
SOMOS MUY VALIOSOS PARA DIOS
(Mateo 6:26)
Esta cita bíblica está dentro del contexto del pasaje bíblico de Mateo 6:25-34, cuyo tema es la enseñanza de Jesús, acerca del afán y la ansiedad. Es mi intención reflexionar sobre la importancia y el valor que tenemos ante Dios. Jesús, nos invita a mirar a las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; pero, Dios las alimenta. Y nos hace la pregunta: ¿No valemos mucho más que ellas? Este es el tema, el valor que tenemos ante Dios. Sin duda, que somos muy valiosos para Él. Esta enseñanza, nos debe ayudar a considerar, ¿cuánto valemos ante los demás? Si somos muy valiosos para Dios, ¿lo será también para la gente? Veremos algunos casos en el desarrollo de la reflexión.
Desde el comienzo de la Creación, Dios nos creó a todos los seres humanos, iguales y con las mismas oportunidades, para ser felices. Nos dio potestad para para administrar Su creación (Génesis 2:28-30) y disfrutar de todo lo que la naturaleza pueda proveer. Pero, en algún momento de la historia, el valor de las personas adquirió otra dimensión social y espiritual. De pronto, unos eran buenos y otros eran malos; unos eran de una alta categoría social y otros de una baja categoría social; unos eran más fuertes que otros y podían arrebatar a los más débiles de sus propiedades, de sus familias, de sus territorios; otros se consideraron santos y purificados por Dios y miraron con desprecio a aquellos que no habían logrado tal estatus divino; unos pudieron esclavizar a personas para lograr un poderío social, religioso y político. ¿Quién estableció la desvalorización de las personas? Bajo qué criterio, se estableció la superioridad social, religiosa y política de un pequeño grupo, ante la mayoría de las demás personas. En este asunto, está la madre del cordero. La desigualdad social, religiosa, económica y política, tiene estos orígenes. No olvidemos que Dios nos creó a todos libres e iguales ante Él.
La historia está llena de diversas situaciones injustas, de violencia, de esclavitud, de desprecio social y religioso, de robo de territorios y de recursos a personas indefensas. La violencia ha sido el medio que ha permitido todo esto. Lamentablemente, esta situación perdura entre nosotros, hasta el día de hoy. Cuando Jesús vino al mundo, encontró esta situación. Quiso en todo su ministerio terrenal, enseñarnos que todos somos muy valiosos para Dios, más allá de nuestra condición social o religiosa. Él estableció criterios para superar esta gran desigualdad entre los seres humanos. Sin embargo, estos criterios, no son aplicados a cabalidad, ni por la sociedad civil, y lo peor de todo, ni por la misma Iglesia. Basta echar un vistazo a nuestro alrededor para comprender la magnitud de esta desigualdad. El valor de la persona se ha desvalorizado a tal punto, que, para los poderosos, la gente débil, son como animales salvajes.
En nuestros tiempos, es común ver cómo hay personas que tienen un valor ante otras. Casos en demasía existen. Veremos algunos. Una persona se cree superior ante otra, por su color de piel, por su lugar de nacimiento, por su riqueza, por sus creencias religiosas, por su origen, por su situación social o política, también, por su forma de pensar. Es increíble, ver como un deportista o jugador de fútbol, pueda valer varios millones de dólares, por el solo hecho de practicar tal actividad. Profesionales, altamente valorados por sus conocimientos, eficiencia y utilidad para una institución. Personas, que se alzan sobre otras, por la fuerza o violencia social, y adquieren una superioridad sobre los demás. Lamentablemente, la sociedad actual valoriza de esta manera a las personas. Como hemos venido diciendo, para Dios estos no son los criterios de valorización de las personas. Nuestro valor, es tal, que somos más valiosos que cualquier cosa creada. Jesús, pudo comprobar, en situ, que esta era una triste realidad. El odio, el afán por las riquezas y el poder, predominaban, antes que el amor hacia los demás. Es triste comprobar, que la Iglesia, muy poco ha hecho y puede hacer, por cambiar esta triste realidad, ya sea porque es parte de ella o ha cerrado sus ojos ante ella. Gracias a Dios, que son pocas las personas que han sabido levantar su voz de protesta para cambiar esta situación, pagando, en muchos casos, con sus vidas, esta denuncia.
Roguemos al Señor, para que no nos quedemos callados o conformes con esta desigualdad entre las personas. Que podamos ser, como cristianos, instrumentos de amor, justicia e igualdad entre todos los que habitamos este mundo, creado por nuestro Dios. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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