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    LA OMNIPRESENCIA DE DIOS EN LA MISIÓN

 

(Mateo 18:20)

 

Jesús en su ministerio terrenal, manifestó que Él estaría presente en medio de sus discípulos, en la vida de la Iglesia. Cuando estaba enseñando acerca del perdón, expresó que donde dos o tres están congregados en su nombre, allí estará en medio de ellos (Mateo 18:20). En otro momento, cuando se despedía de sus discípulos, les dijo que Él estaría con ellos todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20b). Son dos ejemplos claros, de la omnipresencia del Señor en la misión. Esta presencia del Señor en medio de la Misión, da la seguridad y la tranquilidad, de que no se está solo en el cumplimiento de la tarea. Él cuida y vela por cada uno de nosotros.         

 

Recordemos algunos hechos en la Escritura en los que la presencia de Dios es evidente. Cuando Jacob huye de su hermano Esaú, Dios se le apareció en Bet-el (Génesis 28:10-22). Antes del llamamiento de Dios a Moisés, Dios estaba presente en el monte de Horeb (Éxodo 3:1-12). Luego, en el desierto, camino a la Tierra Prometida, Moisés le pidió a Dios que se mostrara y hallara gracia. Dios le respondió que su presencia iría con él (Éxodo 33:13-23). Josué, antes de asumir la responsabilidad de cruzar el Jordán, recibió la promesa de que Dios estaría con él en donde quiera que vaya (Josué 1:9). El salmo 139, escrito por David, da a conocer de la omnipresencia de Dios (Salmo 139:7-12). Jesús, promete a sus discípulos que no los dejará huérfanos, Él vendría a ellos (Juan 14:18). La presencia de Dios siempre se ha dado a través del tiempo, especialmente en el cumplimiento de la Misión. Por último, cuando dos discípulos de Jesús iban camino a la aldea de Emaús, comentando lo que habían experimentado en Jerusalén, Jesús se les apareció y caminó con ellos, sin que se dieran cuenta (Lucas 24:13-35).                  

 

Muchas veces, se piensa de que Dios, no está presente, en los momentos más difíciles. Algunos esperan ver a Dios en persona, peleando la batalla. Olvidan que el Espíritu del Señor está siempre presente, todos los días, en todas las circunstancias de la vida. En algunos casos, el Señor envía a sus ángeles para protegernos, para pelear la batalla contra el enemigo. El problema se da, cuando no sabemos discernir la presencia de Dios, pensamos que deberíamos ver ángeles con sus alas, volando a nuestro alrededor, y no nos damos cuenta que esos ángeles pueden ser personas que vienen en el nombre del Señor, para nuestra ayuda. Jesús prometió su presencia, aunque solo dos o tres se reúnan en su nombre. La presencia del Señor es permanente durante el cumplimiento de la Misión, no termina hoy o mañana, es hasta el fin del mundo. Por lo tanto, debemos tener la seguridad, de que no estamos solos, Él va delante de nosotros. El Espíritu Santo nos acompaña.                    

 

Hay muchos testimonios, de hermanos y hermanas, en la fe, que dan por cierto la presencia del Señor en sus vidas y en todo su quehacer. Cuando se ha salido a discipular, de dos en dos, en el camino han surgido problemas y dificultades, poniendo en peligro la Misión, de pronto, después de un tiempo de oración, los problemas y dificultades desaparecieron. Al igual que con los primeros discípulos, que tuvieron que soportar persecución, matanza, destierro, Jesús estuvo presente en esas circunstancias, y hoy también lo está. En los Días de la Reforma Protestante, el Espíritu del Señor estuvo con Lutero y con sus seguidores, permitiendo que la verdad saliera a relucir, con la palabra de Dios. Muchos misioneros han sentido la presencia de Dios en el momento que han llegado a lugares lejanos y desconocidos. La Iglesia, nosotros, no estamos solos en el cumplimiento de la Gran Comisión. Jesús ha prometido estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20b).

 

En este tiempo, de pandemia, de persecución de cristianos en países adversos al cristianismo, de violencia, de guerras, de opresión, de pobreza, de incredulidad, sentimos que Dios está actuando en cada situación adversa. En medio de esa adversidad, la palabra de Dios se sigue proclamando a muchas personas, los milagros de sanidad se vienen dando, la violencia ha disminuido, las guerras se han detenido, hay mucha gente solidaria ayudando a los pobres, muchos al escuchar el Evangelio, se convierten y cambian sus vidas. Sin duda que, son señales de la presencia del Señor en medio de la Misión. La Iglesia ha pasado por momentos muy difíciles en el cumplimiento de la tarea, pero, gracias a Dios, sigue triunfante, cumpliendo la Misión. El Señor está presente.           

 

La omnipresencia de Dios, es un atributo de Dios, que se ha venido dando desde la Creación, hasta nuestros días. Él no ha dejado a Su creación desamparada. En la vida cotidiana, podemos sentir su presencia, aunque nuestros ojos no lo puedan ver, aunque nuestras manos no lo puedan tocar, sabemos que Dios está presente. Nuestro corazón puede sentir su presencia, podemos sentir su majestad, sentir sus manos de sanidad, sentir su gran amor por nosotros. Él está siempre presente, en todo momento de nuestra vida; está también presente en la Misión de la Iglesia. Donde haya dos o tres congregados en el nombre de Jesús, Él estará ahí presente. No debemos olvidar esa promesa del Señor.     

 

Qué el Señor nos siga acompañando todos los días en la tarea de proclamar Su palabra y dar testimonio de su gran amor, por aquellos que sufren o están enfermos. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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