
ENTRE LA LEY, LAS COSTUMBRES, Y LA GRACIA
(Romanos 3:21-31)
Han pasado más de dos mil años desde que Jesucristo, el Hijo de Dios, estableciera que la salvación es por la gracia de Dios, no por la Ley, ni por las costumbres; sin embargo, hoy en día, hay grupos de cristianos, comunidades de fe, incluso, parte de la Iglesia, que siguen manteniendo, como obligación, el cumplimiento de la Ley y de las costumbres judías, para ser parte del Cuerpo de Cristo; más aún, es obligatorio para ejercer algún cargo o nombramiento dentro de dichos grupos, comunidades, e Iglesia. Resulta, que el hermano o hermana, pastor o pastora, que no cumple, obligatoriamente, con dichos preceptos, no tiene lugar ni participación en dichos estamentos. Actualmente, son muchas las enseñanzas y prácticas que apelan a la Ley, a las costumbres, a los dogmas, incluso, a acuerdos de asambleas. dejando a un lado la autoridad de las Sagradas Escrituras. Es tal la ignorancia o ceguera de muchos líderes, que permiten y obligan el cumplimiento de todo aquello que atenta contra la Gracia de Dios. Por muchos años, yo mismo, viví convencido que dichas enseñanzas y prácticas, eran correctas. Pero, un día, el Señor me dio a entender de que estaba equivocado. De ahí, mi convicción, de que nada puede sustituir a la salvación por la gracia. Esta situación, me ha llevado, a realizar una serie de estudios e investigaciones, en mi calidad de pastor y teólogo, llegando a la conclusión, de que estamos, como Iglesia, cometiendo un gran error. Esto no puede seguir así. Doy gracias al Espíritu Santo que me abrió el entendimiento para desenmascarar estas enseñanzas y prácticas, que no son cristianas.
Para empezar, diremos que, como cristianos, nos debemos a las enseñanzas de Jesús y de lo que ha sido escrito en el Nuevo Testamento, por inspiración del Espíritu Santo. La doctrina de la Iglesia, debe estar fundamentada por estas enseñanzas. Lamentablemente, a través de los siglos, muchos han querido, imponer la Ley, las costumbres y prácticas del judaísmo, filosofías paganas, doctrinas antibíblicas, dogmas, leyes o preceptos, meramente humanos. Jesús mismo, afrontó dicha situación; luego lo hicieron los apóstoles, en especial, el apóstol Pablo. Sería bueno, detenernos un momento en este punto, para analizar la postura de Jesús y los apóstoles. Jesús, el Hijo de Dios, enfrentó a aquellos que querían imponer el cumplimiento de la Ley y las costumbres del judaísmo, así como, la práctica de filosofías y costumbres paganas.
Daremos algunos ejemplos. Señalaremos algunas enseñanzas y prácticas que Jesús tuvo que enfrentar: el shabat (sábado), día de guardar; la circuncisión; la vigencia de la Ley; la Pascua judía; las fiestas judías; el apedreamiento como condena; el diezmo; los sacrificios en el templo; la ley del ojo por ojo, y diente por diente; la imposición el sacerdocio judío; las danzas judías en el culto; la no participación de los niños y de las mujeres, en la vida de la comunidad; las comidas prohibidas por la Ley; la vigencia de la Ley; acerca de la ira; sobre el adulterio y el divorcio; que los gentiles no tuvieran lugar en el reino de Dios; la adoración de dioses y diosas paganas; el gnosticismo; entre otros. El apóstol Pablo, también, tuvo que afrontar ataques del judaísmo, la infiltración de judíos en los cultos de la comunidad cristiana, con el fin de que los cristianos abandonen las enseñanzas de Jesús y obedezcan la Ley. Por otro lado, en los tiempos de la Edad Media, se impuso las indulgencias, como una obligación, para obtener la salvación. Aún así, actualmente existen dogmas elaborados por personas, concilios, que no tienen ningún sustento bíblico. Gracias a Dios, todas estas enseñanzas y prácticas han sido desplazadas por el concepto de que la salvación es por la fe, y la gracia de Dios, que es gratuita y para todos.
Desarrollar cada tema, sería muy extenso. No es nuestra intención desarrollar un tratado teológico al respecto. Pretendemos dar a conocer el error en que ha caído la Iglesia al tratar de imponer la Ley, las costumbres, los decretos, y los dogmas, antes que dar lugar a la gracia divina de Dios. Desarrollaremos estos asuntos. El shabat (sábado) como día de guardar. Al respecto, Jesús dejó claro que el sábado, el día de reposo, fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo. Esto, en alusión a que los fariseos cuestionaron a Jesús, el por qué sus discípulos recogían espigas en el día de reposo (Marcos 2:23-28). Otro hecho, Jesús sanaba en el día de reposo (Mateo 12:10-12; Marcos 3:2-4; Lucas 6:7-9;13:14-15;14:3; Juan 5:9-10; 7:23;9:14-16). Los discípulos de Jesús y sus seguidores, reemplazaron el sábado por el domingo, debido a que Jesús resucitó el domingo por la mañana (Mateo 28:1). Además, Jesús, después de su resurrección, cenó con sus discípulos, en el primer día de la semana (domingo).
Otro tema, la circuncisión. Esta era la señal del Pacto, como expresión de salvación y de pertenencia al pueblo de Dios (Génesis 17), pero Jesús, reemplazó esta costumbre judía de la Ley, por el bautizo en su nombre (Mateo 3:13-17), a pesar de que, él mismo fue circuncidado de acuerdo a la Ley (Lucas 2:21). En cuanto a la Ley, Jesús introdujo cambios en su puesta en práctica (Mateo 5:17-14). El apóstol Pablo hace énfasis de que somos salvos por la fe y no por las obras de la Ley (Romanos 3:21-31). Para los cristianos, la Ley no tiene vigencia. Somos salvos por la gracia de Dios y su Palabra es nuestra norma de fe y de conducta.
