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    EL SERMÓN DE LA LLANURA

 

(Lucas 6:17-26)

 

Este relato de Lucas es muy parecido al relato de Mateo 5-7. La diferencia entre ambos es que, Mateo presenta a Jesús enseñando a sus discípulos en el monte, luego de iniciar su ministerio y elegir a sus discípulos. En Lucas, Jesús, ya está ejerciendo su ministerio y ha elegido a sus discípulos. Él se encuentra en el monte orando y decide descender a la llanura con sus discípulos y con una gran multitud de gente de todas partes, que habían venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades. Los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados. Toda la gente quería tocarlo, porque poder salía de él y sanaba a todos. Como podemos ver, son dos contextos diferentes acerca de las bienaventuranzas. Resumiendo, Mateo presenta a Jesús en el monte, enseñando a sus discípulos, mientras que Lucas, presenta a Jesús en el llano, enseñando y sanando a la multitud.                

 

De ahí que, a esta actividad de Jesús, se le conoce como el sermón de la llanura. Ya, en medio de la multitud, Jesús, se dirige a sus discípulos y a los que le siguen, para decirles que son bienaventurados, por ser pobres, y desde ya, el reino de Dios es de ellos. Son bienaventurados los que tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados los que ahora lloran, porque después reirán. Cuando las gentes los aborrezcan, y cuando los expulsen, los insulten y cuando desprecien su nombre como cosa mala, por causa del Hijo del Hombre, serán bienaventurados. Ahora bien, la palabra bienaventurado, se puede reemplazar por la palabra dichoso. En ese contexto, Jesús los anima, diciéndoles que se alegren y que se llenen de gozo, porque recibirán un gran premio en el cielo; porque así, sus antepasados hicieron con los profetas. Anteriormente, Lucas había presentado a Jesús en la sinagoga, en Nazaret, donde él dio a conocer su Plan en favor de los humildes, de los pobres, de los enfermos, de los cautivos, de los quebrantados de corazón, de los oprimidos (Lucas 4:16-21). Ahora Jesús, está en el llano, con la multitud, en su mayoría pobres. Lucas es sensible a los humildes y pobres. Esta actitud de Jesús debe servir como lección para la Iglesia. Él nos ha dado la Gran Comisión (Mateo 28:19-20), pero, eso no quita que abordemos las necesidades cotidianas: comida, vestido, vivienda, salud, seguridad, ayuda en casos de desastres y educación. Jesús es consecuente con su Plan Salvífico, por lo tanto, la Iglesia lo debe ser también.

 

Sorprende, que Jesús, luego de dar las cuatro bienaventuranzas, las cuatro bendiciones a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran y a los que son odiados, ahora, pronuncia cuatro ayes contra los ricos, contra los saciados, contra los que ríen, y contra los de buen prestigio. Cuando Jesús, se dirige a los ricos, está incluyendo a aquellos económicamente prósperos, a los que ostentan poder y son arrogantes. Todos ellos ya tienen su pago. Los que ahora están saciados pronto tendrán hambre, los que se han acostumbrado a tener mucha comida, tendrán raciones limitadas, porque la vida privilegiada es pasajera. Los que ahora ríen, en cualquier momento se lamentarán y llorarán de tristeza. Finalmente, hay que tener cuidado cuando la gente hable bien de uno, porque así también lo hicieron los antepasados con los falsos profetas. Hay gente que le gusta hablar bien de aquellos que están de acuerdo con ellos o de aquellos que podrían dar favores a cambio de halagos. Dios tiene un estándar diferente, juzga de otra manera. Él recompensará a los que hablan la verdad en lugar de los falsos profetas, que hablan lo que la gente quiere oír. La Iglesia de hoy debe tener en cuenta estas situaciones, y enseñar que todo en la vida es pasajero, nada es eterno. Se debe tener misericordia con los que sufren, con los que son sujetos de violencia. Los ayes pueden ser considerados como lamentos o quejidos. 

 

Esta actitud de Jesús, de enseñar, predicar, y sanar desde el llano, debe enseñar a la Iglesia, que también ella debe estar en el llano, ahí, donde está la multitud, ansiosa de escuchar la palabra de Dios, necesitada de bienes materiales, necesitan ser sanadas de las enfermedades, ser consoladas en medio del sufrimiento y del dolor. Jesús tiene una preferencia por los pobres, por los marginados, por los enfermos, por los violentados, por los sufrientes, porque socialmente, son la mayoría de la población mundial, que están marginadas, olvidadas, mientras que, una minoría de la población, que lo tiene todo y lo puede todo, es indiferente a la realidad de esta mayoría, porque no les interesa, no tienen misericordia por esas personas. Muchas veces, la Iglesia ha preferido predicar la palabra de Dios desde los púlpitos, desde las grandes catedrales, en estadios repletos, asambleas con grandes comodidades, reuniones en lugares lujosos, dejando de lado, a la gran multitud de pobres y humildes, que no tienen acceso a ciertos privilegios. Esta reflexión debe ser una llamada de atención a aquellas iglesias que apuestan por la prosperidad, que invierten en grandes campañas evangelísticas, que poseen suntuosos templos, que permiten que sus pastores vivan en opulencia. ¡Ay de aquella Iglesia!         

 

Qué el Señor nos permita bajar al llano, para encontrarnos con la gente pobre y humilde, para hacerles llegar la palabra de Dios, dando ejemplo de humildad. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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