
CURACIÓN A LA DISTANCIA
(Mateo 8:5-13)
Jesús termina de proclamar las Bienaventuranzas y baja del monte donde había estado enseñando a sus discípulos. Mucha gente le había estado esperando todo el tiempo que se alejó hacia el monte. Había mucha necesidad, especialmente de sanidad. El capítulo ocho empieza dando cuenta de tres milagros de sanidad que Jesús realiza en medio de la multitud. El primero de ellos, es la sanidad del leproso, luego vendrá la sanidad del siervo de un centurión, y finalmente la sanidad de la suegra de Pedro. De los tres milagros, que no se da en forma presencial, es el de la sanidad del siervo del centurión. Es una curación a distancia. De este milagro haremos la reflexión.
Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, es decir, un capitán romano, para rogarle y decirle que su criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo de terribles dolores. Este centurión y su criado eran gentiles, paganos. Pertenecían al ejército que había ocupado el territorio de Israel. Entonces, si no era judío, ¿por qué vino a Jesús? De inmediato, y sin vacilar, Jesús le dice que irá a su casa para sanar a su criado. Ahora, ¿qué dirían los fariseos? Las relaciones entre judíos y gentiles no eran de las mejores. En tal situación, no se podía esperar que un maestro judío se contaminase entrando en una casa de gentiles. De alguna manera, este hombre tenía fe en Jesús, tal vez, había escuchado de él y de sus milagros. Al escuchar la respuesta de Jesús, el centurión le dijo: "Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace." (Mt. 8:9-10).
Jesús se quedó admirado al oír a este varón, que no era judío. Aprovechó para decirles a los que le seguían, que no había encontrado a nadie en Israel con tanta fe como la de este hombre. Dos cosas suceden en este encuentro: la fe de este centurión en Jesús y el gran amor de Jesús por él y por su criado. Para esto había venido Jesús, para salvar a los que se habían perdido. Para que el amor y la misericordia de Dios estén al alcance de todos, no solo para los judíos. ¡La gracia de Dios es para todos! En este contexto, Jesús advierte que muchos vendrán del oriente y del occidente, para sentarse a comer con los patriarcas judíos, lo cual era un derecho para los judíos. Pero, los judíos hijos del reino, que no compartían esta fe de los gentiles, se encontrarían excluidos. La enseñanza de Jesús es que para ser aceptos al reino de los cielos ya no es cuestión de origen racial, sino de fe.
Luego Jesús se dirige al centurión y le dice que vaya a su casa y que se haga tal como lo ha creído. En ese mismo instante el criado quedó sano. ¡Un milagro a distancia! Este es el primero. Más adelante, habrá otro milagro de sanidad a la distancia, tal el caso, de la mujer cananea, que también era gentil, pagana (Cf. Mt. 15:21-28). Sin duda que, estos milagros de sanidad a la distancia y a personas que no son de la fe en Dios, es un gran ejemplo del gran amor, que Dios tiene, por aquellos que se acercan a Él en busca de misericordia, de sanidad, de protección. En el reino de Dios, no hay privilegio alguno, solo basta la fe. La sanidad a distancia no era usual en los tiempos antiguos. Sin embargo, Jesús, demostró que para Dios no hay nada imposible. Hoy en día, estamos pasando una situación muy crítica, con respecto a la pandemia del COVID-19. Es difícil ir a la casa del enfermo, o visitarlo en el hospital, para orar por su sanidad, como se solía hacer. Sin embargo, la actitud de Jesús, nos sirve de ejemplo, para orar por los enfermos, sea cual sea su condición social, de distancia, o de fe, en medio de la pandemia.
La Iglesia debe estar lista para orar por todas las personas que están pasando momentos difíciles, en especial, en este tiempo de pandemia. No debe haber excusa alguna, para realizar la tarea de ministrar la gracia de Dios, de sanar a los enfermos, de ayudar a los que están débiles en la fe, y aún a los que no son creyentes en Dios. Dios nos ha puesto en este mundo para ser sus manos extendidas hacia aquellos que necesitan de la misericordia de Dios y de la ayuda nuestra. La fe a distancia, es una experiencia que no debemos dejar de lado. Sobre este asunto, hay muchos testimonios. ¿Cuál es nuestra experiencia, al respecto?
Que el Señor, nos siga hablando a través de Su palabra y nos motive a seguir proclamando sobre el gran amor y misericordia de Dios para todos. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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