Con respecto a la Pascua judía, Jesús, la noche que fue entregado, celebró el nuevo Pacto en su persona, cenando con sus discípulos. La Pascua judía fue reemplazada por la Cena, con los símbolos del pan y el vino. Jesús pidió a sus discípulos que la realicen en su memoria, hasta que Él venga (Mateo 26:17-29). Las fiestas judías, en el tiempo de Jesús, éstas no eran obligatorias para los nuevos creyentes, poco a poco, los judíos-cristianos, fueron abandonando estas fiestas. Sobre la condena del apedreamiento, según la Ley, una mujer que fuera encontrada en adulterio, debería ser apedreada (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22-24). Jesús, reemplazó esta condena por el perdón (Juan 8:11). Sobre el diezmo, Jesús no lo estableció como condición para ser salvo y ser parte del pueblo de Dios. Más bien, enfatizó que el dar, no es por obligación, sino, por convicción personal o de acuerdo a su condición social. El diezmo es voluntario, no una obligación. Es el caso de Zaqueo, que dio más que el diezmo, como señal de su arrepentimiento y conversión (Lucas 19:2-10), y la viuda pobre, que dio lo único que tenía, y que, según Jesús, ella dio más que todos los que habían dado en el arca (Marcos 12:41-44). Pablo al respecto, señala que la ofrenda se debe dar tal como se ha propuesto en el corazón, no con tristeza, ni por necesidad, ya que Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:7). El diezmo, ya no es una obligación para el cristiano, lo es para el judío.
Los sacrificios en el templo, fueron reemplazados por el sacrificio de Jesús en la cruz. Su sangre nos liberó y salvó de toda condenación (Hebreos 9:28). Con respecto a la práctica de la ley del ojo por ojo, y diente por diente, Jesús la reemplazó por el amor hacia los enemigos (Mateo 5:38-48). De alguna manera, los fariseos querían imponer el sacerdocio judío, las danzas en el culto, la no participación de los niños y de las mujeres en la vida de la comunidad, las comidas prohibidas por la Ley. Jesús les demostró a los fariseos que Él era el Sumo Sacerdote, que había venido para ser el intercesor ante Dios (Hebreos 4:14;10:12). En ningún momento, en las Escrituras, se hace referencia sobre las danzas en el templo, en el tiempo de Jesús. Los fariseos consideraban que los niños y las mujeres no debían participar en la vida de la comunidad, por ser personas inferiores a ellos. Sin embargo, Jesús, cuando le presentaron unos niños y los discípulos lo impedían, les mencionó que dejen venir a los niños hacia su persona, y que no se los impidan, porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo 19:13-15). Y con respecto a las mujeres, Jesús en todo momento, tuvo consideración por ellas, las escuchó, dialogó con ellas, las sanó, las perdonó, y por eso, muchas mujeres, les seguían y acudían a él (Mateo 15:21.28; Marcos 5:21-43; Lucas 8:1-3; Juan 4:1-42).
Por otro lado, los fariseos, querían obligar a Jesús a aplicar la Ley para todos sus seguidores, apelaban por la vigencia de la Ley. Al respecto, Jesús apeló siempre a la misericordia, a la gracia gratuita de Dios, al perdón, a la no discriminación de las personas, permitió que los gentiles tuvieran lugar en el reino de Dios. (Mateo 8:5-13; 28-34; 15:21-28; Lucas 17:12-19; Juan 4:5-42; 12:20-26). Inclusive, acerca de la ira, del adulterio y el divorcio, Jesús le dio una nueva dimensión (Mateo 5:21-31; 19:1-12). Los discípulos de Jesús y el apóstol Pablo, no estuvieron al margen de estas dificultades. Ellos tuvieron que apelar a las enseñanzas de su maestro, Jesús. En el libro de los Hechos, en las epístolas de los apóstoles, y en especial, en las epístolas del apóstol Pablo, se nota claramente, cómo tuvieron que salir al frente ante las asechanzas de los judíos, contra los seguidores de Jesús.
Decíamos al comienzo, que. en los tiempos de la Edad Media, se impuso las indulgencias, como una obligación, para obtener la salvación. Ante esa situación, surgió la persona de Martín Lutero, que, inspirado por el Espíritu Santo, denunció su falsedad, y que esta práctica no estaba en las Sagradas Escrituras. Reafirmó que solo por la fe el justo se salva (Romanos 1:17). El Movimiento de la Reforma, puso a las Sagradas Escrituras, como la autoridad máxima de la Iglesia. Aún así, actualmente existen dogmas elaborados por personas, concilios, que no tienen ningún sustento bíblico. damos gracias a Dios que todas esas enseñanzas y prácticas, han sido desplazadas por el concepto de que la salvación es por la fe y la gracia de Dios, que es gratuita para todos. Sin embargo, hoy en día, algunos líderes religiosos, pretenden introducir, enseñanzas, prácticas y vestimentas judías, en el seno de la Iglesia, llevando a la confusión y desorientación a la feligresía. Por tal motivo, los cristianos no estamos obligados a acatar o a sujetarnos a las enseñanzas y prácticas judaizantes, o de origen pagano. Nuestra autoridad son las Sagradas Escrituras y las enseñanzas que nos dejó Jesucristo, el Señor y Maestro de la Iglesia.
Damos gracias a Dios por permitirnos examinar y releer las Sagradas Escrituras, aprender los conceptos fundamentales sobre la fe, la salvación, el amor de Dios, el amor al prójimo, el discipulado, y la misión de la Iglesia. Que nada ni nadie nos pueda apartar de la sana doctrina. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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