Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

   

   

    LA RESTAURACIÓN DE LA VIDA PARA CONVERSIÓN

 

(Hechos 9:32-42)

 

En este relato bíblico del quehacer del apóstol Pedro, hay dos acontecimientos que tienen que ver con la restauración de la vida, y tienen un propósito específico: sanidad y conversión. Es interesante, y es bueno anotar, que la evangelización, no siempre es por la prédica hablada de la palabra de Dios, sino, que a veces, la sola manifestación del poder de Dios, en la vida de las personas, que están sufriendo por una enfermedad, o han fallecido por causa de la pandemia o de una enfermedad, es suficiente testimonio para que muchos testigos, se conviertan al Señor. En este caso, veremos los milagros operados, en las vidas de Eneas y de Dorcas, por medio de la intervención del apóstol Pedro, discípulo de Jesús, lleno del Espíritu Santo. Esta experiencia de restauración de la vida, nos debe llevar a reflexión, acerca del poder de Dios, en estos tiempos de pandemia y de muerte. No olvidar, que, así como Pedro, fue instrumento del Señor para restaurar vidas, así también, el Señor, puede hacer de nosotros, instrumentos de su amor y de su poder, para que muchos crean y le sigan.          

 

En el primer relato, se da cuenta de que Pedro, fue a visitar a los santos, que habitaban en Lida, una ciudad al noroeste de Jerusalén. En ese lugar, se encontró con una persona, llamada Eneas, quien estaba postrado en cama por ocho años, pues era paralítico.  Sin duda que, el Espíritu Santo condujo a Pedro hacia esa persona enferma. Ocho años en cama y paralítico, debe ser un sufrimiento inimaginable. Ningún médico, había podido sanarlo. Tal vez, las esperanzas de volver a caminar y disfrutar de la vida, ya se habrían esfumado. Seguramente, los familiares sufrían junto con él. Esta situación, hoy en día, es similar a muchas personas que están enfermas, postradas en sus lechos, sin ninguna esperanza de restauración. Muchas de ellas, están desahuciadas por la ciencia, por la medicina. Pedro, sin muchas palabras, le dijo a Eneas, que Jesucristo lo sanará; le ordenó que se levantara e hiciera su cama. Al instante, Eneas se levantó y empezó a caminar. El poder de Dios, a través del Espíritu Santo, operó en la vida de esta persona enferma y paralítica. Pedro, fue un intercesor entre Dios y Eneas. Es de imaginar, la alegría que se reflejaba en Eneas y sus familiares, al haber sido restaurado a la vida. Este testimonio, de la restauración de la vida, sirvió para que los que habitaban en Lida se convirtieran al Señor. ¡Toda una comunidad convertida al Señor! Pedro no predicó ninguna palabra a ellos, ellos al ver el testimonio del poder de Dios, creyeron en Él y se convirtieron. Este hecho, nos debe llevar a reflexión, en estos tiempos de enfermedad, pandemia, y sufrimiento. Hoy más que nunca, el mundo necesita ver la acción de Dios, a través de Su iglesia, para creer en Él.                   

 

El otro relato, nos da cuenta que en Jope, una ciudad a 55 km. de Jerusalén, había una discípula llamada Tabita, nombre judío, que, traducido del griego, significa Dorcas. Ella era una judía, discípula del Señor, que abundaba en buenas obras y en dádivas de misericordia. Ella hacía prendas de vestir interiores y exteriores para las viudas necesitadas. Sin duda era una sierva del Señor, muy activa, en favor de las viudas necesitadas. Era de buen testimonio cristiano. Dorcas, es la única mujer en las Escrituras a la que se le llama discípula. De pronto, cayó enferma y murió. Esta situación causó mucho llanto entre las viudas que se habían beneficiado de su bondad en gran manera. Los discípulos de esa ciudad, la prepararon para enterrarla, lavando su cuerpo y poniéndola en una sala. En esas circunstancias, los discípulos, se enteraron que Pedro se encontraba en Lida, a unos 18 km al SE de Jope, le enviaron dos hombres para que venga, rogándole que no tardara en venir. Seguro, que la noticia de que Pedro había sanado al paralítico Eneas, esta noticia generó la esperanza de que Dorcas podría ser resucitada, por acción de Pedro, o en todo caso, recibirían el consuelo necesario. Una vez más, Pedro sin decir palabra alguna, se aprestó a ir con los discípulos, para ver a Dorcas. Una vez en el lugar, lo llevaron donde estaba Dorcas, inmediatamente, le rodearon todas las viudas, que lloraban y le mostraban las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía para ellas. Pedro, sacó a todos los presentes, y se puso de rodillas y oró. Una actitud, digna de tener en cuenta, para recibir el favor de Dios. Dirigiéndose al cuerpo inerte de Dorcas, le dijo: "Tabita, levántate" Al instante, ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. El poder de Dios, a través del Espíritu Santo, se hacía manifiesto. Pedro la levantó de su lecho, y llamó a los santos y a las viudas, para que vean el milagro de su resurrección. Dorcas había sido restaurada a la vida. Este milagro, sirvió de testimonio del poder de Dios, logrando que muchos creyeran en Él y se convirtieran. ¡Cuánta falta hace estas experiencias de restauración de la vida, por el poder de Dios, en los tiempos de hoy, donde muchos mueren a causa de enfermedades y de pandemias!                       

