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PALABRAS DE ESPERANZA

 

(Isaías 65:17-25)

 

En momentos de angustia, dolor, desesperación, muerte, guerras, persecución, terrorismo, violencia, pandemia, escuchar o leer estas palabras del Señor, son como un manantial para nuestra alma. Son palabras en un presente incierto que está viviendo Israel, pero, estas palabras a través del profeta, son palabras de esperanza, para un futuro cercano. Al finalizar el versículo 16 y en el resto de versículos, el Señor dice que las angustias primeras serán olvidadas, serán cubiertas con sus ojos, porque creará nuevos cielos y nueva tierra; y de los primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Habrá gozó y alegría para siempre en las cosas que Él ha creado. El Señor traerá alegría y gozo a su pueblo. Nunca más se oirán voz de lloro, ni voz de clamor. Estas son palabras de esperanza del Señor para su pueblo.

 

Además, el Señor manifiesta que no habrá más niño que muera de pocos días, sino de largos días, ni viejo que sus días no cumpla; todo pecador será maldito. En la perspectiva de Dios, no se edificarán casas para que otro habite, ni se plantará para que otro coma; porque los escogidos del Señor disfrutarán la obra de sus manos. Además, no se trabajará en vano, ni se dará a luz para maldición; porque son linaje de los benditos del Señor, y sus descendientes con ellos. Dentro de estas palabras de esperanza del Señor, están las que manifiesta que antes que se clame, Él responderá; y mientras estén hablando, Él habrá oído. Sin duda que son palabras de esperanza y consuelo, para momentos difíciles. En la visión del Señor, el lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo su santo monte. Lo dijo el Señor.         

 

Sin duda, que, para Israel, que estaba pasando momentos de persecución y sufrimiento, estas palabras de esperanza del Señor, son como un bálsamo divino. Algunos estudiosos de la Biblia, consideran que esta profecía está referida para un nuevo milenio, que son palabras para un futuro, no son para un presente inmediato. Si fuera así, Israel no habría salido de su esclavitud, se habría quedado esclavo de muchos pueblos para siempre. Muchas profecías no tienen fecha de realización. Están dadas en el tiempo de Dios. Hoy en día, muchos pueblos están pasando momentos muy difíciles, similares a las que Israel experimentó en su historia. Nadie les da una palabra de esperanza para su sufrimiento. De la misma manera, muchas personas están experimentando momentos muy duros y difíciles. Hay violencia, guerras, persecuciones de todo tipo, terrorismo, pobreza creciente, odio, maldad, corrupción, tráfico de personas, violaciones de los derechos fundamentales de las personas, en especial el de los niños y niñas; y por último, las consecuencias nefastas de la pandemia de este siglo. Ante eso, poco o nada hacen las instituciones mundiales, regionales y locales, para resolver estos problemas. Estas fueron creadas para generar justicia y paz para la humanidad. Ya casi nadie cree en estas instituciones que se han burocratizado y viven del dolor de la gente.        

     

De ahí que, al volver a leer o escuchar estas palabras de esperanza de un Dios justo y misericordioso, debe generar en nuestras vidas un hálito de esperanza viva. Reconocer que Dios envió a Su hijo Jesucristo, tal como había prometido, para salvar a la humanidad de sus pecados, para reconciliarnos con Dios, para generar justicia y paz entre los seres humanos. Sin embargo, bien sabemos la historia acerca de lo que el pueblo respondió a la propuesta de Jesús. No quisieron escucharlo, lo persiguieron y lo mataron en una cruz. Pero, gracias a la misericordia de Dios, Jesús resucitó y retornó a los cielos, prometiendo que enviaría al Espíritu Santo para guiar a Su pueblo, enseñarles la palabra de Dios y conducirlos por caminos de justicia y paz, hasta para cuando Él retorne otra vez. Nosotros somos herederos de esas promesas. Como Iglesia, debemos tener en cuenta la visión del apóstol Juan, cuando al final del libro de Apocalipsis (Cap. 21 y 22) menciona sobre el establecimiento de un cielo nuevo y tierra nueva, y de la venida de Cristo. Es el tiempo de la restauración universal. No es una promesa para Israel, es para la Iglesia.    

   

Que estas estas palabras, pronunciadas por el profeta hace miles de años, vuelvan a resonar en nuestros oídos, para generar un tiempo de esperanza, de paz, de alegría y de gozo. Sabiendo que el Señor cumplirá sus promesas, hoy siempre. Amén. 

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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