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LA TIERRA, YA ESTÁ LLENA

 

(Génesis 1:26-28)

 

Cuando Dios creó el universo, la tierra y al ser humano, la situación era que todo estaba vacío y desordenado. Todo era un caos y oscuridad. Él pobló el universo y la tierra de la nada. El propósito de Dios era que la tierra tenía que ser poblada por ser seres humanos y por animales, y éstos serían su alimento. Las Escrituras nos relatan que Dios creó al hombre y a la mujer, y a ambos los bendijo, dándoles el encargo de fructificad y multiplicad; llenar la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Estaba claro, que la tierra se poblaría con la descendencia de ellos, junto con la población de los animales. De esto, hace miles de años que ocurrió. Desde ese momento la tierra empezó a poblarse, llenarse de seres humanos. En esta reflexión quiero detener mi atención en el crecimiento desmedido de la población, hasta el punto de llegar a una superpoblación, que ha puesto en peligro la supervivencia de los seres humanos y ha ocasionado la carestía de los recursos para el sostenimiento adecuado. Desde el siglo pasado se ha planteado el control de la natalidad, con el fin de evitar que esta superpoblación vaya en aumento. La ciencia médica ha sugerido diversos métodos anticonceptivos para su control, desde el aborto hasta el uso de los recursos anticonceptivos. Sin embargo, el crecimiento poblacional sigue sin detenerse, poniendo en peligro a toda la humanidad. En este contexto, surge la pregunta: ¿Está bien utilizar los métodos de control de natalidad? ¿Dios se opondría?Hago esta pregunta, porque en el seno del cristianismo y en otras religiones, se prohíbe el uso de tales métodos anticonceptivos, por considerarlos anti bíblico.       

 

Es bueno partir de una premisa: Dios desde un principio mandó llenar la tierra con el fin de que no esté vacía. Y así ha sucedido. Pero ahora, ese mandato se ha excedido, llegando a una superpoblación, donde ya no hay más lugar para futuras generaciones. Entonces, ¿no sería bueno detener esta superpoblación, al haberse cumplido con el mandato de Dios? El mandato ha sido cumplido. Dios no se opondría a un control de más nacimientos. La realidad es que existen muchas familias con exceso de hijos, sin poderlos alimentar sostenidamente y de manera adecuada. Son millones de niños y personas, que se mueren a diario, por no tener los alimentos necesarios. Los gobiernos y algunas iglesias, han favorecido el uso de los métodos anticonceptivos. Sin embargo, a pesar de haberse invertido una gran cantidad de dinero para la orientación del uso de los mismos, la superpoblación avanza de manera acelerada. La tierra ya está llena, está superpoblada. Ya no hay lugar para más personas. Los alimentos están escasos. Las familias se han empobrecido debido al exceso de hijos en su seno. Tal vez, la falta de eficacia de los métodos anticonceptivos, ha hecho que mucha gente no confíe en ellos. Muchas iglesias y religiones, proponen el control natural. Pero, es bien sabido que estos también fallan. El peligro de no saber cómo controlar los nacimientos, permite la práctica del aborto, como una manera de controlar la natalidad.   

 

Sobre este tema, hay muchas críticas, de todos los sectores. Para algunos, es una estrategia liberal, para evitar que la riqueza disminuya en manos de unos pocos. Para otros, es negar el derecho de las personas a procrear según su voluntad. Otros, sostienen que esta práctica, no es la voluntad de Dios, además, no existe en las Escrituras una prohibición de tener los hijos que uno desee. Para la Iglesia y algunas religiones, utilizar los métodos anticonceptivos, es facilitar la fornicación. la lujuria y el adulterio. Ya no habría el peligro de salir embarazada o hacerse cargo del ser que nazca de una relación extramatrimonial. Como decía antes, hoy en día, se ha optado practicar el aborto, como una solución al problema del control de la natalidad. El problema del aborto, es que se atenta con la vida de un nuevo ser en gestación. Desde el punto de vista bíblico y teológico, nadie está permitido quitar la vida a un ser. Lo más aconsejable sería elegir eficazmente una manera de controlar los nacimientos en exceso. Las familias, deben tener en cuenta su condición social y económica, considerar las posibilidades de crecimiento familiar de una manera razonable. El no considerar estas propuestas, es poner en peligro a la familia y a la humanidad entera. Debe haber una responsabilidad en el control de la natalidad. La tierra ya está llena. ¿Por qué súper poblarla? ¿Por qué permitir que millones mueran antes de nacer o en una etapa de su vida? ¿Se opondría Dios a un control de la natalidad? Sin duda que no. El propósito de Dios era que la tierra se poblara de tal manera que todos pudieran disfrutar de los frutos de la naturaleza, en armonía, en bienestar, en justicia, y en paz. Que la tierra fuera administrada con inteligencia, con equilibrio social y ecológico.    

 

Lamentablemente, un asunto que no debe pasar desapercibido, es el pecado de la lujuria, de la fornicación, y el adulterio. Estas prácticas, han conllevado a nacimientos de hijos no deseados. Cada día, la lujuria, la fornicación y el adulterio va en aumento. Las relaciones sexuales fuera del matrimonio han ido en aumento. En otros casos, la relación sexual indebida, se ha ha convertido en un gran negocio. La prostitución ha cambiado de nombre, ahora se le llama trabajo social. De ahí que, el control de la natalidad, debe contemplar los diversos aspectos sociales, éticos, económicos y religiosos. Como cristianos, estamos llamados a vivir en matrimonio, tener responsablemente los hijos necesarios, sostener adecuadamente a la familia. Es cierto, que, en el seno de la iglesia, hay creyentes que se sujetan a lo que las Escrituras establecen, y si no es así, no se sujetan a ninguna medida humana, especialmente en el control de la natalidad. La Iglesia tiene una gran responsabilidad de orientar a sus fieles sobre este asunto. Comparto la experiencia de una pareja que se negaba a usar los métodos anticonceptivos, porque no estaba establecido en las Escrituras. Resulta que, ellos consideraban que Dios desde un principio encargó a Adán y Eva, fructificar y llenar la tierra. Este era un mandato divino. No tenía límites. Por lo tanto, no estaban obligados a utilizar ningún método anticonceptivo. La consecuencia de esta postura, fue que llegaron a tener más de doce hijos, sumidos en el abandono y en la pobreza familiar. De este ejemplo, surge la pregunta: ¿Dios estaría de acuerdo con una posición parecida de esta pareja?             

 

Que el Señor nos permita entender Su voluntad al haber creado el universo, la tierra, al ser humano, y todo lo que respira. Que podamos ser responsables en administrar la Creación de Dios. Que como Iglesia podamos orientar adecuadamente a la feligresía sobre el control de la natalidad de manera responsable. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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