Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

   

   

RECONCILIAR, IMPLICA PERDONAR

 

(Génesis 33:1-16; Lucas 15:11-32)

 

Existen dos relatos muy importantes en la Escritura, acerca de la reconciliación. Uno de ellos, es la historia de dos hermanos que se habían peleado y luego se reconciliaron. El otro, es sobre la reconciliación de un hijo menor con su padre, a quien le había pedido parte de su herencia, marchándose de la casa. Ambos relatos, son muy conocidos por la feligresía cristiana. Si uno se pone a examinar con atención ambos relatos, observará, que no solo bastaba desear reconciliarse para resolver el conflicto, era necesario tener la actitud de perdonarse, para lograr la reconciliación definitiva. Este es el tema central de esta reflexión. Toda reconciliación, implica perdonar. Si esto no se da, en vano es el esfuerzo por resolver el conflicto, sea éste, personal o social. Lamentablemente, hay personas que pasan por alto esta actitud, del perdón, generando en el intento, falsas expectativas, arreglos a medias, soluciones transitorias, nada más que eso. Esperamos obtener una buena enseñanza al revisar estos relatos bíblicos.       

 

En el primer relato (Génesis 33:1-16), dos hermanos, Jacob y Esaú, inician el proceso de reconciliación. Es bueno recordar, que Jacob, le robó la primogenitura, con engaños, a su hermano Esaú. Esta situación generó una enemistad entre ambos hermanos, que duró varios años. Sin embargo, es bueno destacar, que Esaú, ya había dispuesto en su corazón, el perdonar a su hermano Jacob. Para Jacob, esta es una situación complicada, ya que él sabía que era causante de esta enemistad, y que seguramente su hermano Esaú, se vengaría. Sin duda, que Dios había preparado este encuentro fraternal. Jacob tenía temor de la venganza de su hermano Esaú, pero Dios se encargó de prepararlo para el gran encuentro (Cf. Cap. 32). Aún así, el temor en Jacob persistía. De pronto, su hermano Esaú aparece ante sus ojos, acompañado con cuatrocientos hombres, y Jacob, lo único que hace, es preparar una estrategia de defensa. Jacob, ignora lo que Dios ha puesto en el corazón de su hermano. Esaú, está dispuesto a perdonar a su hermano Jacob, a pesar de todo lo que había sucedido entre ellos. Temeroso Jacob, se acerca a su hermano con una actitud de ponerse de rodillas, por siete veces, es una actitud de humildad. Esaú, sin ningún miramiento, corre al encuentro de su hermano Jacob y en una actitud fraterna, lo abraza, lo besa, y se pone a llorar. Seguramente, este encuentro sorprendió a todos los presentes. Ambos se llenaron de emoción y estaban, ahora, reconciliándose, perdonándose. Jacob, quiere congraciarse con su hermano y le pide que acepte el presente que le había traído. Él está emocionado por la actitud de Esaú, hasta el punto de decirle, que ha visto en su rostro, el rostro de Dios. Este encuentro feliz de dos hermanos, nos lleva a la reflexión, de que toda reconciliación, genera alegría, gozo, paz y amistad. Una vez más, decimos, que toda reconciliación, implica el perdón. Perdonar es olvidar todo lo malo, no guardar rencor, y vivir en amor. A partir de esa experiencia reconciliadora, ambos hermanos vivieron en paz y con alegría.    

 

El otro relato, contado por Jesús (Lucas 15:11-32), es la historia de un padre que tiene dos hijos. El hijo menor le pide a su padre la parte de su herencia y decide marcharse de la casa, para disfrutar de su herencia. El relato bíblico, da cuenta que este joven, despilfarra toda su herencia con rameras y luego se queda en la total pobreza. Tal es su triste situación, que tuvo que comer la comida de los cerdos. Mientras tanto, el padre, está a la espera de que su hijo regrese a casa. Día y noche está a la puerta, esperándolo. De pronto, el hijo menor, reflexiona sobre su actual situación, y toma una decisión: reconocer que ha pecado contra el cielo y contra su padre. Pedirle a su padre que lo considere como un jornalero más. Sin duda, que Dios estaba preparando el camino de la reconciliación. El hijo menor, tomó conciencia de su pecado, y seguramente, el padre, en lo profundo de su corazón, estaba dispuesto a perdonar a su hijo, a pesar de todo lo que había sucedido. Finalmente, el hijo decide ir a casa, en busca de su padre. El padre, al verlo desde lejos, fue movido a misericordia, corrió hacia su hijo, lo abrasó y lo besó. Señal de que lo estaba perdonando. El hijo menor, cumplió su promesa de pedirle perdón a su padre. Ahora bien, como hemos dicho en el relato anterior, toda reconciliación genera alegría, gozo, paz y amistad. De ahí que, el padre muestra su gozo y alegría, por la vuelta de su hijo menor, que ordena un gran banquete. Pero, en el relato, se da cuenta, que el hijo mayor, no está de acuerdo con lo que está haciendo su padre, lo recrimina y se niega a ser parte del banquete. El padre, le hace ver que era necesario hacer fiesta y llenarse de alegría, porque el hijo menor era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Un final feliz en el seno de la familia. Una vez más, volvemos a decir, que toda reconciliación, implica el perdón. Perdonar es olvidar todo lo malo, no guardar rencor, y vivir en amor. Y que, a partir de esa experiencia reconciliadora, la familia vivió en paz y con alegría.                 

