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LA SANIDAD COMO UN MEDIO DE EVANGELIZACIÓN

 

(Hechos 5:12-16)

 

Muchas veces se ha dicho que la evangelización empieza con la predicación del Evangelio de Jesús. Inclusive, algunos sostienen que otras formas de evangelización, sin la predicación de la palabra de Dios, no tiene sentido. En principio, podemos decir que es correcto lo que se dice en cuanto a la evangelización. Sin embargo, hay situaciones en que no necesariamente se ha predicado el Evangelio, sino que se han realizado sanidades, señales y prodigios, logrando que mucha gente crea en el Señor, haciendo que se conviertan en gran número. Es el caso de los apóstoles, en particular Pedro, que con sus manos realizaban estos prodigios con el pueblo. Al punto que el pueblo al ver esto, sacaban a los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que, al pasar Pedro, su sombra los sanara. Por otro lado, de muchas partes de las ciudades vecinas venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados.

 

Este hecho no nos debe sorprender, ya que Jesús mismo, hacía lo mismo, en algunas oportunidades con el pueblo. El Señor Jesús durante su ministerio realizó muchas sanidades, este fue uno de sus atributos principales, no solo vino a sanar espiritualmente del pecado, sino también se interesó en la sanidad física de la persona. En un momento, un leproso vino y se postró ante Jesús diciendo: ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme! Jesús extendió la mano y lo tocó, sanando de su lepra (Mateo 8:2-3); Luego, Jesús sana al siervo de un centurión (Mateo 8:5-13); En otro caso, Jesús sana a la suegra de Pedro y a muchos endemoniados, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias (Isaías 53:4; Mateo 8:16-17). En el día de reposo, en la sinagoga, Jesús sanó a un hombre que tenía la mano seca (Mateo 12:9-13); En el camino Jesús sanó a mucha gente (Mateo 12:15); Luego, trajeron a Jesús, un endemoniado, ciego y mudo, y éste fue sanado totalmente (Mateo 12:22); En Genesaret, al ser reconocido que era Jesús, muchos trajeron a sus enfermos, pidiéndole que solo pudieran tocar el borde de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron sanos (Mateo 14:35-36); En otro momento, Jesús pasando por la región de Tiro y de Sidón, se encontró con una mujer cananea que clamaba para que sanara a su hija que estaba gravemente atormentada por un demonio. Jesús al ver la fe esta mujer, sanó a su hija (Mateo 15:21-28); Estando Jesús por el mar de Galilea, mucha gente se le acercó trayendo consigo a cojos, ciegos, mancos, mudos, y muchos otros enfermos, poniéndolos a sus pies, él los sanó. Quedando la gente maravillada (Mateo 15:29-31); Jesús, después de estar con sus discípulos, se encontró con un hombre que tenía un hijo lunático, que estaba poseído por un demonio, y que los discípulos no pudieron sanarlo, él lo sanó, diciendo que todo demonio sale con oración y ayuno ((Mateo 17:14-21); En otro momento, Jesús se encontraba en Judea, al otro lado del Jordán, grandes multitudes lo siguieron y los sanó (Mateo 19:1-2); En el templo, vinieron ciegos y cojos y los sanó (Mateo 21:14). Son algunos de los ejemplos de sanidad realizados por Jesús, según el evangelio de Mateo, hay muchos más en los otros evangelios.     

 

Estos ejemplos de los apóstoles y de Jesús mismo, sirven para sustentar que no siempre la evangelización es por medio de la predicación de la palabra de Dios, sino, por acciones de sanidad, en favor de los enfermos. Estas acciones eran el resultado de la fe y de la misericordia de Dios. La gente al ver la sanidad en sus cuerpos, creyeron en el Señor y se convirtieron, en muchos casos. La obra evangelizadora estaba presente en dichos actos de sanidad. Esto contradice a muchos cristianos que consideran que la evangelización, es solo por medio de la predicación de la palabra de Dios, y no, por otros medios. Consideran que, si no se predica la Palabra, se está omitiendo el mandato de Jesús, de predicar el Evangelio a todas las naciones (Marcos 16:15). Hay muchos que prefieren predicar a viva voz, utilizando estilos y gestos convincentes; otros prefieren usar grandes micrófonos para ser escuchados; En otros casos, hay los que les gusta realizar piruetas para la predicación; también están los que les apasiona usar la tecnología de los medios de multimedia y los medios sociales de comunicación, en las campañas evangelísticas. Dentro de los predicadores del Evangelio, están los que prefieren el púlpito para la disertación de la Palabra a través de la predicación, con el templo lleno de feligreses; Otros prefieren salir a las calles o a grandes auditorios, para anunciar el Evangelio, con un gran público. Como se podrá ver, hay una gran predilección por la predicación a través de la voz, o de los mimos. Pero, en todo eso, no hay una acción concreta de sanidad en las personas enfermas que están presentes en las campañas de evangelización o en el templo, son ignoradas.             

