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DOS ACTITUDES ANTE LAS CIRCUNSTANCIAS

 

(Proverbios 17:22)

 

En el diario vivir nos enfrentamos constantemente a diversas circunstancias, sean estas favorables o adversas. En cada caso, nuestra actitud tiene diversas características, entre ellas, la alegría o la tristeza. Estos estados de ánimos son muy importantes tenerlos en cuenta para poder seguir realizando nuestro quehacer cotidiano. Cada mañana, al levantarnos, esperamos realizar nuestra labor, confiando en que todo saldrá, tal como lo hemos planeado; más aún, si hemos puesto en oración tal propósito. Es muy grato, siempre comprobar que en el transcurso del día se van presentando circunstancias favorables, que hacen que nuestro corazón se ponga alegre, generando en nosotros una gran alegría y una paz interior. De hecho, que damos gracias a Dios por esta situación. Esto nos da ánimo y fuerzas para seguir haciendo la tarea que nos toca realizar. Sin duda que, tener el corazón contento es un gran remedio para nuestro ser, tal como lo dice el texto bíblico de Proverbios 17:22a. No siempre se logra tener esta actitud, ni tampoco, se reconoce que la alegría es una bendición de Dios. Esta situación reafirma lo que la Biblia nos dice que, el que confía en Dios, todo le irá bien (Salmo 34:8-9). 

 

Sin embargo, en estos tiempos, están sucediendo situaciones adversas, que están generando en nosotros un estado de tristeza, dolor y temor. Son circunstancias que hacen que nuestro espíritu se entristezca, generando un ánimo decaído, y que seca nuestros huesos (Proverbios 17:22b). Esta situación, hace que se genere en nosotros un espíritu de desconfianza, de duda, de interrogantes, de angustia y de dolor. Pareciera como si Dios nos hubiera abandonado u olvidado. Ante esto, nuestro espíritu se seca, se marchita, se ahoga en la angustia y en el dolor. Todo está mal, no hay nada bueno. Con este estado de ánimo ya no es posible realizar la tarea con gozo y alegría. Nos quedamos paralizados, ya no tenemos fuerzas para seguir adelante, todo lo negativo se nos viene encima como una avalancha. Nuestra fe se debilita, y en muchos casos, al estar al borde del abismo, el suicidio aparece como una solución. Sin duda, que esta situación es terrible. Aquí se necesita de una mano amiga, de un consejo oportuno que nos ayude a superar una circunstancia adversa. Muchas personas, hoy en día, están pasando por esta experiencia. Gracias a Dios, que, en medio de estas circunstancias adversas, Él se hace presente, y se convierte en nuestro socorro oportuno y nos libra de todo temor y angustia (Salmos 34:4.6; 46:1-3).   

 

Estas dos actitudes están siempre presentes en nuestro diario vivir, una más que la otra. No somos capaces de evitar las circunstancias adversas que cada día pueden darse. No podemos escapar de la realidad de un mundo que vive a espaldas de Dios, en donde la violencia, la explotación, la corrupción, la injusticia, la desigualdad social, los crímenes, la pobreza y la miseria, están a flor de piel. Las condiciones de vida no son las mejores. No es fácil mantener nuestros corazones alegres, ante tanta pobreza, injusticia, maldad, idolatría, e inmoralidad. Pareciera que fuerzas diabólicas reinan a sus anchas. Aquí, es bueno tener en cuenta las palabras del apóstol Pablo: "Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4:12-13). Hay que aprender a vivir en todas y cada una de las circunstancias. 
 

Hoy más que nunca, las personas necesitan conocer la palabra de Dios, para que cualesquiera que sean las circunstancias que les toca vivir, puedan acudir a ella, para encontrar el consejo oportuno, la consolación y la orientación necesaria. De ahí, la importancia de la Iglesia, que debe estar atenta y lista para ayudar a las personas que necesitan un apoyo, sea este apoyo de carácter social o espiritual. La Iglesia no puede estar de espaldas o ajena a la realidad de la gente. Está llamada ser luz y sal del mundo (Mateo 5:13-16). No podemos ignorar, que hoy en día, la mayoría de las personas están pasando por circunstancias adversas, no importando la condición de social de procedencia. Todos estamos pasando por momentos muy difíciles, de dolor, de muerte, de pobreza, de miseria, de frustración, de miedo. La pandemia del COVID-19, ha hecho más evidente esta situación. Nadie se escapa de esta pandemia. Las personas, necesitan escuchar palabras de esperanza, de alegría y de solución a sus problemas. Esta es la misión de la Iglesia.

 

Ahora bien, como seres humanos, estamos expuestos a que nuestras vidas estén afectadas o beneficiadas, por circunstancias que surgen imprevistamente. Ante ello, es necesario estar firme en nuestra fe en Dios, y confiar que, a pesar de todo este panorama de desgracia, dolor, muerte, miseria, desigualdad e injusticia, Él será nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Salmo 46:1). Esta buena nueva, se debe proclamar en todo momento, a tiempo y a destiempo, en todo espacio y lugar, utilizando todos los medios sociales de comunicación y los diversos espacios sociales. Que el Señor nos ayude a acompañar a toda persona que necesite de ayuda. Amén. 

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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