 

Estos dos relatos de restauración de la vida, y que conllevan a la conversión de las personas, debe llevarnos a reflexionar, que muchas veces, no bastan las palabras acerca del poder de Dios, o las prédicas que hablen del amor de Dios, sino, más bien, mostrar los actos de amor de Dios, para llevar a las personas a un encuentro con Él. Muchas veces, la Iglesia se esfuerza en proclamar las maravillas de Dios, pero, sin el poder del Espíritu Santo. Mucha gente, está cansada, hastiada, de escuchar meras palabras del amor y poder de Dios, sin ninguna manifestación real en sus vidas. De ahí que, la evangelización, en los tiempos de pandemia, de crisis, debe estar acompañada de la demostración del poder de Dios. Esto, nos lleva a recordar las palabras de Jesús a sus discípulos, cuando les dijo que las señales que acompañarían a los que crean en Él, serían: expulsarán demonios; hablarán de nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y cuando beban algo venenoso, nos le hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud (Marcos 16:17-18). Esta es la Gran Tarea encomendada a la Iglesia, para estos tiempos.

 

Sería bueno, traer a la memoria, algunos hechos parecidos, en nuestra tarea como pastores, discípulos, predicadores y misioneros. Ha habido casos, en que hemos sido llamados para atender a una persona moribunda, en sus últimos días. Sin pensarlo dos veces, hemos acudido al hogar del hermano enfermo y desahuciado por la medicina. La familia, en su desesperación, acude a la funeraria para hacer los arreglos del entierro. Es triste hallar en la sala, a los operarios de la funeraria, preparando la capilla ardiente, aún, cuando el hermano está vivo. No es fácil convencer a la familia que no permitan tal situación. Tampoco es fácil, convencer a los de la funeraria, que suspendan su labor. Solo queda, hablarles del poder de Dios y acerca de Su voluntad. Ya, ante el enfermo moribundo, nuestra labor es poner en oración su salud y su recuperación. Es grato ver, que después de un tiempo de oración, cantos de alabanza, el hermano, empieza a cambiar de aspecto, comienza a cantar cantos de alabanza, el ambiente cambia, el poder de Dios se va haciendo manifiesto. En cuestión de horas, la persona enferma se levanta y da gracias a Dios. La familia, se queda muda, al ver la restauración de su familiar. Este hecho, llevó a la familia a creer en el Señor, seguirle, y dar testimonio en la iglesia, sobre el poder sanador de Dios. Una vida restaurada para conversión de toda una familia.           

 

Como este caso, seguramente existen muchos otros. Esta una tarea que la Iglesia, no debe dejar de lado en su misión. Existen muchos testimonios de personas desahuciadas y sanadas, redimidas del vicio, liberadas de la depresión, levantadas de su lecho de dolor, restituidas a la vida. Solo el poder de Dios, a través del Espíritu Santo, puede hacer posible que la manifestación del poder de Dios sea una realidad en la vida de muchas personas, abandonadas a su suerte. Los milagros del Señor, sirven para restaurar vidas, pero también, sirven como testimonio de las maravillas que Dios puede hacer en las personas. Nosotros, los discípulos del Señor, estamos llamados a hacer realidad esta acción de Dios en las vidas de las personas. Debemos estar en oración, con fe, y puestos de rodillas, para que Dios derrame su bendición, sobre nuestro pueblo que sufre calamidades, pandemias y situaciones de muerte.      

 

Roguemos al Señor de la Vida, para que sigamos cumpliendo la Gran Comisión ante el mundo. Que el poder de Dios se manifieste a través del Espíritu Santo. Que seamos, un instrumento del Señor, para restaurar vidas, al igual que el apóstol Pedro. Qué muchos se acerquen al Señor, al comprobar su poder en sus vidas. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


Copyright © 2022 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. Todos los derechos reservados.