea evangelizadora. Como lo describe el libro de los Hechos, la comunidad de creyentes en Jesucristo crecía cada día por acción de este método de evangelización. Hoy en día, la mayoría de creyentes, no están en la actitud de salir a predicar el evangelio de dos en dos, hay más bien la actitud de ser templarios. Todo gira en torno al templo. Las reuniones se hacen en el templo, las actividades se realizan en el templo, el culto de adoración se lleva a cabo en el templo, los talleres de capacitación en el templo, la oración y las vigilias se desarrollan en el templo. El templo se ha convertido en el centro de la comunidad de los creyentes, la iglesia. Muchos críticos de la iglesia, señalan que el no crecimiento de la iglesia se debe a esta actitud templaria de los creyentes. Prefieren quedarse en el templo y no salir hacia los demás. Lo primeros cristianos se reunían en su mayoría de veces en las casas y no en el templo. El templo era para reunirse para adorar al Señor, de preferencia (Cf. Hechos 2:46). El quehacer cotidiano se daba en las casas y en las calles, en medio de las persecuciones y matanzas. Esta cultura de ser templarios y no discípulos, es el gran problema de la mayoría de las iglesias contemporáneas. De ahí que, Jesús no estaba equivocado al no considerar al templo como el centro de la Iglesia. En el siglo XVIII, John Wesley, en Inglaterrra, tomó en cuenta esta experiencia primitiva de la iglesia, y estableció los grupos de pacto, como una forma de ser iglesia, que se reunían en las casas, y desde ahí se estudiaba la Biblia, se tenía las reflexiones, se atendía a los que necesitaban una ayuda espiritual, así como una ayuda social. El Movimiento Metodista, no contaba con templos o edificios propios para realizar la misión. Además, Wesley y sus discípulos, realizaron un ministerio itinerante por toda Inglaterra. Se visitaba a los grupos de pacto constantemente y se les animaba ante cualquier dificultad. Esta experiencia se extendió y desarrolló grandemente por toda Inglaterra y por todo el mundo.     

 

Hoy en día, existen comunidades de fe, que prefieren reunirse en el campo, en las calles, en las casas, conformando los grupos de pacto, en lugares secretos, debido a la persecución feroz de las autoridades de gobierno. Está demás decir que hay países donde está prohibido reunirse como comunidad de fe, la iglesia. Para todos estos creyentes, no es necesario contar con un templo, un edificio, pequeño o majestuoso para adorar a Dios y para que la iglesia se reúna. Es bueno tomar nota, que estos hermanos en la fe, no solo predican las buenas nuevas del evangelio, sino que, echan fuera muchos demonios, ungen con aceite a muchos enfermos, y los sanan. Así como los discípulos tienen poder para predicar y restituir vidas. Los milagros y maravillas de Dios están a la vista de todos, de ahí que, muchos creen por la Palabra y en estas maravillas. No solo palabras, sino hechos. Esta es la tarea de todo discípulo de Jesús; sin embargo, esta actitud no es muy común en la mayoría de los creyentes de hoy en día. Se conforman en asistir rutinariamente al templo, embellecer el templo, agrandar el templo, quedarse horas en el templo, para orar, para tener vigilias o tener retiros espirituales. Eso es todo. Ahora bien, no quiero decir, que las iglesias que cuentan con un templo, deban destruirlo o venderlo, lo que quiero enfatizar es el quietismo de la congregación y la concepción templaria en el cumplimiento de la misión. 

 

Roguemos al Señor de la Iglesia, para que volvamos al propósito de Jesús, de adorar al Padre, en espíritu y en verdad, y de cumplir con la misión de evangelizar. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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