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UNA QUEJA VIGENTE ANTE DIOS

 

(Habacuc 1:1-11)

 

El libro de Habacuc fue escrito probablemente a finales del siglo VII a. C. El profeta inició su ministerio después que surgieron los caldeos en la historia del mundo. Este libro difiere de los otros libros proféticos, ya que la mayoría de los otros contienen las palabras del Señor dirigidas al pueblo. En el libro de Habacuc, vemos que el profeta, como representante del pueblo, se dirige al Señor y exige su intervención (vv. 1-4). Para ello, comienza quejándose con respecto a la aparente indiferencia del Señor ante la violencia, y la indiferencia ante la corrupción extendida en todo Judá. El profeta no comprende la actitud del Señor ante estos hechos, más aún, conociendo el carácter recto y santo de Dios. Es importante considerar este contexto del escrito del libro profético, para poder entender a Habacuc sobre su queja ante el Señor. Él se pregunta por qué el Señor no contesta sus oraciones. Siente como si Dios se ha olvidado de él, y siente una tremenda soledad. La queja de Habacuc es una de las tantas que han elevado muchos hombres justos durante la historia: ¿Por qué el Señor permite que hombres y naciones malvados hagan maldades y por qué se les permite, en algunos casos, castigar al pueblo de Dios? Ahora, bien, esta queja de Habacuc, es vigente para nuestros tiempos, también. A través de la historia de la humanidad, se han dado estos hechos que señala Habacuc. Entonces, muchos nos preguntamos por qué Dios permite que sucedan ciertas cosas.

 

Esta queja o lamento, pareciera que se estuviera haciendo hoy en día. Bien sabemos que, a lo largo de la historia humana, han sucedido hechos de violencia, guerra, injusticia, maldad, corrupción, opresión, matanza de gente por doquier. Nuestro país no escapa de esta realidad, y como tal, nos preocupa que todo esto suceda. Nuestro pueblo vive sumido en la maldad, hay violencia, injusticia, corrupción, y sufre la opresión por todas partes. El colmo de todo esto, es que cuando todo esto es traído ante los tribunales de justicia, los tribunales mismos están corruptos. Esta es la gran preocupación que sentimos los que confiamos en un Dios todopoderoso y soberano, ante su aparente silencio. En nuestro país, hace mucho tiempo, un grupo de creyentes, han iniciado una cadena de oración por estos problemas, pero no hay una contundente respuesta. De manera que, nuestro atormentado corazón clama: "Señor, ¿durante cuánto tiempo tenemos que seguir con esto, clamando a ti de este modo? No haces nada al respecto. Hemos estado esperando un cambio, esperando para ver si se producía una recuperación, esperando ver si pasaba algo, pero no sucede nada. ¿Cuánto tiempo hemos de continuar así?" Esta es nuestra queja que elevamos al Señor. Y esto no es para menos, miremos a nuestro alrededor, nuestra nación se está viniendo abajo, los antiguos fundamentos se están desmoronando, la gente empieza a apartarse de la fe cristiana, ya no quiere oír la palabra de Dios, menos, acudir a los templos para adorar a Dios y escuchar Su palabra, se cuestionan conceptos que nunca antes eran cuestionados, los valores se han invertido, la inmoralidad ha aumentado, la pobreza ha aumentado también, ya nadie cree en nadie, existen muchas dudas, la opresión del más poderoso continúa vigente hasta los días de hoy. ¡Nadie hace algo para detener todo esto! Por otro lado, nos preguntamos: ¿En qué está la Iglesia?           

 

Sin duda, que nos sentimos como el profeta, perplejos. Cuánto quisiéramos ver la intervención oportuna y contundente de nuestro Dios. Nos horrorizamos de ver cómo estas situaciones crecen cada vez más, y tienen luz verde para seguir accionando, sin ninguna represión. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar, que ha habido esfuerzos en el orden social y religioso, para detener esta situación. Pero, en verdad, no han sido suficientes, para erradicarlos definitivamente. También, es bueno reconocer que un grupo de personas están orando por el cambio de estas cosas, esperando ver cómo Dios las transformaba, pero no ha pasado nada. Es como si la oración no tiene respuesta. Ya nuestro pueblo ha sufrido y desea vivir en paz, y en absoluta armonía, que todos podamos disfrutar y gozarnos de las bendiciones de nuestro Dios. Los primeros cuatro versículos del capítulo, nos relata este problema y angustia del profeta. De alguna manera, nos identificamos con el profeta Habacuc, hoy en día.          

 

De pronto, en los versículos siguientes (vv. 5-11), del primer capítulo, Dios responde a Habacuc. No es que Dios ha estado ausente ni en silencio. Ahora, Dios le dice a Habacuc: "Yo he estado contestando a tus oraciones. Me acusas de guardar silencio, pero no he permanecido callado. Lo que pasa es que no sabes reconocer mi respuesta, pero mi respuesta es muy diferente de lo que esperas, y no eres capaz de reconocerla o creerla cuando respondo" De alguna manera, es una respuesta para nosotros también. La historia está en las manos de Dios. Él permite que los caldeos, nación cruel actúen. Dios tiene un propósito. Es para castigar a su pueblo por su rebeldía a obedecer todo lo que Dios ha establecido en Su palabra. Todos los males que ahora aflige al pueblo de Dios es producto del pecado de sus gobernantes y del pueblo también. Entonces, ahora podremos entender, porque han surgido personajes que han destruido a la humanidad. Dios ha estado y está detrás de todo esto. Permitió que un rey persa, Ciro, liberara a su pueblo de la esclavitud cruel de los babilonios. Últimamente podemos recordar a personajes como Hitler y su séquito de nazis, asolaron a toda la humanidad. Hay otros personajes, a nivel mundial y nacional, que sería muy largo hacer un listado de todos ellos. Dios tiene un propósito para la humanidad, y para nuestra patria también. Al igual que Habacuc, ignoramos los planes de Dios. Por fe creemos que Él actuará en su debido momento, y castigará a aquellos que hicieron abuso del poder y oprimieron a muchas personas inocentes.

 

Bien, esto es lo que preocupa a muchas personas al enfrentarse con lo que está sucediendo hoy en el mundo. La fe de muchos se ve amenazada al revisar la historia. Se preguntan: ¿Por qué permite Dios que pasen las cosas tal y como suceden? ¿Cómo es posible que permita que tengan lugar cosas tan terribles en la historia humana? ¿Cómo es posible que un Dios justo y amoroso permita que los hombres sufran? ¿Por qué iba Dios a crearnos para luego permitir que la enfermedad, el hambre y todas esas cosas terribles sucedan? ¿En qué clase de universo vivimos?". Ante eso, hay otros que no tardan en responder, diciendo: "La respuesta es que Dios no existe, y no sirve de nada pensar que existe. Estamos viviendo en un universo que es como una máquina, con piezas pesadamente resonantes, y nadie sabe realmente lo que hace que funcione. La casualidad hizo que todo encajase. Solamente nos engañamos a nosotros mismos cuando nos imaginamos una imagen paterna por el deseo que hay en nuestros corazones y le llamamos Dios". Como se podrá apreciar, no es fácil dar respuestas a todas esas preguntas. Solo podemos decir que Dios se mueve de una manera misteriosa, que nosotros no podemos entenderlo. Todo lo que sucede está bajo control de Dios. Este fue el problema que atormentó a Habacuc, lo que hizo que diera a conocer su queja ante Dios.

 

Que el Señor nos permite entender sus misterios y voluntad, en medio de las circunstancias que oprimen a nuestra humanidad, y a nuestro país. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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