 

Sin duda, que ambas formas, buscan la restauración espiritual y física de la persona, a través del Evangelio. Sin embargo, podemos afirmar que cada forma tiene su momento y su tiempo. Hay momentos, en que es necesario la predicación de la Palabra a viva voz y con todos los recursos que conlleva la evangelización. Nadie puede negar que es una manera directa de convencer a las personas de su situación de pecado y de su conversión al Señor. Es una acción cara a cara. Pero, en otros casos, es tan grande la necesidad de restauración física de las personas, que no hay tiempo para hablar de su situación espiritual. Son muchas personas enfermas que necesitan ser restauradas, que no tienen tiempo para escuchar una predicación. Los apóstoles y Jesús, así lo entendieron, y actuaron de inmediato. No había tiempo para empezar con la predicación, pero realizaron hechos milagrosos, producto de la fe y del poder de Dios, que daban a conocer de la misericordia y amor del Señor por ellos y ellas, que estaban sufriendo sin ninguna atención inmediata. El dolor y el sufrimiento eran muy grande, que, en muchos casos, estaban enfermos o enfermas desde su nacimiento, o que de pronto, habían sido invadidos por un demonio. Al final de cuentas, no tenían quien se apiadara de ellos y ellas. Estaban en el camino, seguían al Maestro, sabiendo que era el Mesías, el Hijo de Dios, que podía restaurarlos, física y espiritualmente. Miles, al recibir el milagro de la sanidad de sus cuerpos y de sus almas, se convirtieron al Señor. Es una evangelización al paso, a través del don de la sanidad.          

 

Hoy en día, muchos pastores, evangelistas y misioneros, no salen de la rutina de anunciar el Evangelio a través de la predicación. No ven los milagros de sanidad, como un medio de evangelización. He visto, por varios días, a un predicador y a su esposa, predicar la Palabra, con un micrófono y parlante, en el parque. Nadie se detiene a escucharlos, las palabras sobre el amor de Dios y la condena por el pecado, son repetitivas y monótonas. Sin embargo, en dicho parque, hay personas enfermas, desconsoladas, tristes, angustiadas, abandonadas, sin ningún tipo de esperanza. Cuánto ayudaría a la evangelización, la aplicación del don de la sanidad, para que al hacerse realidad este milagro, en cada una de las personas puedan conocer del amor de Dios y del plan de salvación que tiene para cada una de ellas, llegando a tener una sanidad completa, física y espiritual. Las iglesias en general practican este modelo de evangelización de la predicación de la Palabra. No se apela al don de la sanidad, que es un don que el Espíritu Santo da. Recordemos que Jesús fue lleno del Espíritu Santo, los apóstoles también. Solo así pudieron hacer señales, sanar y realizar maravillas.     

 

Sin duda, que estamos muy lejos de esa experiencia de la iglesia primitiva. Hoy, se apela a la preparación y al entrenamiento para realizar la evangelización y el discipulado de una manera eficaz; se realizan campañas, a veces muy costosas, para realizar la evangelización. Se elaboran diversas estrategias para aplicarlas en el momento de la evangelización. Todo eso no está mal, pero si aquello no está acompañado de la oración pidiendo el poder de Dios y el otorgamiento del don de la sanidad por parte del Espíritu Santo, muy poco se podrá lograr. En cada momento de nuestro caminar, nos encontramos con personas que necesitan sanidad, física y espiritual, pero, nos pasamos de largo, pensando que alguien, con ese don de sanidad, lo pueda realizar. Y ahí está el gran problema de la evangelización hoy. Una iglesia que no tiene el poder y la llenura del Espíritu Santo, no puede recibir los dones espirituales, entre ellos, la sanidad, para el cumplimiento eficaz de la Misión.

 

Roguemos al Señor para que el Espíritu Santo nos infunda su poder y nos otorgue los dones necesarios, en especial el de sanidad, para seguir cumpliendo la Gran Comisión. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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