 

Cuánto tenemos que aprender de estos dos relatos. Si miramos a nuestro alrededor, hoy en día, podremos ver que muchas son las personas que viven enemistadas, peleadas, separadas, llenas de bronca y de venganza. Las familias, los matrimonios, los pueblos, los grupos sociales, no escapan de esta triste realidad. De ahí, las constantes acciones de violencia, los pleitos, las guerras, la separación, entre otros hechos. Sin embargo, a pesar, de que existen centros de reconciliación, muchos de éstos, en muchos casos, no solucionan los conflictos. Esto se debe a que muchos quieren resolver los conflictos desde una perspectiva, meramente legal. No hay en ellos una actitud de perdonar, de dejar de lado todo rencor y venganza, superar lo pasado y pensar en algo nuevo. Al no lograrse la reconciliación efectiva, lo único que se genera es la frustración, el desaliento, el rencor, la venganza, la enemistad y la separación. Como hemos visto en los dos relatos bíblicos, para que una verdadera reconciliación se dé, es necesaria la intervención de Dios en las vidas de los implicados, en el conflicto. Él, es quien prepara el camino, habla a las personas, genera en lo profundo del corazón, la actitud de perdonar.    

 

Es esta una gran oportunidad que tiene la Iglesia, para facilitar la reconciliación de las personas, de las familias, de los matrimonios, de los pueblos, de los grupos sociales, proclamando el gran amor de Dios que conlleva a perdonar. El gran ejemplo, lo representa Jesús, quien murió en la cruz, para perdonar nuestros pecados y darnos la salvación, reconciliándonos de esa manera, con su Padre. Dios mismo, nos muestra que el perdón es esencial para todo proceso de reconciliación. Toda la Escritura nos dice que Dios perdona de una manera absoluta. Dios está “listo para perdonar” y que “él perdonará en gran manera” (Nehemías 9:17; Salmo 86:5; Isaías 55:7; 1 Juan 1:9). Cuando Él perdona, lo hace por completo. Las Escrituras dicen que nuestros pecados son borrados (Hechos 3:19). No debemos olvidar que,  Dios perdona para siempre, pues él dice: “No me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34; Hebreos 10:17). Dios cuando perdona nuestros pecados no nos los vuelve a echar en cara para acusarnos, ni castigarnos una y otra vez. Dios no es como nosotros, que perdonamos a medias o con condiciones. Si decimos que perdonamos y guardamos resentimiento e insistimos en pedir una compensación por el daño que nos han hecho o por la pérdida que hayamos podido sufrir, no es un perdón sincero; más aún, si decimos: "perdono, pero nunca olvido" La Escritura enseña que el perdón se basa en el amor sincero, ya que el amor “no lleva cuenta del daño” (1 Corintios 13:4-5). Esta labor no debemos descuidarla como Iglesia, debemos ser promotores de reconciliación a través del perdón entre las personas. La sociedad actual se ha alejado de los principios de Dios y se ha entregado sus propias pasiones e intentos por solucionar los problemas, sin contar con su auxilio. La Iglesia debe generar espacios de reconciliación, ahí donde ese encuentre.       

 

Damos gracias a Dios por permitirnos aprender, a partir de estos relatos bíblicos, la importancia de la reconciliación y del perdón que conlleva. Roguemos al Señor, para que las iglesias se conviertan en espacios de reconciliación. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


Copyright © 2021 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. Todos los derechos reservados.