
BENDECIDO, PROTEGIDO Y AGRADECIDO A DIOS
(Éxodo 15:11; Deuteronomio 31:6)
Hoy, al levantarme muy temprano, sentí la necesidad de reflexionar, cómo Dios me ha bendecido, y me ha protegido, y por todo ello, darle gracias a Él. Seguramente, así como yo, algunos creyentes, también tienen la misma actitud. Casi siempre, al levantarnos, estamos pensando qué es lo que vamos hacer durante el día. Apenas, si tenemos un momento de oración o una lectura de la palabra de Dios. No es mucho el tiempo que dedicamos para reflexionar y hablar con el Señor. Las preocupaciones cotidianas nos abruman y nos ponen nerviosos. Pero, que distinto es experimentar, tener un tiempo a solas con el Señor, en nuestro cuarto. Antes que amanezca, nuestra alma se regocija de tener un tiempo en paz y en libertad, para conversar y orar con Dios.
Si hacemos un recuento de todas las bendiciones y maravillas recibidas por el Señor, seguramente, nos faltarían los dedos de las manos para contarlas. Moisés en su canto, da testimonio de las maravillas del Señor (Éxodo 15:11; Deuteronomio 6:22); David en su salmo comenta cómo Dios ha aumentado sus maravillas y sus pensamientos a favor nuestro, que no es posible contarlas. Si se quisiera anunciarlas y hablar de ellas, no podrían ser enumeradas (Salmo 40:5). En verdad, es una bendición del Señor, recibir tantas maravillas, milagros, favores de parte de Él. Todo eso es por su misericordia. Por tal motivo, debemos sentirnos agradecidos por ser bendecidos, favorecidos.
Otro aspecto, muy importante, en la vida del creyente, es la protección de Dios. Son muchos los textos bíblicos que nos hablan de la protección de Dios (Deuteronomio 31:6; Salmos 16:1; 18:35-36; 32:7; 46:1; 118:8; Proverbios 30:5; Isaías 54:17; Romanos 8:31; Efesios 6:11; Hebreos 13:6). Bien podríamos decir, que en todo nuestro caminar, siempre hemos tenido la protección de Dios. Si quisiéramos dar testimonio de ello, seguramente nos faltaría tiempo para contarlos. Muchas veces, en situaciones difíciles y peligrosas, hemos acudido al Señor, y Él ha acudido en nuestro pronto auxilio. Sin su protección divina, no habríamos podido salir airosos de los momentos difíciles y peligrosos. Por ello, nuestra gratitud a Dios, por su protección a nuestra persona, a nuestra familia y a nuestros prójimos. Él nos cuida de todo peligro, enfermedad, epidemia, desastres, accidentes, atentados contra nuestras vidas, asaltos, injurias y traiciones. Sus manos protectoras siempre están sobre nuestros hombros.
Por todas esas cosas, nuestra actitud como creyentes, debe ser siempre de agradecimiento a nuestro Dios, porque para siempre es su misericordia (Salmo 136). Es por la misericordia de Dios, que nos permite tener todos sus beneficios. Jeremías en su libro de Lamentaciones, nos recuerda que por la misericordia de Dios no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es su fidelidad (Lamentaciones 3:22-23). No siempre, se tiene esa actitud. Muchos piensan que, porque somos hijos de Dios, es una obligación de Él, bendecirnos y cuidarnos. Así hay mucha gente, que vive la vida sin dar gracias a Dios. Dios es nuestro Padre y nos cuida porque somos sus hijos e hijas. Somos agradecidos por su amor y misericordia.
Demos siempre testimonio de las múltiples bendiciones que recibimos del Señor y de sus cuidados en todo momento de nuestra vida. Que muchos puedan ver y escuchar acerca de las maravillas de Dios, para que puedan conocerle. Gracias oh Dios, por tus bendiciones y por tu protección. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
Copyright © 2021 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. Todos los derechos reservados.